SIN TÍTULO (El pico de Panondres)

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El pico de Panondres domina a Navia. No se deja ver a diario. Se pasa mucho tiempo en coqueteo con nieblas que lo cubren. Álvaro lo cazó al desnudo. Las nieblas han dejado de ser tales. Se las ve en las alturas más blancas, más limpias. Son, ahora, nubes. Y se dejan acariciar por los rayos del sol. Viven una vida más suelta, más desgarrada, más etérea.

Lo que se ve de Navia es la parte de atrás de las casas, la más íntima, que da a la ría. Pero no se debe hablar. A lo mejor hay ropa tendida.

SIN TÍTULO (Pescaderas)

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Cuando no hay bonito o no hay bocarte, en el verano, a las pescaderas se las ve así, “de brazos cruzados”. Mal asunto. Para la vida y para la muerte. Para la vida de las pescaderas y para la muerte de los peces.

El puerto de Navia no es un puerto pesquero ¡Nunca! Y, sin embargo, en él siempre hay lanchas pesqueras. El puerto de Navia es un puerto… de abrigo. En el verano y en el invierno ¡Siempre! ¡Toda la vida!

SIN TÍTULO (Caballos)

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Caballos como estos arrimados a una pared desconchada se ven todavía… Son de alguien de las brañas, de Busmargalí o el Vidural. Son caballos de carga. Y los días de mercado, de silla. Así están, en horas de sol, sujetos por una cuerda que se ata a una argolla que hay en la pared desconchada. Así se pasan la espera pacientes, dando patadas hacia adelante en busca de esa mosca montuna y pegajosa que les pica donde más les duele… Sus crines y sus colas largas

SIN TÍTULO (Huellas en la arena)

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Huellas en la arena… y casetas de baño en la playa de Navia. Sombras alargadas delatan la caída de un sol que se va… ¿y qué? Mañana vuelve. Se va contento. Acarició la piel de la gente joven que es la gente de la playa. El niñito de pala y cubo. Y las mujercitas que abren su flor a la vida y que sueñan, con lo único que vale la pena… con el amor.

Mañana volverá el sol.

Los cuerpos que no lo son hacen labores de punto… o leen una novela en el borde de una peña.

Huellas en la arena… esto da idea de paisaje de luna con volcanes apagados. Se supone…

Paisaje de playa. Paisaje de cielo. Paisaje de luna…

SIN TÍTULO (El angulero)

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En el rigor del invierno en Navia, a altas horas de la noche, si uno sale a dar una vuelta, se puede ver por las calles a algún hombre que lleva un cedazo mangado en un palo…

Es el angulero…

Pero no lleva solo el cedazo, lleva más cosas: Una lata vacía o un caldero y un farolillo de aceite…

Esta es la impedimenta del angulero.

El escenario donde trabaja esta gente es la ría. En lugares como este que se ve con luz reflejada de un sol que se ha ido… Pero, ya dije, en horas de madrugada. Y en marea llena, cuando salen muy bien.

Son muchas las gentes de Navia que van a la angula. Como en esos días el cielo suele estar anubarrado la oscuridad es casi plena. No hay luz de luna ni luz de estrellas…

Hay, solamente, la luz del farolillo del angulero. Que es una luz mortecina. Pero como son muchos que se colocan a ambos lados de la ría y, además, como es natural, se reflejan en las aguas, se multiplican.

Navia a la luz del angulero toma una coloración especial. Adquiere una cierta lucidez. Como novia en vísperas de boda.

¡Algo así!  

SIN TÍTULO (Los botes)

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En la dársena del puerto de Navia hay embarcaciones fondeadas.

Se ve alguna, gasolinera (a motor). Pero las más son botes.

El bote siempre tuvo para mí un gran valor simbólico. El bote es la vida…

Para ir en uno y andar por la otra… hay que remar.

Todo tiene que ser a pulso. Hay que sudar…

Pero… dejemos de filosofías de quincalla. La verdad es que esos botes, cada uno, tienen su vela blanca… Y el viento por ella, lo empuja y lo mueve.

SIN TÍTULO (El mercado)

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Ya el sol es ido…

Y no hay luz de estrellas. Ni luz de luna. Todavía…

Hay, como se ve, media luz. Luz de tango

A media luz los dos…

Pero no es eso lo que yo quería decir. Lo que se ve es un preludio de noche oscura, cerrada…

Se suele creer que el mercado, donde se compra y donde se vende, es la prosa de la vida. Y sin embargo, la verdad es que hay un no sé qué de encanto, de misterio, en el ir y venir de las gentes…

Voces, barullo… El regateo…

Y por el suelo, en cestas o como cuadra, patatas, cebollas, verzas, rabizas,…

Y aquí y allí buhoneros con sus “existencias” tendidas por el suelo un poco al desaire. Uno vende loza, tazas, platos, vasos de noche, etc., etc. Otro, escarpidores, peinetas, pendientes y otros aderezos para el amor. Otro, juguetes… Ahí en la foto, se ve a una mujer enlutada ante su cacharrería de barro como si fuese un rebaño de ovejas de lo más dócil…

A veces se ve en el mercado una mujer remangada que tiene en la mano un cuchillo imponente. Nada de crímenes. Es la pescadera, la que vende el bonito…

El mercado es, en los pueblos, una manifestación artística. Es el gran bodegón.

En él hay una naturaleza muerta.

¡Y viva!

SIN TÍTULO (Las brumas del mar)

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Hay ocasiones en que las brumas del mar se acercan tanto a la costa que, desde la carretera de la playa, al lado de estos pinos, sólo se ve, del Cantábrico, un poquito de agua. Tan poca que a uno se le ocurre la idea genial de llevársela a casa en un botijo…

A mí me avergüenza, es lo cierto, como vecino, que el veraneante que nos honra, no disponga limpiamente, de las vastedades oceánicas. Pero es así. Hay que achicarse…

Pero no siempre suceden las cosas de este modo. Hay días, de sol, tan puros, tan limpios, que el mirar hacia el horizonte infinito es una delicia ¡Oh cuánto se ve! Se ve lo que no se puede decir, lo inefable… Y con los colores más tenues, más diluidos… ¡Qué delicadeza en todo!

Se ven, entre tanto bueno, unas manchitas oscuras balanceándose en los oleajes. Son las barcas de Ortiguera que están al calamar. Parecen moscas en el azul de los mapas de nuestros hogares…

En esos momentos, si se repara, nunca falta una columna de humo en la lejanía. Es el signo que delata la presencia del navío que va en la derrota de las Antillas, pongamos por caso. Pero el barco no ve ¡qué ha de ver! La curvatura de la tierra lo impide. Lectora aducida y lector respetable – siempre me gustaron las precisiones – recuerda esto:

La tierra es redonda. Como una naranja: achatada por los polos y ensanchada por el ecuador…