Nuestros árboles

Programas y folletos

Publicado en: Programa de las Fiestas de Navia. Agosto-1974

En el año en que estamos, 1974, se celebra en todas partes el Año Forestal Mundial. Era hora de que el mundo abriera los ojos a esa verdad de tanto bulto y tan necesaria como es el árbol.

Navia no puede estar ausente de esa fiesta, en su celebración. En Navia, en su municipio, hay varios millones de árboles forestales: pinos, eucaliptos, robles, chopos, abedules, alisos… Y, además, algunos miles de frutales.

Conviene no olvidar esto. Y no solo para conservarlos sino, también, para aumentarlos. Y, en todo caso, para cuidarlos con la máxima atención y el mejor esmero.

El árbol es, para todos, un pasado fructífero que la Naturaleza puso en nuestro suelo. Y debe ser un porvenir lleno de esperanzadas venturas.

El árbol representa mucho en todos los órdenes. En lo económico están a la vista los servicios que nos presta. Y nos acompaña en la intimidad, en el hogar, en forma de mueble. La química, por su parte, lo hace materia prima de múltiples bienes cada día más fecundos.

En lo espiritual las bondades del árbol son infinitas… Con pueblos, montañas y ríos forma el paisaje. Y el paisaje es alimento del alma. En el día y en la noche es el hogar de la pajarería. Y esta, sin duda, nos canta la alegría de vivir.

Y refresca el aire que respiramos. Lo purifica.

El Dr. Marañón fue toda su vida un enamorado del árbol. Él dijo todo lo que sigue:

“El árbol, en general, es una de mis más hondas preocupaciones nacionales. La paz y el bienestar se simbolizan en el árbol. Porque los hombres criados a la sombra de los árboles tienen que ser más comprensivos, más dúctiles, más generosos que los que aun siendo de condición excelente, reciben sobre su cabeza los rigores del cielo, a plomo, sin la sutil celosía de las hojas…

La llanura pelada dispersa a los hombres… El árbol, en cambio, el árbol copudo que se alza frente a la casa familiar, o el grupo de árboles al borde del camino, o el frutal opimo, o el bosque lleno de misterios, llaman bajo su sombra a los que aman ya, e inducen con su paz, a los enemigos, a deponer su rencor.

De cada árbol que se arranca puede nacer un anarquista. De cada árbol nuevo puede nacer una conversación eficaz y una amistad.”

ALEJANDRO SELA

San Roque

Programas y folletos

Publicado en: Programa de las Fiestas de San Roque. Agosto-1963

El barrio de San Roque, de Navia, está llamado a los más altos destinos. Esto ya es seguro.

Por todo.

Este barrio crece y se multiplica. Cumple el precepto bíblico, sencillamente.

El que da una vuelta por San Roque se siente envuelto en un ambiente confortador y subyugante. Y cuando no, sorprendente.

El santo, en su humilde templo, lo gobierna todo. El inspira el genio de los hombres para que hagan casas. El estimula a la gente joven para que se instruya y sea buena. El hace que la tierra de las huertas sea fecunda y de los mejores frutos. Y él procura que las flores de los campos sean más hermosas y tengan los colores más vivos.

Todo lo que pasa por San Roque se contagia. Y adquiere un aire de frescura y novedad. Los hombres se hacen más ecuánimes, es decir, menos tontos.

¿Y las mujeres? ¡Ah! Ellas adquieren una mayor belleza y una especial donosura. Y si no lo son ya, se hacen un poquitín soñadoras….

¡Palabra!

Ya lo dije, el barrio de San Roque está llamado a los grandes destinos.

Sela

Yo no soy veraneante

Programas y folletos

Publicado en: Programa de las Fiestas de Navia 1961

Ni lo fui nunca. Ni tengo la ilusión de llegar a serlo.

La razón parece clara. Cuando se vive en un pueblo del norte con playa, pueblo donde otros veranean, no se le ocurre a uno la idea de marcharse a otra parte. ¿Para qué?

No hay duda. A mí me gustaría mucho irme a otra localidad, cada verano, si pudiera echarme un primer amor, con todas las ventajas que ello supone: insomnios con delicadas congojas, tiernas emociones… Pero no sé por qué me parece que la lista de mis primeros amores está ya agotada.

Durante el verano, pues, no siento la necesidad de moverme. Desde hace tiempo, todos los años, tengo derecho a unas vacaciones con sueldo. Pero así como a este sueldo, por necesidad, he tenido que ingeniármelas para darle un destino, con las vacaciones, francamente, no sé lo que hacer. Yo creo que si pudieran negociarse en Bolsa, como los bonos de Tesorería, las cedería… a la par

Por otra parte, carezco de las cualidades y los anhelos del veraneante. Este quiere playa y sol, mucho sol. A mí el sol, durante el verano, no me da frío ni calor. Quiero decir que no me interesa.

Es más. Experimento un verdadero placer en ver las lluvias de las tormentas veraniegas. Las gotas de agua, gordas, caen verticales y pesadas como la plomada. Y, juntas, forman corrientes rápidas en las calles que se atropellan para escapar por los enrejados del alcantarillado. Y el ambiente de la calle, la atmósfera, después de esas lluvias, me encanta. Y el goteo de las ramas de los árboles. Y tantas cosas.

Ignoro lo que es el veraneo en cuanto viajero como padre de familia, así como el hacer las maletas al ir y al venir, buscar billetes de autobús o de tren, y todo eso. Sospecho que tenga sus momentos de emoción. Al menos es una experiencia vital.

Y si no soy una atracción para los forasteros, colaboro con el Ayuntamiento para que estos salgan de Navia contentos. Los atiendo lo mejor que puedo. Si alguno de ellos, es un decir, me pregunta por una calle, no solamente se la digo, sino que cambio mi propia ruta para acompañarle e indicarle el sitio preciso. Me esfuerzo por ser servicial. Así aporto mi granito de arena para que haya cordialidad en la Humanidad. Y sé decir con cierta corrección: “Yes, mistress» y «Oui, madame». Esto para el supuesto de que sea una extranjera estupenda quien me dispense el honor de dirigirse a mí. Ya se dieron casos.

¿Qué cómo paso el verano?

No hay queja. En el paseo o en las terrazas de los bares, mi cuerpo está donde tiene que estar. Pero no así mi espíritu. No puedo con él. Se me escapa volando y se va, de belleza en belleza, como si fuera una abeja libadora…

SELA

Y otra vez Navia

Programas y folletos

Publicado en: Folleto Turístico “Navia”. Agosto-1961

Navia, como pueblo de veraneo, ni sube ni baja. Quiero decir que tiene su gente. Poco más o menos, todos los años la misma.

A mí me gusta que sea así. Y que siguiendo su evolución natural, para los que vivimos aquí, Navia no llegará a desfigurarse.

Lo digo porque, en los últimos años, ha habido pueblos de España que, por necesidades veraniegas, han dado tan fuertes estirones que de villitas se transformaron en ciudades. A mí esto me parece demasiado. Yo creo que a estos pueblos se les escapa el carácter, se les evapora el alma.

Las gentes de negocios, no creo que opinen como yo. En los pueblos de crecimiento rápido siempre hay más posibilidades de hacerse rico. Pero allá se las haya cada cual con su ventura. Yo no soy el tutor de ningún hombre de negocios.

Navia es un pueblecillo del norte de España, muy digno. Y que tiene de todo para verse uno perfectamente atendido. Cafés y bares con terrazas donde se pasa muy bien. A uno le sirven café y vinos de lo mejor y donde se puede “picar” lo que se quiera. Con ello no sólo se nutre el cuerpo sino que también se alegra el espíritu… Tiene playa. Y, sobre todo, el paisaje que le rodea es de maravilla.

La verdad es que en las cercanías no tenemos grandes monumentos. Ni románicos, ni góticos, ni cosas de esas. Pero, a pesar de todo, vamos viviendo. Hay, por cierto, en un concejo contiguo, en Coaña, un castro celta. Los celtas eran un pueblo guerrero. Pero no hay nada que temer. Hace tiempo que se han ido… Y aquí han dejado unas paredes, restos de alfarería y algunas piedras con agujeros. Con tan poca cosa los estudiosos se las arreglan para ir por el mundo dando conferencias.

Se me olvidaba. En Navia hay unas mujeres muy guapas. Mayores y menores. Pero sobre todo, de edades intermedias. En esta categoría las hay, francamente,

¡Estupendas!

SELA

San Roque

Programas y folletos

Publicado en: Programa de las Fiestas de San Roque. Agosto-1960

El barrio de San Roque, de Navia, es un barrio algo que tal, distinguido. Y no, en principio, por razón de las personas que en él vivimos. No.

Es distinguido por su flora y por su fauna.

Su flora está dominada por el manzano, el espino blanco y el laurel. Su fauna, por el mirlo y el jilguero.

El mirlo, con su levita negrísima, como si fuera un tenor de ópera, desde las ramas elevadas de los árboles, en primavera y verano, nos tiene a todos pendientes de sus admirables cantos.

Los jilgueros, con sus vistosos colores y su vuelo saltarín, andan de aquí para allá, en grupos de cinco o seis, en quinteto o sexteto, exhalando las más delicadas melodías. Van desde el espino al manzano y desde éste al laurel en sus rondas con luz de día.

A éste, al jilguero, un poeta, Quevedo, le llamó flor, y dijo

Flor que cantas, flor que vuelas,
y tienes por facistol
el laurel, ¿para qué al sol
con tan sonoras cautelas
le madrugas y desvelas?
digasme,
dulce jilguero, ¿por qué?

Toda esta «gente», mirlos y jilgueros, que con nosotros convive, influye indudablemente en el carácter de las personas. Todos más o menos, tenemos algo de pajarito. Nos gusta volar, si no con el cuerpo, al menos con el alma.

Nos gusta, además, la Naturaleza a rabiar, los amaneceres claros y luminosos, los árboles, las florecillas que hay a los lados de los caminos. Y tenemos la ilusión de una vida mejor, más grata.

Una vez al año, tal día como hoy, en honor de San Roque, el santo del perrito, los vecinos de este barrio formamos un concierto de hermandad y de alegría.

Y, en tan solemne ocasión, convocamos a nuestros amigos de las cercanías a que vengan a vernos y a confraternizar en el baile y en el canto.

Y, en definitiva, en una alegría total.

Sela

Nuestra fiesta

Programas y folletos

Publicado en: Programa de las Fiestas de San Roque. 2-8-1959; De vuelta del Eo (1960).

Hace tiempo que lo he notado.

Los pueblos de alcurnia, con hondas raíces metidas en el pasado, tienen generalmente dos partes: La alta y la baja. Sólo dos pueblos citaré, los más importantes en la historia de la civilización. Atenas y París:

La parte alta de Atenas se llama la Acrópolis. Lo de París, Montmartre. En Montmartre está el templo del Sagrado Corazón, en lo cristiano, y todo lo demás. En la Acrópolis ateniense el Partenón, en lo pagano, y lo que le cuelga.

Esto porte alta de los pueblos es lo más significativo, la que les da nombre ante el mundo. Es, en definitiva, lo privilegiado ante los ojos de la Divinidad. Los barrios altos viven en las nubes o, si se prefiere, las nubes viven en ellos. Y están, además, un poquitín más cerco del cielo…

Navia como los pueblos grandes, tiene también su parte alta y su parte baja. La alta es el barrio de San Roque. Desde donde se ve y domina todo. Y en él está, por otra parte, la capilla del santo. En lo espiritual, como cristianos, los vecinos nos agrupamos en su torno.

No de ahora, de antiguo, Son Roque, el santo de Montpellier, con su perro, nos preside. Él marca la pauta…

Por todo lo dicho, se comprende que los vecinos de este barrio seamos un poco soñadores. Somos hormigas en lo estrictamente indispensable para ir tirando. Por lo demás, tenemos mucho de cigarras.

Cantaremos mejor o peor, pero cantamos.

Ahora vamos a hacer fiesta porque nuestro natural nos inclina a derramar alegría. Es lo que queremos dar…

Esto que el lector amable tiene en las manos es una invitación. Una cordial invitación.

Y con palabras elevadas salidas del corazón, pero inevitablemente metalizadas por el moderno altavoz, en nombre del barrio os digo: Venid.

¡Os tocaremos la gaita!

Sela

Navia

De vuelta del Eo, Programas y folletos
Folleto turístico, publicado en Navia. 1958. Autores: Ramón D. Faraldo y Alejandro Sela

Publicado en: Folleto turístico Navia. Agosto-1958; De vuelta del Eo (1960); Revista del Descenso 2013. Centenario de Alejandro Sela.

Cuando se viene del cielo a estas tierras de Asturias, si se es ángel, lo más próximo a él, para tomar un descanso, es el pico de Panondres. Desde allí, sobre la roca pelada y viva, se puede recrear la vista si la atmósfera está despejada y limpia. Se domina todo el concejo de Navia.

A los pies de uno se verá, en una hondonada, Anleo, con su castillo almenado. A la derecha, Puerto de Vega, pueblo de pesca, Villapedre, Villaoril, Cabanella… A la izquierda, Armental, la cinta gris, de espejo, de la ría de Navia, el casco urbano de la villa del mismo nombre, La Colorada, Andés…

Dentro de estos hitos hay, por cualquier lado que se mire, salteadas, casas blancas o parduzcas que forman pequeños lugares, sembrados y prados con sus verdes de terciopelo. Y en masas de boscaje, también por medio, pinos…

Al fondo, en la lejanía, la mole undosa, movediza del mar. Que unas veces es azul, otras verde, otras, plateado. Según… Y en la desembocadura de la ría, al lado de la playa, una línea de espuma blanca. Infaliblemente…

Si se es ángel se tienen alas. Claro. Así que, en un corto vuelo se pone uno en el campanil de la Iglesia de Navia. Cogido a la cruz del remate, por ejemplo, desde allí se precisa bien lo que le rodea a uno.

Dos puentes – el del tren y el de la carretera – unen a Navia con El Espín, en el concejo de Coaña, y se ve, además, Mohías con su vasto eucaliptal.

Aparecen tendidos, planos, como la palma de la mano, en las márgenes de la ría, ocres juncales con sus tallos hirsutos. Y prados en marisma, en Olga y el Pardo.

Por otro lado, al mediodía, se ve el hostal de los pobres, la casa de Ordenanza.

Se percibe la nota vibrante de una sierra que dentellea una rolla. Y si se pone atención, se oye también un mirlo con pico de oro que canta en la copa de un árbol…

El ángel ha de irse. Se siente el batir de alas. Allá va… hacia las alturas de donde vino. Poco a poco su figura a se pierde entre las nubes.

Pasarán los años…

Y un buen día, añorándolo, dirá a sus amigos, otros ángeles:

Érase una vez un pueblecito de la costa asturiana…

ALEJANDRO SELA

Los Campamentos. De Andés baja el amor.

De vuelta del Eo, Eco de Luarca, Programas y folletos

Publicado en: Eco de Luarca. 29-9-1957; De vuelta del Eo (1960); Revista del Descenso 2003.
Leído por: La Voz de Occidente-Radio Luarca el 21-9-1957.

En un barrio de Andés, El Aspra, hay una casa, una casona más bien, que yo, realmente, no sé de quién es. Desde hace años, durante los veranos, la ocupan unos mozos que vienen de todos los puntos de España y que, en ella, se concentran en un albergue de comunidad estudiosa.

En torno a esa casa hay verdes de prados y de pinares. Y pasan por allí, haciendo conmoverse a los árboles, aires frescos del mar Cantábrico. Dentro de la casona, los tales mozos, pasan el día dedicados a las labores intelectuales. Pero al cabo de la jornada, al atardecer, tienen dos horas, dos horitas, de descanso y libertad. En ese tiempo bajan a la villa, a Navia. Y entonces hacen lo que suele hacer la gente joven: decir lo que se siente…

El amor viene de Andés…

Hacia las ocho de la tarde bajan en riada lo que las gentes de Navia llamamos campamentos.

Los campamentos no son unos currutacos, ni unos pisaverdes. No pueden serlo. Sus vestiduras son tan simples, tan sencillas y tan iguales que no hay manera de que se distingan unos de otros. Un jersey azul, un pantalón blanco y unas botas de lona lo cubren todo.

De Andés viene el amor…

Cuando el sol se va ocultando, algodonosas nubes celan al rey de la luz. Hay en las tardes, a esas horas, una apacibilidad y un sosiego que sólo se ven turbados, en algún momento, por el piar de pájaros que van y vienen.

De los campamentos no hay nada que decir… de malo. A través de los años se ha comprobado que en las lides de amor huyen limpiamente de la trampa burda y ordinariota. Es el suyo un galanteo refinado, de buena ley. Hay elegancia en las formas, y en las intenciones. Lo mejor.

Las mujeres de Navia, las nuevas, saben todo esto de memoria. Y la acogida que dan a los campamentos, cada año, es cordial, efusiva.

Cordialidad de amor…

Flota en el aire de Navia, en el estío, un calorcillo de alegría que se vaporiza y desvanece como el humo de un pitillo de tabaco rubio. Hay, se intuye, un fluir de emociones que salen de ilusionados corazones primerizos.

Yo creo que Cupido hace “camping” en un prado de las cercanías de Navia. Y prepara los elementos y hace lo posible para que no falten esas emociones.

Ya se han ido este año los campamentos. Pero antes de salir, cada año y cada turno, en las primeras horas de la madrugada, recorren las calles de la villa con cantos de ronda. La luna brilla o no brilla. Depende. Pero en todo caso hay rasgueo de guitarra en el relente de la noche.

Y allí, ante cualquier casa donde vive una mujer guapa, hacen estación.

– Es a mí. A mí me cantan – piensan y dicen ellas en ese primer sueño que se quiebra con músicas de amor que vuela…

El amor en ese momento viene de Andés, es cierto. Pero anuncia que se va… con la música a otra parte.

¡Tristeza de adiós! ¡Tristeza de amor!

Pero un buen día retorna ¡Siempre vuelve el amor!

Navia, al concluir el verano, se queda un poco desolada y triste. Pero queda en algunas bocas un paladeo de regusto como si fuera de un bombón que se acaba.

El otoño, sin embargo, viene enseguida. Y trae sus amarillos, sus ocres y sus azules limpios y puros. Obra como un bálsamo que cura y suaviza las heridas donde las haya. Las hace restañar.

El otoño es la estación que, por lo menos, a todos distrae y entretiene. Vienen de Villaoril las castañas ensartadas en hilos como cuentas de rosario. Y los maizales se desnudan y se ríen, y nos enseñan sus bigotes y sus dientes de oro…

Pero las lluvias, primero, y los fríos, después, nos obligan a recogernos en nuestros hogares. Y se ve que en los amaneceres salen, por las chimeneas de las casas, humos negruzcos y espesos, pero tranquilos.

En ese recogimiento íntimo evocamos los buenos momentos del pasado. En el alma de muchas mujercitas quedan todavía huellas de un verano que se fue. Y piensan: – ¿Qué pasó? ¿Qué era aquello, Dios mío?

Lo diré, pero no con palabras mías. Con palabras de un poeta, de Bécquer:

 Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman;
el cielo se deshace en rayos de oro;
la tierra se estremece alborozada;
oigo flotando en ondas de armonía
rumor de besos y batir de alas
mis párpados se cierran ¿Que sucede ?
¡Es el amor, que pasa!

El carácter de sus gentes

Hacia la ría del Eo, Programas y folletos

Publicado en: Folleto turístico, Navia. Agosto-1956; Hacia la ría del Eo (1957)

Quizá sea fácil, después de poco trato, conocer el carácter de un individuo. Pero es indudable que el problema se dificulta mucho cuando se trata de precisar el de una colectividad o pueblo. En este caso hay que averiguar qué es lo que domina, si la gente buena o la mala. Determinar este predominio supone algún conocimiento filosófico o de sociología y haber viajado mucho. Como yo no me encuentro en este caso es claro que, al hablar de esto me encuentro metido en un brete. En general, el carácter de un pueblo se muestra al visitante según la situación de su bolsillo. Si lleva dinero en él, los pueblos son, normalmente, acogedores… Y si no, suelen mostrársele hoscos y duros. Esto es una verdad como un templo.

Es cierto que, con frecuencia, en los cafés o en los coches de línea, se oyen juicios sobre las bondades de los pueblos. Pero de esto que le dicen a uno no hay que fiarse mucho. Un juicio adverso puede estar motivado por circunstancias personalísimas. O, al revés, un juicio halagüeño.

Uno habla de un pueblo según le fue…o le va en él.

No se puede olvidar. También hay que tener en cuenta el carácter del que juzga. Hay quien quiere, al visitar un pueblo, que le dejen en paz, que no le den la lata. Y hay quien quiere que le den cháchara en cada esquina. A alguien, al preguntar por una calle, le gusta que le saquen el sombrero y lo lleven de la mano Y, por el contrario, hay a quien no le interesa esto, ni pregunta por calle ninguna.

A primera vista parece que yo me encuentro en muy buenas condiciones para apreciar el carácter de las gentes de Navia. Pero no creo que sea cierto. Si bien no soy nativo y, por tanto, debo verme libre de la pasión cegadora, por otra parte tampoco soy forastero, ya que, por mi residencia aquí, hace años que he dejado de serlo.

Yo he sido, en la juventud arrogante, visitante de Navia en días solemnes. Y siempre me dio, para pasarlo bien, buena acogida y trato cordial. Y por esta razón Navia siempre me tiró… Y a mis paisanos los de las riberas del Eo, les ocurre otro tanto.

Hoy, casi no hace falta decirlo, Navia se halla a la altura de los pueblos más adelantados.

Esta villa es comercial e industrial. Pero por tener mar y río también es veraniega. En estas calendas, por algo será, se ocupa toda. No queda una habitación vacía. Y esto, indirectamente, también quiere decir algo en favor de su vecindario.

En resumen, después de exponer las anteriores ideas deshilachadas creo que el carácter de las gentes de Navia es

¡Bastante bueno!

Homenaje a «Chele»

Programas y folletos

Texto taquigráfico del discurso pronunciado por D. Alejandro Sela, en la cena – homenaje a D. Félix García “CHELE”, celebrada el día 13 de Abril de 1952, en el Hotel Mercedes de Navia.

Publicado en: Programa de Fiestas de San Roque, 1964

Bueno.

Voy a hablar. En realidad yo no he sido nunca partidario de las charlatanerías de banquete, nunca me han gustado, por parecerme que lo que en ellos se dice, a los postres, más que ideas puras y limpias, fruto de cabezas despejadas, son más bien ideas turbias y enclenques, producto de excitaciones alcohólicas.

Sin que esto suponga una excepción, allá va, allá voy. Si he de ser orador algún día, creo que ya va siendo hora de empezar. A ello me anima sobre todo la confianza de que me vais a juzgar, no por la brillantez de mi exposición, sino por lo que veáis de sincero en lo que diga.

Quiero, si no justificar este acto – cada cual es libre para enjuiciar – justificar el por qué he venido yo. Me interesa.

Esta cena o comida, entiendo yo, se celebra en honor de la buena voluntad, de la sencillez y de la humildad. Cualidades todas ellas reunidas y concordadas en una sola persona: Chele.

Ha sido, pues, la causa, tan honrosa, la que me ha movido a venir con verdadero placer y contento.

Y ha querido, además, el azar, la suerte, traerme a esta casa que ha sido mi hogar cerca de tres años, formando parte de una gran familia de la que es timonel el nunca bien ponderado Benjamín, también humilde, trabajador y caballero. ¡Ah!, se me olvidaba, y lector incorregible del “Coyote”.

Yo tengo a Chele, lo he tenido siempre, por una gran persona. Y vosotros al acudir aquí, sin duda lo tenéis en una opinión que no es más baja que la mía. Cuanto se haga y cuanto se diga en alabanza de este hombre, es justo. Nadie como él personifica hoy las esencias más puras de esta villa de Navia, uniendo por su edad, un pasado relativamente lejano con la actualidad que vivimos. Y siempre actuando, en beneficio de todos, con el mismo espíritu: jovial, alegre, voluntarioso y desinteresado.

Yo he venido hoy a cenar con Chele para disfrutar unas horas de placidez y tranquilidad. Por unas razones o por otras, por dentro o por fuera, mi vida es bastante intensa. Y así como el velero después de recorrer muchas singladuras de mar embravecido y proceloso se refugia en una bahía para ordenar su arboladura y su velamen, así yo recalé esta noche en esta ensenada, para dar refacción a mi espíritu donde brilla la paz y la cordialidad en torno a un hombre bueno.

Concurre en Chele una circunstancia que ejerce sobre mí un enorme atractivo. Es ella la de no ser un hombre leído.

Chele, bien nacido, se ha formado a sí mismo en una vida llena de humildad. Él es el artífice de su propia persona. En contacto con la lucha diaria, ha tenido el gran instinto de asimilar las enseñanzas de los buenos y dar de lado, despreciándolos, los malos ejemplos de los malvados. Se ha formado, no por influencias de pedagogías ni retóricas, sino en la escuela de la vida, que es la más pura fuente de conocimiento.

Soy yo, precisamente yo, muy leído, quizá excesivamente leído, el que viene aquí a hacer un cálido y sincero elogio de una personalidad así elaborada.

Los hombres de buen corazón y de alma transparente no necesitan lecturas ni maestros para dar ejemplo de vida. Son seres puros y sanos, como frutos selectos de la naturaleza.

Frente de estos hombres están – yo me incluyo – los que estudian, los que están hartos de letras de imprenta y de tener maestros barbudos. Nosotros – los así formados – ya no somos fruto de la naturaleza, sino más bien seres artificiales, algunos de aparente vistosidad, pero en el fondo eso: puro artificio. Por encima de lo que se llamó cultura o civilización, o cosas de esas, solo hay una gran verdad, como dijo un gran ingenio: cada uno es como Dios lo dio, y aún peor muchas veces.

Chele, pues, es un ser natural, formado en la vida. Yo, artificial, formado en los libros. Pero a pesar de esta indudable diferencia en cuanto al ser, hay algo que nos une y nivela.

Chele, con el corazón, va por la vida. Y yo, el que estudio, voy guiado por una cabeza mejor o peor nutrida. Pues bien, los corazones y las cabezas bien intencionadas no deben representar valores sociales dignos de estima. Para nuestra actuación en la vida no hay alientos ni estímulos. Nosotros no tenemos cupo en los repartos de incienso. Hemos llegado tarde.

En las columnas de los periódicos no habréis visto nunca nuestros nombres para ensalzarlos un poco, no hay sitio. Esas columnas de periódicos están abiertas de par en par para alabar, no los corazones ni las cabezas, sino a los que tienen unas piernas en condiciones. ¿Y quiénes están bien de piernas?. Lo sabe cualquiera: los futbolistas y las artistas de varietés.

Para ellos son las glorias y los laureles de la apreciación social.

Pero no importa. Chele es humilde por naturaleza y yo lo soy por resignación. Ambos nos damos por servidos, no ya con que ese nos quiera bien, sino con que el pueblo de Navia no nos quiera mal.

Yo recuerdo ahora las múltiples veces que, en época de fiestas, he visto a Chele con manojos de cohetes. Me produjo la misma sensación que si viera a una mujer con ramos de flores. Es decir, me produjo efectos agradables.

Ya sabéis para que quiere Chele la pólvora. Para prenderle fuego y hacerla ascender por los caminos del cielo, guiada por una vara de avellano, y producir a la altura de las nubes el fenomenal estampido. Así, con tanta sonoridad, nos llama a todos a las fiestas, a la alegría y a la vida.

¡Qué contraste tan enorme! Los hombres cultos, las grandes mentalidades del mundo, los conductores de pueblos, ¿sabéis para qué quieren la pólvora? Para embutirla en los cartuchos de los fusiles y de los cañones. Y luego que tienen muchos hechos, se reúnen en pomposas asambleas internacionales, arman «el bollo» y llevan al ser humano, no a la alegría y a la vida, sino al aniquilamiento o a la destrucción, al sacrificio, o la guerra y, en fin, a la muerte.

El más grande de los españoles de todos los tiempos, Cervantes, ya dijo en su Quijote que los montes crían letrados y las cabañas de los pastores encierran filósofos. Chele, en su humildad, en su silencio, es las dos cosas. Nada de arrogancias. Y sobre esta base de conocimiento humano, se destaca lo que es más visible y da perfil a su ser: Chele es una persona, tiene personalidad.

Para mí, ser persona consiste en que en los actos de la vida se piense con la cabeza propia y no con la del vecino. Chele no es el que pide consejos a Juan o a Pedro para saber lo que tiene que hacer en cada caso. Cuando Chele sale de casa sabe a donde va, cierto, seguro, sin mirar a los lados, importándole un bledo que los que lo vean rían o lloren. A él no le interesa saber eso. Eso, sí. Va siempre dispuesto a hacer bien a todos, si puede, y mal a ninguno.

Y con el espíritu más elegante que pueda tener el ser humano: estar siempre dispuesto a darlo todo, y no esperar ni pedir nunca nada.

Esto es enorme, caballeros.

La mayoría de los hombres cuando salimos de casa no sabemos ciertamente o donde vamos. No sabemos con seguridad si vamos a hacer bien o mal; miramos a los lados; nos preocupa lo que pueda pensar el vecino o el amigo; con vanagloria buscamos el aplauso para nuestros actos, nos fijamos en lo que hacen !os demás, pedimos consejos, nos mueve el interés más de lo que se supone la gente, etc. etc. En una palabra, dudamos. No tenemos confianza en nosotros mismos. Somos el tipo Hamlet, que si se nos ha de dar algún valor como tipo humano es por contraste, solo por contraste, para que sobre el fondo de nuestra mediocridad resalten los buenos, los mejores.

Yo he venido hoy aquí, además, ostentando una representación: la de los pueblos de las orillas del Eo. Ribadeo y Castropol, por mi aunque indigno, nacido en una de aquellas orillas, están representados. No podían faltar. Muchos de los jóvenes de esos pueblos dimos aquí los primeros pasos al lado de una mujer que nos sonreía. Y esos primeros pasos por cierto estaban iluminados por unos farolillos que tú, Chele, colgabas de unas redes que previamente tus manos delicadas pero viriles, tejían de rama a rama en los árboles del parque.

¡Farolillos! ¡Luciérnagas que disteis luz a nuestras primeras ilusiones!

Chele, eres un poeta, un gran poeta. Con tus manos, por ser pintor, embelleces nuestras moradas, recreas nuestra vista. Con tu gran corazón nos ennobleces. Y con tus actos, llevas a nuestras almas la alegría y el contento.

¡Chele, eres un artista!

Yo siento que en estos momentos no nos acompañe alguna mujer de Navia. Pero es igual. Yo sé que te quieren todas, una a una. Puedes estar orgulloso.

Nada hay que ensanche y eleve tanto el corazón de los hombres como el saberse honestamente querido por almas de mujer. Puedes emocionarte un poco, si quieres. En estos instantes pensarán todas en ti, sin duda. Las mayores, con gratitud a lo que has hecho por ellas. Y las más jóvenes, que ya te conocen, con la ilusión y la esperanza de que cumplas siempre lo que has creído ser tu deber….

NOTA. – Chele nació en San Roque, el 13 de enero de 1.888.