Publicado en: Faro de Tapia. 7-12-1957; Leído en Radio Luarca el 30-10-1957; De vuelta del Eo (1960)
La ría del Eo es, normalmente, plácida y tranquila.
En invierno, sin embargo, hay días crudos con vientos y chubascos que
la azotan de lado a lado.
Los vendavales bajan de la montaña y producen fuertes oleajes que
enturbian las aguas. Si coinciden con lluvias hay crecidas que arrastran lo que
alcanzan a su paso: botes mal fondeados, troncos y ramas de árboles, animales
muertos… Nunca, a pesar de todo, gracias a Dios, las riadas fueron de
hecatombe…
Por otra parte, hay días de nordestes fuertes que vienen del mar y van
hacia arriba. Como estos vientos se dan por rachas, con intermitencias, son,
sin duda, más peligrosos para la navegación.
La ría del Eo, además, en el bajamar queda casi, al desnudo,
descubierta. Y así, en algunas partes, exhibe lamas y lodos muy oscuros y, en
otras, tesones de arenas amarillas que con la luz del sol parecen de oro…
En este estado, desde Castropol hacia arriba, queda un canalillo que
permite la circulación de lanchas y botes muy malamente.
Por todas estas causas, y por otras, hay una técnica marinera de
navegación. Hay que conocer las corrientes, hay que evitar las varadas. ¡Hay
que saber!
Yo quiero hoy evocar, sencillamente, unos cuantos nombres de marineros
que conocieron sus más recónditos secretos. A su lado nacieron, en ella
vivieron, y, en sus riberas, murieron. Sus nombres sonaban mucho hace treinta
años o poco más.
Todos ellos hicieron profesión sobre ella a base de remo o a base de
vela. O, en algunas ocasiones, de botavara. Todavía sus nombres resuenan como
un eco que no se desvanece.
A mí, especialmente, no se me olvidan. Cuando ellos eran hombres yo era
un niño. Y entonces, para mí, a pesar de verlo, todo lo marinero tenía un algo
de mito, de leyenda o de misterio envidiable.
A Puga, de Abres, lo
recuerda, físicamente, de un modo vago. Pero oí hablar de él infinito. Los
marineros de Abres eran casi todos pescadores en la ría. Bajaban con la marea
en las tardes y pescaban casi siempre de noche, dando bogos con red en torno a
los tesones.
Cientos y cientos de veces los vi pasar desde La Taraxe de Vilavedelle.
Iban seis u ocho botes, algo separados, en línea, Sus remadores daban paladas
apresuradas. Puga era uno de ellos, el de más nombre.
Los Revisos, de Vegadeo, eran
tres hermanos. Los conocí. Eran fuertes y nobles. Tenían grandes lanchas que
usaban para transportes. Arriaban arena de los tesones para la construcción,
sal, maderas y, en fin, mercancías de todo género.
Primote era marinero de
Castropol. Se dedicaba a la “barcaxe”, a pasar gente de Castropol a Ribadeo o a
Figueras. Lo traté mucho. Era sencillo, servicial, sumamente atento.
De Figueras el marinero que más hondo recuerdo dejó en mi fue Lilao. Que bueno era Lilao. Este hombre
llevaba gente, en su bote, desde Figueras a Castropol o a Ribadeo. Lilao usaba galochas,
siempre lampas. Lilao era un hombre humilde, de lo más. Pero siempre reía,
siempre…
En Ribadeo conocí un marinero, pescador típico, de poblada barba y que
fumaba en pipa. Era el Altruán. Lo vi
muchas veces coger su navío, era un bote de nada, y dejarse ir al son de la
corriente hacia la boca de la barra, donde él pescaba. De lejos se veía como un
punto negro flotando y meciéndose en las ondas que venían formadas de mar
afuera. Siempre pescaba solo, como si fuera El
Viejo de Hemingway.
Todos estos nombres que cito y otros más, por supuesto, se dieron en
cuerpo y alma a la ría del Eo. Unas veces mojados, calados hasta los huesos, y
otras, mal comidos, por la deshora.
Sus vidas se acompasaron al ritmo de las mareas. Y con ellas subían o
bajaban en el bogar de su existencia.
Si la ría del Eo ha tenido héroes, esos son. Y no otros.
En las casas donde nacieron o vivieron no hay lápidas que los recuerden,
no han sido todavía lapidados… Y, para su fortuna, no creo que lo sean nunca.
Ni falta que hace.
Pero es preciso recordarlos. Sus vidas discurrieron libres de pasiones
vanas y de ambiciones locas, justificándose en el temple de la dureza y de la
honestidad.
Siempre como buenos, siempre como caballeros. Lo ideal.
Antes flotaban en sus lanchas sobre las ondas de la ría. Yo quiero que
hoy floten sus nombres en las ondas de la radio que cruzan las nubes que tapan
la misma ría del Eo.
¡Puga, Revisos, Primote, Lilao,
Altruán…!