Un veraneante singular. Álvaro Delgado

Eco de Luarca

Publicado en: Eco de Luarca. 27-10-1957

Álvaro Delgado lleva ya tres veranos viniendo a Asturias. Precisando más, a Navia.

Este hombre es, pues, un veraneante. Pero no un veraneante como los demás, del montón. Es un veraneante singular.

El veraneante, normalmente, es un ser que viene de alguna capital del interior. Se supone que viene cansado y está dispuesto en todo momento a darse buena vida. El veraneante no hace nada. Es posible que su descanso sea muy merecido. Aceptado.

Pero Álvaro Delgado vive en Madrid. Y allí, en su estudio de la calle de Antonio Toledano, pinta largo y tendido. Y en cuanto llega a Navia, siempre en el mes de junio, vuelve a pintar. O mejor sigue pintando.

Delgado en cuanto llega a Asturias tira de la manta. Y al tirar de la manta descubre lo que estaba tapado. ¿Y qué es lo que estaba tapado? Pues, sencillamente, la belleza de nuestros tierra.

El artista, el artista que lo es de verdad, es un descubridor. Nos enseña a ver lo que a la generalidad de la gente le pasa desapercibido. Cuando él planta su caballete el algún paraje no se debe dudar: allí hay belleza. Y él con sus pinceles, la fija, en un dos por tres, en un lienzo o en una tabla. Y después lleva su obra a Madrid, a Castilla. Y entonces es cuando quedan pasmados los que ven sus paisajes de maravilla. ¿Y eso es Asturias? – preguntan. ¡Claro que es Asturias! – dice Álvaro ¡Y qué remedio!

Álvaro Delgado y yo, durante el verano, nos vemos a menudo. A él le gusta mucho hablar de la mujer. Y a mí, del amor. Como no es posible hablar de la mujer sin referirse al amor. Y como, por otra parte, no es posible hablar del amor sin referirse a la mujer, dicho se está que nuestros ideales se entrecruzan y se rozan como si fueran floretes de dos aguerridos esgrimidores.

Ahora que se va, concluido el verano, quiero hacerle unas preguntas de interés para nuestros convecinos. Es domingo. Con unos amigos estamos en la terraza de un bar, al borde de la ría de Navia. Sobre nuestras cabezas hay el emparrado de unas enredaderas. Hay en torno nuestro mujeres, muchas mujeres guapas. Pero tienen novio… En las mesas que nos rodean se habla de amor en concreto. Nosotros, como si fuéramos filósofos, tenemos que hablar del amor en abstracto. Cuando uno se tiene que dedicar a hacer filosofía… ¡Malo! Los que nos rodean viven de ilusiones. Pero los de nuestra mesa… ¡De recuerdos!

¡Hay que resignarse!

Empiezo el interrogatorio. Dime, concretamente, ¿qué pueblos o qué rincones has pintado este verano?

– Te lo diré, empezando en Luarca y acabando en el Eo. En Luarca pinté primero un paisaje bastante grande tomándolo desde la capilla de San Antonio. En él aparece la Atalaya, el cementerio y una fábrica de conservas. Este cuadro lo hice por encargo. Hoy lo tiene en su poder don Pedro Miñor, una personalidad asturiana bien conocida en Luarca. Un tema con ligeras variantes lo repetí en dos oleos más pequeños. En uno aparece el Club Náutico. Los llevo a Madrid. Pinté un óleo del muelle de la ensenada donde se ven muchas barcas amarradas. Hice otro óleo más de La Atalaya vista desde Los Cantiles. Por cierto que cuando lo estaba realizando apareció por allí, de casualidad, una fuerte personalidad luarquesa. Me refiero a Villa Pastur. Este hombre, hablándome de muchas cosas, me hizo muy amena la tarde. Hice, además, un “gouache” con la ermita de San Timoteo para una portada del “Eco de Luarca”. En fin… En el último mes de mayo estuve en Luarca con el pintor Ricardo Macarrón y con el crítico de arte del diario “Ya”, Ramón D. Faraldo. Me animaron a que pintara cosas de Luarca.

– Muy bien. De Puerto de Vega ¿qué?

– Es un  pueblo muy bonito. Pero este año no pude hacer nada. Los dos veranos anteriores le hice varios óleos y algunas acuarelas. Otro año insistiré.

– ¿Y de Navia?

– Este es el año que más pinté a Navia. En el Espín, en el puerto y en algunos otros puntos encontré temas muy gratos para llevar a los lienzos. Ten en cuenta además que hice retratos y dibujos a mujeres de lo más distinguido de Navia.

Álvaro prosigue. En Ortiguera pinté un óleo. En Viavélez tres o cuatro de rincones encantadores de marinas con aguas sombreadas. De Tapia hice también varios óleos. La luz de Tapia tiene indecibles misterios. Cambia de una forma que no te puedes dar idea. Tapia es una mina, una mina a cielo abierto.

– Hablemos un poco del Eo.

– No faltaba más. En Castropol hice un óleo. No tuve tiempo para más. Bien sabes tú que esa es una de mis predilecciones. Pero hice muchas fotografías de sus lugares. Y tú, que me acompañaste, lo sabes también. Tengo en proyecto para otro verano de esa ría un sinfín  de cosas, he de tratarla como merece. Contigo la he paseado de parte a parte. Conozco Vilavedelle, Grandallana, Seares, Presa y en fin, ese maravilloso escenario de los amores de doña Rosa Pérez Castropol y don Antonio Cuervo. Y más arriba también conozco: Vegadeo, Taramundi, Añides, Penzol, Meredo, Sestelo, Presno. Y en conclusión un mundo nuevo y siempre sorprendente para mí por la cantidad de belleza que encierra.

Pienso, un poco vanidosillo quizá, que se va haciendo justicia a nuestra tierra. A Álvaro Delgado le creo. Si él viene voluntariamente a veranear por aquí por algo será ¡Algo tendrá el agua cuando la bendicen!

– ¿Qué piensas hacer con lo pintado?

– Exponerlo en Madrid y en Barcelona. En Madrid, en la sala Biosca se abrirá una exposición de mi obra el día uno del próximo febrero. Y en Barcelona en el siguiente mes de Marzo.

Se acabaron las preguntas y las respuestas. Como les dije hablé con Álvaro en la terraza de un bar. El lugar se despuebla. Es la hora de comer. Nos levantamos. Álvaro Delgado, ahora que te vas, ¡buen viaje!

Alejandro Sela

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