SIN TÍTULO (El mercado)

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Ya el sol es ido…

Y no hay luz de estrellas. Ni luz de luna. Todavía…

Hay, como se ve, media luz. Luz de tango

A media luz los dos…

Pero no es eso lo que yo quería decir. Lo que se ve es un preludio de noche oscura, cerrada…

Se suele creer que el mercado, donde se compra y donde se vende, es la prosa de la vida. Y sin embargo, la verdad es que hay un no sé qué de encanto, de misterio, en el ir y venir de las gentes…

Voces, barullo… El regateo…

Y por el suelo, en cestas o como cuadra, patatas, cebollas, verzas, rabizas,…

Y aquí y allí buhoneros con sus “existencias” tendidas por el suelo un poco al desaire. Uno vende loza, tazas, platos, vasos de noche, etc., etc. Otro, escarpidores, peinetas, pendientes y otros aderezos para el amor. Otro, juguetes… Ahí en la foto, se ve a una mujer enlutada ante su cacharrería de barro como si fuese un rebaño de ovejas de lo más dócil…

A veces se ve en el mercado una mujer remangada que tiene en la mano un cuchillo imponente. Nada de crímenes. Es la pescadera, la que vende el bonito…

El mercado es, en los pueblos, una manifestación artística. Es el gran bodegón.

En él hay una naturaleza muerta.

¡Y viva!

SIN TÍTULO (En este pueblecito)

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En este pueblecito que ahí veis viven mujeres hermosas…

¡Qué vecindario! Cuatro casitas como quien dice…

¡Y qué bien urbanizado! Nada de adoquines, nada de cemento… Y, como secuela, nada de arbitrios municipales…

El suelo es arena suave… Con los pies desnudos se pisa y no se nota…

Las mujeres que ahí viven a veces no lo son o no lo parecen. Tal vez sean hadas o sirenas… algo fantástico, soñado y no real.

Algunas usan gafas oscuras para defender sus ojos de la dureza de las claridades meridianas. Los ojos que emiten una luz como si fueran luceros de la mañana… Y de los que dijo un poeta,

Bien pueden alargar la vida al día
Suplir el sol, sustituir la aurora
Disimular la noche a cualquier hora…

No he de seguir. No está bien manchar papel con palabras tontas…

Góngora, por favor, di algo por mí,

Muda,
la admiración habla callando

 ¡Vaya lección!

SIN TÍTULO (Las brumas del mar)

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Hay ocasiones en que las brumas del mar se acercan tanto a la costa que, desde la carretera de la playa, al lado de estos pinos, sólo se ve, del Cantábrico, un poquito de agua. Tan poca que a uno se le ocurre la idea genial de llevársela a casa en un botijo…

A mí me avergüenza, es lo cierto, como vecino, que el veraneante que nos honra, no disponga limpiamente, de las vastedades oceánicas. Pero es así. Hay que achicarse…

Pero no siempre suceden las cosas de este modo. Hay días, de sol, tan puros, tan limpios, que el mirar hacia el horizonte infinito es una delicia ¡Oh cuánto se ve! Se ve lo que no se puede decir, lo inefable… Y con los colores más tenues, más diluidos… ¡Qué delicadeza en todo!

Se ven, entre tanto bueno, unas manchitas oscuras balanceándose en los oleajes. Son las barcas de Ortiguera que están al calamar. Parecen moscas en el azul de los mapas de nuestros hogares…

En esos momentos, si se repara, nunca falta una columna de humo en la lejanía. Es el signo que delata la presencia del navío que va en la derrota de las Antillas, pongamos por caso. Pero el barco no ve ¡qué ha de ver! La curvatura de la tierra lo impide. Lectora aducida y lector respetable – siempre me gustaron las precisiones – recuerda esto:

La tierra es redonda. Como una naranja: achatada por los polos y ensanchada por el ecuador…

SIN TÍTULO (Navia brilla de blancura)

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Navia brilla de blancura, de pureza, en la tarde soleada. Y proyecta, en las aguas verdes oscuras del río, lo inaudito, sombras claras… Las nubes, también blancas, con los campos y las montañas forman un acorde de transparencia y fluidez lumínica…

Navia, que es Asturias, no es sólo la consabida oscuridad bajo el emparrado de nubes plomizas ¡Ah, no!

Hay días, como el que se ve, donde el alma de sus residentes se expande y se eleva a regiones de lo etéreo y vuela hacia horizontes ilimitados, si fin…

En el centro de la villa, en lo alto, el campanil de la iglesia, gótico, parece un ciprés de armiño. Y que no proyecta sombras ni turbiedades. Al contrario, da luz. Por él, canalizadas, van hacia el cielo las plegarias de la gente noble y buena que pide a Dios lo que hay que pedir y Él, de buena gana, da. Resignación ante el dolor de la vida. Y la fe de que, siendo buenos, ha de alcanzarse lo que es justo que se alcance,

¡La gloria!  

INFORMACIÓN GENERAL DE ASTURIAS. SÍNTESIS

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En la época romana Asturias estaba dividida en dos partes: Asturias Augusta y Asturias Transmontana. La primera tenía por capital Astorga – hoy pertenece a León -. Y la segunda tenía por capital Luco, muy cerca de Oviedo actual.

Los astures transmontanos eran ya conocidos, desde muy antiguo, por su carácter belicoso. Un historiador antiguo decía que eran guerreros hasta el delirio.

Hecho histórico notable: La iniciación de la Reconquista española ocupada por los musulmanes en el año 718. Pelayo, príncipe godo, ayudado por los asturianos inició la rebeldía de Covadonga. Llevaba en la mano una cruz. La cruz de Pelayo.

Monumentos: Prerrománicos: Iglesia de Santullano, Iglesia de Santa María de Bendones. Románicos: Santamaría del Naranco y San Miguel de Lillo. Todos en Oviedo. Oviedo tiene además, una hermosa catedral gótica.

En San Román de Candamo hay una cueva prehistórica notable.

Industria: Mieres, Sama de Langreo, La Felguera, Laviana, Cangas del Narcea y Tineo tienen minas de carbón muy importantes. En Avilés, de reciente creación, hay una siderurgia.

Hay muchos pueblos pesqueros. Todos tienen fábricas de conservas. Llanes, Lastres, Candás, Luarca, Puerto de Vega, Ortiguera, Tapia.

Pueblo pesquero excepcionalmente pintoresco. Cudillero.

Abundan las industrias de la madera. Hay muchas serrerías.

En la parte oriental de Asturias hay muchos manzanos. Se hace sidra.

Cultivos. Parte occidental: Trigo, maíz y patatas. Y prados. En la oriental, maíz y prados.

Hay mucho ganado vacuno en toda la provincia. E industrias derivadas. Fábricas de manteca y embutidos.

Pueblos más importantes: Oviedo, Avilés. Gijón es uno de los puertos más importantes del Cantábrico.

Deportes Alpinos: El Naranjo de Bulnes es un picacho muy difícil de escalar.

En el Puerto de Pajares se practican deportes de nieve. Allí hay un excelente Parador de Turismo.

Fútbol: Oviedo y Gijón tienen equipos de primera división.

Pesca: Los ríos asturianos son muchos. Todos tienen truchas. Menos el Nalón que es un río negro porque e sus aguas se lava el carbón.

Los ríos salmoneros. El Sella, el Narcea y el Navia. En ellos pescan pescadores españoles y extranjeros.

Pueblos veraniegos: Por unas razones o por otras, todos los pueblos de la costa sirven para veranear. Tienen buenas playas Celorio, Ribadesella, Villaviciosa, Gijón, Salinas, La Arena, Tapia y Peñarronda.

DI QUE XELE

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Una raposa iba andando por un camino. Y, subido a una pared, en una mañana soleada, había un gallo que cantaba. La raposa, con sus astucias, se las arregló para dar un salto y cogerlo con la boca. Y, en ella, lo llevaba hacia el monte para comerlo. El gallo iba asustado. Pero, para salvarse, se le ocurrió decir:

– Raposa, di que xele.

– Que xele.

Y, claro, al abrir la boca el gallo se escapó saltando y volando. Pasó el tiempo…

Otro día iba la raposa por el mismo camino. Y vio al gallo que cantaba en otra mañana de sol. Lo mismo que aquel día, la raposa lo atrapó. Y lo llevaba hacia el monte… El gallo recordó la frase salvadora:

– Raposa, di que xele.

 Pero la raposa, con cautela, por lo  bajito, sin soltar su presa, dijo:

Que xele
Que deje de xelar
De los mis dientes
No te has de escapar

LOS MONTES

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El árbol en comunidad forma el monte o el bosque.

El bosque llama a los pájaros, los atrae. Hay vida vegetal y vida animal.

Las copas se juntan y buscan un paralelismo que lleva hacia el cielo.

Los rayos del sol atraviesan el follaje como pueden y se proyectan en el suelo en forma de manchas amarillas.

La abuela de Caperucita vivía en el bosque. Hoy vivimos en el bosque. Y hay misterio. Y habiendo misterio, no hace falta decirlo, hay poesía.

Al monte o al collado
do mana el agua pura

Hasta las fieras buscan el amparo y el cobijo en el monte.

Los poetas han exaltado y cantado al monte.

Del monte en la ladera
Por mi mano

En la primavera y en el otoño es una escala viva de color que halaga los sentidos. En la primavera apuntan los colores verdes y amarillos. En el otoño, los bosques, para morir, recurren a una escala de amarillos sorprendentes.

Si el bosque lo integran árboles diversos, hay una casi permanente sinfonía de color. Todo es matiz, o clímax de matices.

Caen las hojas. Se pegan unas a otras como escamas. Poco a poco, se van pudriendo y pegándose al suelo o a la tierra. Con ella se desposan. Se funden en la tierra misma. Y las de cada año van sucediéndose unas a otras. Pero entre tanto, el árbol crece y cuando empiezan a cubrirse de hojas, los pájaros van eligiendo la rama donde han de construir su hogar de crianza. Solo hogar de primavera. Los pajaritos aprenden a volar de rama en rama.

El árbol o el monte en el invierno se desviste y se queda con sus ramas mondas.

El bosque es poesía divina. Poesía insuperable. Poesía de Dios.

El bosque, cuando los vientos son fuertes, canta. Canta canciones poéticas, emocionadas. En él hay dolor. Las ramas se rozan unas con otras, se hieren, A veces, se parten. Pero el monte canta. Los árboles se doblan, cimbrean.

Las humedades del bosque son las humedades que más se conservan. El sol no puede apremiarlas a que se volatilicen.

Los bosques alegran el alma, y como alma la tenemos todos y como además, las almas en sustancia, son iguales. De ahí se sigue que el bosque es un bien común. A todos, si somos sensibles, nos alcanza en la misma medida. A todos nos inocula y vacuna su fluyente encanto, su penetrante poesía.

La vida es buena debido a las suscitaciones que nos vienen de fuera. Y esas suscitaciones las analizamos o no. Las percibimos con la conciencia o no las percibimos. Nuestro espíritu se amilana o se esponja. Y muchas veces no sabemos el por qué.

El bosque, con su alegría, con su fuerza, nos penetra súbitamente. Y siempre para bien. Nada malo nos puede venir del monte. Pero goces, sin embargo, infinitos. 

EL ÁRBOL (incompleto)

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Quien haya plantado un árbol, lo haya visto crecer y vivir, sabe lo que es un árbol.

Quien lo haya hecho así, crea un afecto. Crea, más aún, un amor.

Y un amor, ya se sabe lo que es, algo que nos encadena y ata.

El amor del árbol es algo cargado de fidelidades y de correspondencias. Sin querer vivimos en el árbol. El árbol vive en nosotros. Hay, y perdonadme la licencia, una comunión de almas, Íntima, gozosa.

Cuando se ama un árbol vivimos en permanente deseo, en íntima zozobra. Quisiéramos verlo crecer en una vida apresurada, llena de perfecciones y de belleza. Quisiéramos que tuviera más primaveras y más otoños.

Como si fuera un hijo.

El árbol agradece como nadie los favores que se le hacen. Si se ve acosado y dominado por malas yerbas, se cría enclenque o se muere. Si le despejamos el espacio…

SIN TÍTULO (El caracol y las lanchas)

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Así como el caracol, durante el invierno, vive acurrucado en los escondrijos de las paredes de las huertas, así esas lanchas pasan el letargo invernal en el puerto de Navia.

No se ha dejado ningún cabo suelto. Están sin vida, casi inmovilizadas. Si sube la marea, ellas suben. Si baja la marea, ellas bajan… En su interior hay frío, hay humedad. Hay óxido en los herrajes.

Están juntas, dijérase del brazo, como si fueran mujeres cuando van por la calle.

En la primavera los caracoles salen con sus cuernos orientados a ganarse la vida… Las lanchas también salen con su único cuerno que es frágil, sutil, de humo. Unos y otros han cogido vigor. Las lanchas hacen arar en el mar en esa labor de agricultura que deja una estela de ondas en forma de ángulo que, cada vez, se ensancha más.

SIN TÍTULO (Hornos de cal)

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A la orilla de la ría del Eo, en su mano derecha mirando al mar, hay un campo alargado – llamado de la Taraxe – ligeramente ondulado. Al borde de ese campo, por la parte de arriba, hay una hilera, en ruinas, de hornos de cal, que a fines del siglo pasado todavía exhalaban hacia el cielo penachos de humo, signo del cocimiento de piedras calizas que en sus entrañas se hacía. Los hornos eran propiedad, cada uno, de las casas solariegas de villa, aldea o pueblo colindante. Cada vecino, con su familia, trabajaba y explotaba su horno, como una añadidura a los rendimientos de sus labranzas, que cada cual también trabajaba.

Hoy esas ruinas están cubiertas de yedras, silvas, tojos y madreselvas, y en todo ello encuentran soporte los mirlos y otros pájaros para hacer sus nidos, en la paz de lo inhabitable por el hombre y el rumor constante de las olas de la ría.