VINO ASTURIANO II

Inédito

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El vino asturiano no es un vino de bandera… La escasez del sol y la abundancia de lluvias y nieblas contribuyen en gran manera, al empobrecimiento de azúcar en la uva y, por consecuencia, al bajo índice alcohólico del vino.

Pero… se conservan los viñedos por el gran respeto que se tiene a lo heredado. Vino hicieron los padres, los abuelos… de los actuales viticultores. Y ellos siguen en la brecha.

Nada de técnicas modernas. Bodegas familiares, de cosechero. Y pura artesanía.

Los viñedos son o están todos empinados o en fuerte pendiente. Las labores son costosas y, por ello, no se hacen todas las necesarias.

El mildiu y el oídio, con tantas humedades, hacen su agosto.

El vino por su escasez de alcohol se pierde pronto. Y ello obliga, en la mayoría de los casos, a consumirlo antes del año.

Por ser un vino familiar, la comercialización prácticamente no existe.

Variedades hay muchas. La Albarín negra, la que más, sobre todo en la zona de Cangas. Y Mencía, Verdejo, Albarín blanco, Garnacha, Carrasquín.

En la cuenca del Navia, Pesoz, Pelorde, y San Martín, hay tinto del país y Palomino y Blanco de Jerez, además de las anteriores. Hubo filoxera.

Los rendimientos por cepa son cortos. 1 kilo aproximadamente.

El grado alcohólico medio anda por los nueve. En algunos casos, menos. Y en no muchos algo más.

No hay estadísticas de nada. Y, por tanto, nada de control oficial, según creo. En Cangas del Narcea anda por las 300 hectáreas con propiedades muy divididas. Una docena de hectáreas por Tineo. Algo parecido en Pola de Allande. Zona de Ibias – San Antolín, Cecos y Marentes – cerca de 200 hectáreas. Y por san Martín de Oscos, Pesoz, Illano y Boal, 150 Ha. Lo que da un total en Asturias aproximadamente de 700 Ha.

El diez de septiembre último hice un viaje “de conocimiento” por la principal ruta del vino asturiano, Salí de Navia a las cinco y media de la mañana. Amanecí por Gio, Pelorde y Pesoz zona vitícola para mí bastante conocida. A los noventa kilómetros paré en el puerto del Acebo, ya en la provincia de Lugo y atravieso el municipio de Negreira de Muñiz, por una carretera estrecha y temeraria, mala. Después de unos treinta kilómetros me meto de nuevo en Asturias y me topo con el primer pueblo vitivinícola Marentes, ya en el co0ncejo de Ibias.

En Marentes hay vino blanco y tinto. Visito la bodega familiar de José Antonio Fernández Arias quien me obsequia por todo lo alto. Sin duda aquí en este pueblo, está el mejor vino asturiano. Anda por los 12 grados y, por eso, se conserva más que en cualquier otra parte.

Marentes está en un valle hondo, estrecho, por donde pasa el río Ibias afluente del Navia.

Sigo. Seis kilómetros más allá en el mismo valle, está la capital del municipio, San Antolín de Ibias. Y Cecos. Por aquí están los viñedos, pequeños, tendidos en las laderas de montes impresionantes. La carretera sigue siendo estrecha, descarnada, llena de curvas y cuestas. Y así he de seguir cincuenta y tantos kilómetros más, hasta llegar a Cangas del Narcea.

En este camino se pasa por el puerto del Connio, de 1310 m de altura, y por uno de los lados del monte Muniellos, una de las masas forestales más nutridas de flora y fauna, de España.

Llego a cangas a las 12 de la mañana. Y me meto en, una taberna, a comer como una fiera. Las emociones del camino me abrieron el apetito.

Después veo los viñedos de la zona y paso por Tineo.

Y al regreso, en Navia, ya compruebo que había andado 290 Km y no por buena carretera.

VINO ASTURIANO I

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La producción de vinos en Asturias es, casi se puede decir, un lujo. Y, además, en cuanto a cantidades, tampoco se puede decir que sea de bandera…

En la escala de valores de los vinos españoles hay que colocar los asturianos hacia el final.

Sin embargo, el viticultor no abandona el campo.

Es posible que los viñedos asturianos se conserven como una herencia puramente afectiva. No hay, se puede decir, industria vinícola. Hay una producción familiar que pasa de padres a hijos.

La plantación de viñedos y la elaboración del vino no están incorporados a las nuevas técnicas. Por otra parte los rendimientos son, por hectárea de cultivo, muy cortos.

Hay, en Asturias, tres zonas vitivinícolas bien diferenciadas: La del Navia, cuyos centros son Pesoz y Pelorde. La del Ibias con San Antolín y Marentes. Y la de Cangas de Narcea con pueblos de su contorno. En la primera se cultivan aproximadamente 150 Ha. En la segunda, 200 Ha. Y en la tercera, unas 300 Ha. En total, cerca de 700 Ha.

Los viñedos están todos en laderas siempre de fuerte pendiente. Y, orientadas, con preferencia, al mediodía. El laboreo de las tierras, en estos tiempos, es caro. Y, por eso, no se trabaja lo que se debiera.

Las variedades de cepas son muchas. Se oye citar pos las zonas antedichas, la Albarín Blanca y la Albarín Negra, la Carrasquín, la Garnacha, Mencía, Verdejo, Palomino…

La escasez de sol y la abundancia de lluvia y nieblas con “pasto abonado” para que se desarrollen las enfermedades criptógamas. El Mildiu y el Oídium, principalmente. Se lucha contra ellas con azufre y sulfato de cobre.

La elaboración del vino consiste en lo más elemental. Se vendimia y, en los lagares familiares, en toneles o cubas, se pisa la uva. Conseguido el líquido, mosto, en otra cuba se realiza la fermentación tumultuosa que dura diez días o doce días. Se descuelga o trasvasas el líquido, ya vino, a otra cuba y allí se queda. Se clarifica, generalmente, solo. Por sedimentación de posos.

Hay vino tinto y blanco. Pero uno y otro son flojos, de poco alcohol, ocho o nueve grados, y de bastante acidez. Y, por esa pobreza alcohólica, se conservan mal. Debe consumirse antes del año.

El vino asturiano de más fuerza, es decir, más alcohol, es, sin duda, el de Marentes – Ibias -. Llega a los once grados.

INFORMACIÓN GENERAL DE ASTURIAS. SÍNTESIS

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En la época romana Asturias estaba dividida en dos partes: Asturias Augusta y Asturias Transmontana. La primera tenía por capital Astorga – hoy pertenece a León -. Y la segunda tenía por capital Luco, muy cerca de Oviedo actual.

Los astures transmontanos eran ya conocidos, desde muy antiguo, por su carácter belicoso. Un historiador antiguo decía que eran guerreros hasta el delirio.

Hecho histórico notable: La iniciación de la Reconquista española ocupada por los musulmanes en el año 718. Pelayo, príncipe godo, ayudado por los asturianos inició la rebeldía de Covadonga. Llevaba en la mano una cruz. La cruz de Pelayo.

Monumentos: Prerrománicos: Iglesia de Santullano, Iglesia de Santa María de Bendones. Románicos: Santamaría del Naranco y San Miguel de Lillo. Todos en Oviedo. Oviedo tiene además, una hermosa catedral gótica.

En San Román de Candamo hay una cueva prehistórica notable.

Industria: Mieres, Sama de Langreo, La Felguera, Laviana, Cangas del Narcea y Tineo tienen minas de carbón muy importantes. En Avilés, de reciente creación, hay una siderurgia.

Hay muchos pueblos pesqueros. Todos tienen fábricas de conservas. Llanes, Lastres, Candás, Luarca, Puerto de Vega, Ortiguera, Tapia.

Pueblo pesquero excepcionalmente pintoresco. Cudillero.

Abundan las industrias de la madera. Hay muchas serrerías.

En la parte oriental de Asturias hay muchos manzanos. Se hace sidra.

Cultivos. Parte occidental: Trigo, maíz y patatas. Y prados. En la oriental, maíz y prados.

Hay mucho ganado vacuno en toda la provincia. E industrias derivadas. Fábricas de manteca y embutidos.

Pueblos más importantes: Oviedo, Avilés. Gijón es uno de los puertos más importantes del Cantábrico.

Deportes Alpinos: El Naranjo de Bulnes es un picacho muy difícil de escalar.

En el Puerto de Pajares se practican deportes de nieve. Allí hay un excelente Parador de Turismo.

Fútbol: Oviedo y Gijón tienen equipos de primera división.

Pesca: Los ríos asturianos son muchos. Todos tienen truchas. Menos el Nalón que es un río negro porque e sus aguas se lava el carbón.

Los ríos salmoneros. El Sella, el Narcea y el Navia. En ellos pescan pescadores españoles y extranjeros.

Pueblos veraniegos: Por unas razones o por otras, todos los pueblos de la costa sirven para veranear. Tienen buenas playas Celorio, Ribadesella, Villaviciosa, Gijón, Salinas, La Arena, Tapia y Peñarronda.

Hay vino en Asturias

Vino, amor y literatura

Publicado en: Vino, Amor y Literatura (1971)

Es posible que haya mucha gente por España que no sepa que en Asturias hay vino. Pues sí, lo hay. Se produce en tres zonas. En Pelorde y Pesoz, en la cuenca baja del Navia, en San Antolín de Ibias y sus contornos, y en Cangas de Narcea y pueblos de su Ayuntamiento.

Al objeto de tomar el pulso a esos pueblos por su producción vitivinícola, un día de septiembre último – 1970 – resolví hacer un viaje de conocimiento. Tomé, en Navia, la carretera de Grandas de Salime y, a unos cincuenta kilómetros, está Pelorde. Poco después, Pesoz. No me detengo mucho. Esta zona la conocía de antiguo. En Pelorde hace vino Pepe de Barcia. Y en Pesoz, Álvarez Linera.

Ahora viene lo bueno. Llego al puerto del Acebo, ya dentro de la provincia de Lugo, doblo a la izquierda y me meto por el municipio de Negueira de Muñiz. Hay nieblas y, además, llueve. Y la carretera, de algún modo hay que llamarla, es estrecha y pésima. Cruzo un puente sobre el río Navia y entro de nuevo en Asturias. Me detengo en Marentes y visito a un vinícola, José Antonio Fernández Arias. Me recibe encantado y me obsequia por todo lo alto.

Más tarde paro en San Antolín y en Cecos. Y “veo” sus viñedos y sus vinos. Y subo un puerto de 1.315 metros. El Couño. Y aquí me detengo a hacer meditaciones un poco filosóficas. Las montañas asturianas son más bien montañas rusas…

Bajo el puerto, por el otro lado, y me doy cuenta de que, a la derecha, hay un bosque fantástico. Es Muniellos.

Llego a Ventanueva, y respiro. Ahora la carretera parece una sala. Más abajo está Cangas de Narcea, donde me detengo a comer con vino del país. Y hago algunas visitas.

Los vinos asturianos tienen un denominador común. Son flojos. Pero hay tinto y blanco. Y no está comercializado. Cada productor lo hace para sí y, acaso, para algún amigo. Y de ahí no pasan. Pero noto en los cosecheros su afán de pervivir. Quieren mantener una tradición.

Se cultivan en Asturias algo así como ochocientas hectáreas de viñedo.

Rutas de Asturias

De vuelta del Eo, Las Riberas del Eo

Publicado en: Las Riberas del Eo. 5-9-1959; De vuelta del Eo (1960)

En los primeros días del año último, un grupo de amigos tomamos el acuerdo de dar una vuelta por los pueblos del occidente asturiano. Queríamos pasar un día de esparcimiento y goce campero que rompiera la monotonía de nuestros quehaceres cotidianos.

Hicimos realidad nuestro deseo. Uno de los primeros días de Octubre, no recuerdo cual, amaneció con sol. Algunas nieblas se veían en lontananza, pero no parecían presagio de nada malo. No era de temer, y así resultó, que el tiempo cambiara.

Serían las nueve de la mañana cuando salimos de Navia, en coche. Los primeros Kilómetros los pasamos a velocidad. Nos eran muy conocidos los pueblos. Así pues, pasamos rápidamente por Cartavio, La Caridad, Valdepares, Tapia, Serantes, etc., etc.

Poco después de Barres, a la altura de la Linera, paramos: Y desde allí vimos el castillo de Donlebún a la derecha. Y, de frente, Castropol y Ribadeo que coqueteaban con las aguas azogadas y apacibles de la ría del Eo. A la izquierda se veían Salías y el Esquilo.

Seguimos. Pero haciendo el viaje más lento. Nos detenemos en Vilavedelle y vemos la hermosura de la ensenada que llega a Fabal.

Cuatro Kilómetros nos faltan para llegar a Vegadeo. Pero antes atravesamos Fondón, en Río de Seares.

Vegadeo. Tomamos un refrigerio. Y nos metemos por una ruta totalmente desconocida para todos. Vamos a ir a Taramundi. La carretera arranca de Vegadeo casi en llano hasta llegar a un lugar con molinos de agua, donde empieza una larga cuesta, varios Kilómetros, que llega hasta cerca de Ouria. Subiendo vemos a un lado Las Cruces y Ferreirameón. Al otro, Fuente de Louteiro y Cereigido. En las laderas de los montes y en las hondonadas por donde pasa el río Monjardín, hay una vegetación nutrida, que, por fuerza de la estación, empieza a amarillear. El paisaje, con el sol de la mañana, es delicioso. Las crestas de las montañas van desnudándose. Y una onda misteriosa me trae a la memoria estos versos de Góngora

 Raya, dorado sol, orna y colora
del alto monte la lozana cumbre

Antes de llegar a Ouria, cruzamos la Sela de Fabal. Pero en Ouria nos detenemos y sacamos una foto de la iglesia del pueblo. Sabemos que de esta y de su archivo, está haciendo lúcidos estudios un sacerdote de Vegadeo, D. José Rodríguez Fernández.

Después de Ouria, a poca distancia, nos encontramos con el Castro. El paisaje y los pueblos que ahora vamos viendo, toman un tinte distinto de lo visto antes de Vegadeo, lo que se llama, por la proximidad al mar, La Marina. Las casas que encontramos son más oscuras, algunas sin encalar, más rústicas, pero de una belleza incomparable. Aquello parece burilado al aguafuerte.

Atravesamos la Sela de la Entorcisa y pasamos, dejándolo a nuestra izquierda, un pueblo al descubierto, alegre, Bres. Poco después la carretera tiene un puente. Debajo se desliza el río Cabreira.

Seguimos la carretera con muchas curvas y vemos árboles sin cuanto, castaños, robles, nogales… Y encaramándose hacia las alturas, tojos, carqueixas y queirotas.

Llegamos a un lugar donde el horizonte se ensancha. Las montañas parece que se abren. Vemos hacia allá una iglesia de torre alta, con el caserío en torno, ¿Qué es aquello? Lo adivinamos. Taramundi. Alto el coche. Una foto.

Taramundi no es un pueblo grande pero tiene mucho carácter. Habíamos oído hablar tanto de Taramundi. Pero no nos defrauda, no. Vimos su iglesia y, un poco más arriba, un parque de robles. Solo robles. Una joya.

He aquí al famoso Taramundi, el pueblo que hace navajas y las manda a medio mundo. Le dedicamos una hora. Y con gran contento. Pero hay que irse. Vamos, siguiendo la carretera, hacia Galicia.

El paisaje es más espacioso, la carretera mejor, más cuidada. Pero la belleza sigue de dueña y señora. No se nos oculta. Atravesamos Vega de Zarza y, un rato después, Conforto. Conforto es una aldea rica. Se ve.

Cuando todavía no lo esperábamos, nos encontramos con una villa grande y de mucha importancia comercial. Es Puente Nuevo.

En este lugar estaban de fiesta. Nos apeamos y nos sentamos en la terraza de un bar. En frente, en un quiosco provisional, una banda de música toca pasodobles animados. Muy bien

Hemos de ir a comer a Ribadeo. Tenemos que marchar. Bajamos por una carretera de delicia. El río Eo nos acompaña a la derecha. Sus aguas son claras y, a veces, en las cascadas, blancas. Hay gran cantidad de árboles esparcidos o apretados. Los pinos y los eucaliptos son los amos. Pero en realidad, hay de todo. Pasamos por las cercanías de San Tirso sin detenernos. Y más abajo, Abres. Brisas con olor a mar penetran por las ventanillas del coche. Porto. Los llanos de Reme. Hacia la derecha, juncales. En la ría, se percibe la serenidad y opulencia de la pleamar.

Ribadeo. Una hora para comer. No más. Y con el pitillo en la boca, vamos al Faro. Desde Ribadeo al Faro hay una magnífica carretera que tendrá dos o tres Kilómetros. Desde ella, que está a buena altura, se ve como la ría del Eo le da la mano al Cantábrico. Y por otro lado, en tierra asturiana, Figueras, pueblo de recia tradición pesquera.

El mar, ese día y a tal hora, estaba tranquilo. Pero tenía las rugosidades necesarias para que no fuera espejo. Su color era azul plata. Y una bruma ligerísima lo unía con el cielo. No había raya de horizonte ¿Para qué?

Inmediatamente regresamos a Asturias. En Vegadeo preguntamos por D. José, el sacerdote escritor. Lo encontramos. Y conseguimos llevarlo con nosotros. Ahora vamos por la carretera de Piantón.

Y llegamos a Sestelo. Es preciso pararse y ver cómo anda aquello. Hoy está mejor que nunca. El embalse del salto, rodeado de mimbreras, con aguas limpias, tersas, parece algo así como de cuento de hadas.

Dejamos este sitio con pena. Pero es preciso seguir devorando hermosuras. Un ramal de carretera nos lleva por Añides y Penzol. Y nos encontramos, algo más arriba, que no podemos seguir. La carretera se acabó. Llegamos al campo del Couselo.

Er el Couselo, sin apenas darnos cuenta, estamos a quinientos metros sobre el nivel del mar. Desde allí vemos las huertas de la Cabanada, y Brañatuille.

El sol nos deja, declina. Hay que bajar. En Montealegre doblamos y cogemos la carretera de Meredo. En este camino y subiendo hacia la izquierda D. José nos señala un monte, y dice que allí estuvo, hace siglos, el castillo del Suarón. El tiempo lo borra todo. No hay rastro de nada. En ese momento solo se veían en el histórico monte, un par de yeguas comiendo tojos y tocando la choca.

Meredo es un pueblo plácido, bien situado. Visitamos su iglesia. Al subir al coche vemos dos cazadores que bajan del monte. Nos saludan. Son Rivera y Antuña. De Vegadeo. Cada cual trae un ramillete de perdices muertas. Estamos entre luces. Y todavía tenemos que ir a Presno. El Sr. Cura de este pueblo con toda amabilidad nos enseña también su iglesia, que es, por todos conceptos, interesante.

Son las ocho y media. No se ve ya. Estamos rendidos, agotados. Y no por cansancio físico, muscular. Nuestro cansancio es cerebral. Hemos visto, de cerca o de lejos, infinitas cosas dignas de atención.

El viaje fue bien aprovechado. A las diez de la noche llegamos a Navia. Cenamos.

Y nos vamos a la cama.