Yo no soy veraneante

Programas y folletos

Publicado en: Programa de las Fiestas de Navia 1961

Ni lo fui nunca. Ni tengo la ilusión de llegar a serlo.

La razón parece clara. Cuando se vive en un pueblo del norte con playa, pueblo donde otros veranean, no se le ocurre a uno la idea de marcharse a otra parte. ¿Para qué?

No hay duda. A mí me gustaría mucho irme a otra localidad, cada verano, si pudiera echarme un primer amor, con todas las ventajas que ello supone: insomnios con delicadas congojas, tiernas emociones… Pero no sé por qué me parece que la lista de mis primeros amores está ya agotada.

Durante el verano, pues, no siento la necesidad de moverme. Desde hace tiempo, todos los años, tengo derecho a unas vacaciones con sueldo. Pero así como a este sueldo, por necesidad, he tenido que ingeniármelas para darle un destino, con las vacaciones, francamente, no sé lo que hacer. Yo creo que si pudieran negociarse en Bolsa, como los bonos de Tesorería, las cedería… a la par

Por otra parte, carezco de las cualidades y los anhelos del veraneante. Este quiere playa y sol, mucho sol. A mí el sol, durante el verano, no me da frío ni calor. Quiero decir que no me interesa.

Es más. Experimento un verdadero placer en ver las lluvias de las tormentas veraniegas. Las gotas de agua, gordas, caen verticales y pesadas como la plomada. Y, juntas, forman corrientes rápidas en las calles que se atropellan para escapar por los enrejados del alcantarillado. Y el ambiente de la calle, la atmósfera, después de esas lluvias, me encanta. Y el goteo de las ramas de los árboles. Y tantas cosas.

Ignoro lo que es el veraneo en cuanto viajero como padre de familia, así como el hacer las maletas al ir y al venir, buscar billetes de autobús o de tren, y todo eso. Sospecho que tenga sus momentos de emoción. Al menos es una experiencia vital.

Y si no soy una atracción para los forasteros, colaboro con el Ayuntamiento para que estos salgan de Navia contentos. Los atiendo lo mejor que puedo. Si alguno de ellos, es un decir, me pregunta por una calle, no solamente se la digo, sino que cambio mi propia ruta para acompañarle e indicarle el sitio preciso. Me esfuerzo por ser servicial. Así aporto mi granito de arena para que haya cordialidad en la Humanidad. Y sé decir con cierta corrección: “Yes, mistress» y «Oui, madame». Esto para el supuesto de que sea una extranjera estupenda quien me dispense el honor de dirigirse a mí. Ya se dieron casos.

¿Qué cómo paso el verano?

No hay queja. En el paseo o en las terrazas de los bares, mi cuerpo está donde tiene que estar. Pero no así mi espíritu. No puedo con él. Se me escapa volando y se va, de belleza en belleza, como si fuera una abeja libadora…

SELA

Y otra vez Navia

Programas y folletos

Publicado en: Folleto Turístico “Navia”. Agosto-1961

Navia, como pueblo de veraneo, ni sube ni baja. Quiero decir que tiene su gente. Poco más o menos, todos los años la misma.

A mí me gusta que sea así. Y que siguiendo su evolución natural, para los que vivimos aquí, Navia no llegará a desfigurarse.

Lo digo porque, en los últimos años, ha habido pueblos de España que, por necesidades veraniegas, han dado tan fuertes estirones que de villitas se transformaron en ciudades. A mí esto me parece demasiado. Yo creo que a estos pueblos se les escapa el carácter, se les evapora el alma.

Las gentes de negocios, no creo que opinen como yo. En los pueblos de crecimiento rápido siempre hay más posibilidades de hacerse rico. Pero allá se las haya cada cual con su ventura. Yo no soy el tutor de ningún hombre de negocios.

Navia es un pueblecillo del norte de España, muy digno. Y que tiene de todo para verse uno perfectamente atendido. Cafés y bares con terrazas donde se pasa muy bien. A uno le sirven café y vinos de lo mejor y donde se puede “picar” lo que se quiera. Con ello no sólo se nutre el cuerpo sino que también se alegra el espíritu… Tiene playa. Y, sobre todo, el paisaje que le rodea es de maravilla.

La verdad es que en las cercanías no tenemos grandes monumentos. Ni románicos, ni góticos, ni cosas de esas. Pero, a pesar de todo, vamos viviendo. Hay, por cierto, en un concejo contiguo, en Coaña, un castro celta. Los celtas eran un pueblo guerrero. Pero no hay nada que temer. Hace tiempo que se han ido… Y aquí han dejado unas paredes, restos de alfarería y algunas piedras con agujeros. Con tan poca cosa los estudiosos se las arreglan para ir por el mundo dando conferencias.

Se me olvidaba. En Navia hay unas mujeres muy guapas. Mayores y menores. Pero sobre todo, de edades intermedias. En esta categoría las hay, francamente,

¡Estupendas!

SELA

San Roque

Programas y folletos

Publicado en: Programa de las Fiestas de San Roque. Agosto-1960

El barrio de San Roque, de Navia, es un barrio algo que tal, distinguido. Y no, en principio, por razón de las personas que en él vivimos. No.

Es distinguido por su flora y por su fauna.

Su flora está dominada por el manzano, el espino blanco y el laurel. Su fauna, por el mirlo y el jilguero.

El mirlo, con su levita negrísima, como si fuera un tenor de ópera, desde las ramas elevadas de los árboles, en primavera y verano, nos tiene a todos pendientes de sus admirables cantos.

Los jilgueros, con sus vistosos colores y su vuelo saltarín, andan de aquí para allá, en grupos de cinco o seis, en quinteto o sexteto, exhalando las más delicadas melodías. Van desde el espino al manzano y desde éste al laurel en sus rondas con luz de día.

A éste, al jilguero, un poeta, Quevedo, le llamó flor, y dijo

Flor que cantas, flor que vuelas,
y tienes por facistol
el laurel, ¿para qué al sol
con tan sonoras cautelas
le madrugas y desvelas?
digasme,
dulce jilguero, ¿por qué?

Toda esta «gente», mirlos y jilgueros, que con nosotros convive, influye indudablemente en el carácter de las personas. Todos más o menos, tenemos algo de pajarito. Nos gusta volar, si no con el cuerpo, al menos con el alma.

Nos gusta, además, la Naturaleza a rabiar, los amaneceres claros y luminosos, los árboles, las florecillas que hay a los lados de los caminos. Y tenemos la ilusión de una vida mejor, más grata.

Una vez al año, tal día como hoy, en honor de San Roque, el santo del perrito, los vecinos de este barrio formamos un concierto de hermandad y de alegría.

Y, en tan solemne ocasión, convocamos a nuestros amigos de las cercanías a que vengan a vernos y a confraternizar en el baile y en el canto.

Y, en definitiva, en una alegría total.

Sela

Nuestra fiesta

Programas y folletos

Publicado en: Programa de las Fiestas de San Roque. 2-8-1959; De vuelta del Eo (1960).

Hace tiempo que lo he notado.

Los pueblos de alcurnia, con hondas raíces metidas en el pasado, tienen generalmente dos partes: La alta y la baja. Sólo dos pueblos citaré, los más importantes en la historia de la civilización. Atenas y París:

La parte alta de Atenas se llama la Acrópolis. Lo de París, Montmartre. En Montmartre está el templo del Sagrado Corazón, en lo cristiano, y todo lo demás. En la Acrópolis ateniense el Partenón, en lo pagano, y lo que le cuelga.

Esto porte alta de los pueblos es lo más significativo, la que les da nombre ante el mundo. Es, en definitiva, lo privilegiado ante los ojos de la Divinidad. Los barrios altos viven en las nubes o, si se prefiere, las nubes viven en ellos. Y están, además, un poquitín más cerco del cielo…

Navia como los pueblos grandes, tiene también su parte alta y su parte baja. La alta es el barrio de San Roque. Desde donde se ve y domina todo. Y en él está, por otra parte, la capilla del santo. En lo espiritual, como cristianos, los vecinos nos agrupamos en su torno.

No de ahora, de antiguo, Son Roque, el santo de Montpellier, con su perro, nos preside. Él marca la pauta…

Por todo lo dicho, se comprende que los vecinos de este barrio seamos un poco soñadores. Somos hormigas en lo estrictamente indispensable para ir tirando. Por lo demás, tenemos mucho de cigarras.

Cantaremos mejor o peor, pero cantamos.

Ahora vamos a hacer fiesta porque nuestro natural nos inclina a derramar alegría. Es lo que queremos dar…

Esto que el lector amable tiene en las manos es una invitación. Una cordial invitación.

Y con palabras elevadas salidas del corazón, pero inevitablemente metalizadas por el moderno altavoz, en nombre del barrio os digo: Venid.

¡Os tocaremos la gaita!

Sela

Navia

De vuelta del Eo, Programas y folletos
Folleto turístico, publicado en Navia. 1958. Autores: Ramón D. Faraldo y Alejandro Sela

Publicado en: Folleto turístico Navia. Agosto-1958; De vuelta del Eo (1960); Revista del Descenso 2013. Centenario de Alejandro Sela.

Cuando se viene del cielo a estas tierras de Asturias, si se es ángel, lo más próximo a él, para tomar un descanso, es el pico de Panondres. Desde allí, sobre la roca pelada y viva, se puede recrear la vista si la atmósfera está despejada y limpia. Se domina todo el concejo de Navia.

A los pies de uno se verá, en una hondonada, Anleo, con su castillo almenado. A la derecha, Puerto de Vega, pueblo de pesca, Villapedre, Villaoril, Cabanella… A la izquierda, Armental, la cinta gris, de espejo, de la ría de Navia, el casco urbano de la villa del mismo nombre, La Colorada, Andés…

Dentro de estos hitos hay, por cualquier lado que se mire, salteadas, casas blancas o parduzcas que forman pequeños lugares, sembrados y prados con sus verdes de terciopelo. Y en masas de boscaje, también por medio, pinos…

Al fondo, en la lejanía, la mole undosa, movediza del mar. Que unas veces es azul, otras verde, otras, plateado. Según… Y en la desembocadura de la ría, al lado de la playa, una línea de espuma blanca. Infaliblemente…

Si se es ángel se tienen alas. Claro. Así que, en un corto vuelo se pone uno en el campanil de la Iglesia de Navia. Cogido a la cruz del remate, por ejemplo, desde allí se precisa bien lo que le rodea a uno.

Dos puentes – el del tren y el de la carretera – unen a Navia con El Espín, en el concejo de Coaña, y se ve, además, Mohías con su vasto eucaliptal.

Aparecen tendidos, planos, como la palma de la mano, en las márgenes de la ría, ocres juncales con sus tallos hirsutos. Y prados en marisma, en Olga y el Pardo.

Por otro lado, al mediodía, se ve el hostal de los pobres, la casa de Ordenanza.

Se percibe la nota vibrante de una sierra que dentellea una rolla. Y si se pone atención, se oye también un mirlo con pico de oro que canta en la copa de un árbol…

El ángel ha de irse. Se siente el batir de alas. Allá va… hacia las alturas de donde vino. Poco a poco su figura a se pierde entre las nubes.

Pasarán los años…

Y un buen día, añorándolo, dirá a sus amigos, otros ángeles:

Érase una vez un pueblecito de la costa asturiana…

ALEJANDRO SELA

Campoamor solo

De vuelta del Eo, Eco de Luarca

Publicado en: Eco de Luarca. 30-3-1958, pág 3; De vuelta del Eo (1960)

Ramón de Campoamor es un poeta español, asturiano, de Navia. Esto naturalmente, lo sabemos todos.

Aquí está, en Navia, en efigie, estatuado en bronce. Hace más de doce años que lo veo casi a diario. Ni me dice ni le digo.

Sin embargo, yo lo miro siempre al pasar por su lado. Por lo menos de refilón. Y, la verdad, Campoamor me da pena. Lo veo tan aislado, tan solo…

Está sentado a cierta altura y tiene en la mano izquierda un libro abierto. Pero no lee. El brazo está hacia abajo, caído. Me da la sensación de que este hombre está cansado, aburrido, casi hastiado.

He aquí lo que un día fue gloria nacional. Ahora, en la soledad, da la impresión de no serlo. La candela de su gloria, por lo menos de momento, está apagada.

Nadie viene a ver a Campoamor, Si alguien lo mira no es como poeta, sino como estatua. La gente, lo noto yo, mira la obra de un escultor. Y de ahí no pasa. Obra que es, por cierto regularcilla.

Hay ocasiones en que algún forastero saca una foto a un familiar o a un amigo delante del monumento. Entonces el papel de Campoamor se reduce a ser… telón de fondo. O certificado de estancia. Poca cosa.

No, no se ve a nadie a su lado con calor de admiración ¡Qué va! Nunca vi persona alguna, hombre o mujer, niño o niña, que le lleve un puñadito de yerbas rematadas en flores. Que es el único regalo emotivo y tierno que se le puede hacer a un poeta.

¡Pobre Don Ramón!

Yo no soy nadie. Y, si soy alguien, necesariamente he de ser de lo más humilde. Pues bien, a mí, desde tan poca cosa, Campoamor me inspira compasión ¡A qué se llega!

En el verano, todos los años, en época de fiesta, le ponen delante un quiosco de tablas y barrotillo, provisional. Y, desde él, una orquesta toca a los vivos para que bailen. Desde sus instrumentos fluyen ritmos de tango, de fox o de rumba… Como las abejas de la colmena salen de allí, en revoloteo,  corcheas, fusas y semifusas y salpican lo que hay en torno. Y él, Campoamor, desde su asiento, con ojos de cansado lector, o de lo que sea, ve y oye todo.

Es muy posible que esté todavía rimando filosofías. A lo mejor es su sino, quizá siga creyendo que las mujercitas tienen para él, el pecho de cristal…

Escribo en un día de invierno muy crudo, lluvioso y helado. Campoamor está solo y brilla… como el charol. Está mojado. Y el libro abierto gotea…

Leo al respaldo del monumento, en letras esculpidas en bronce:

Por iniciativa de asturianos que residen en ambos continentes se levanta este monumento en Navia, su pueblo natal, al más profundo poeta del siglo XIX.

Y un poco antes:

La Patria nunca olvida a quien la enaltece.

Patria, Poeta…

Y decir que alguien, escribió algún día

... pero es más espantoso todavía
la soledad de dos en compañía.

Algo digno de ver

Eco de Luarca

Publicado en: Eco de Luarca. 8-12-1957

Hay cosas que deben saberse y que, por tanto, deben contarse. Vale la pena…

Hace días sin saber cómo ni cómo no, me enteré de algo que llamó mucho mi atención. Supe que en Navia había un barco de guerra. Así como suena. .

Pero, bueno, un barco de guerra… en miniatura. Un barco de guerra… para tiempos de paz. Lo ideal.

Lo vi. Está muy bien. Quedé maravillado.

Y esto es lo que debe saberse, lo que yo quiero contar.

El barco de guerra se llama Navia. Es una reproducción exacta de otro Navia de verdad que pertenece a la Gloriosa Marina de Guerra Española. Y que anda por los mares, poco más o menos, cumpliendo con su deber.

Hay que poner en antecedentes. Hace dos años largos, los hizo en Septiembre, vino a Navia un dragaminas de nuestra Marina oficial, acabadito, recién construido. Y que había sido bautizado con el nombre de Navia. Al saberlo las autoridades de esta villa le ofrecieron, de regalo, la bandera de combate. Y esta es la razón de su venida. La de abanderarse.

Muy bien. El dragaminas, a pesar de su calado, por un acto de pericia de su capitán, penetró en la ría y fondeó en el muelle con gran limpieza y soltura. Como si fuera un pesquero de Puerto de Vega.

Con este motivo hubo en Navia fiestas oficiales y particulares. Y etc. etc.

Marcelino Fernández Luceño con su dragaminas «Navia»

Pues bien, un hombre joven de Navia, Marcelino Fernández Luceño, se emocionó con la venida del dragaminas y se enamoró de él. Cuando se está casado, y Marcelino lo está, uno puede permitirse ciertos lujos…

Pero no se vio correspondido. El dragaminas se fue y Marcelino para vengarse y dar satisfacción a su amor, se le ocurrió una idea feliz. Hacer un navío a imagen y semejanza del “ingrato”.

Dicho y hecho. Con una escasez de medios que asombra, trabajando en las noches de dos inviernos, Marcelino tiene hoy en su casa el dragaminas Navia. Sencillamente, se valió de una lima, un taladro de mano y un soldador. Y media docena de fotos y un simple croquis. Nada más. Todo el barco es metálico, de alambre y chapa. Y tiene un motor eléctrico que funciona con pilas.

Conviene saber, además, que Marcelino no es un técnico en construcción naval. Pero ahí está el mérito. Su profesión, de la que vive, se ocupa en asentar partidas en el Debe y el Haber de los libros de una entidad bancaria.

José Ortega y Gasset dice en uno de sus libros que la división más radical que cabe hacer en la humanidad es esta, en dos clases de criaturas: las que se exigen mucho y acumulan sobre si mismas dificultades y deberes, y las que no se exigen nada especial, sino que para ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas, boyas que van a la deriva.

Marcelino no es una boya a la deriva. Es lo otro.

Y gracias a eso tiene en casa su amor. ¡Como quien no dice nada!

Un veraneante en Navia. El pintor Álvaro Delgado

El Progreso de Asturias

Publicado en: El Progreso de Asturias. Diciembre-1957 (Colaboraciones Amigas)

En el verano de 1955, al comienzo, apareció por Navia un hombre joven que se veía con frecuencia en torno al pueblo, sentado, dibujando o pintando una casa, un árbol o lo que fuera. Al poco tiempo, en un café, alguien me lo presentó.

Resultó ser Álvaro Delgado.

Desde entonces somos amigos. Mantenemos una relación cordial. En presencia y en ausencia. En presencia, durante tres veranos largos que lleva ya viniendo a Navia. Y en ausencia – él vive en Madrid – a través de frecuente correspondencia.

Delgado nació en Madrid el 9 de junio de 1923. Cuenta pues, 35 años. Pero, a pesar de su juventud, tiene ya su historia en la vida del arte español.

Veámosla. Fue primero, durante algún tiempo, discípulo de Vázquez Díaz. Y después formó parte de la escuela de Vallecas en unión de San José, Carlos Pascual de Lara y Gregorio del Olmo bajo la dirección de Benjamín Palencia. Era esta una organización en pandilla de rapazuelos totalmente ayunos de riquezas, que, a todo trance querían ser pintores. En el arrabal madrileño trabajaron dos años.

Delgado hizo exposiciones individuales en Madrid, Barcelona, Bilbao, San Sebastián. Santander, Zaragoza, Buenos Aires, Navia, Lisboa y Nueva York. Últimamente, en la primavera del año que corre, celebró exposiciones en Oviedo y Gijón. Todas con gran éxito. Tomó parte, además, en muchas colectivas.

Concurrió a las Bienales Hispanoamericanas de Cuba y Barcelona en 1954 y 1956, respectivamente. En la primera, la de Cuba, obtuvo un importante premio por un cuadro «Máscara» que hoy estará, sin duda, en algún museo de la Habana.

En 1955 ganó el Gran Premio de la Bienal de Arte Mediterráneo, en Alejandría. Consiguió esta alta distinción en competencia con los mejores pintores de Francia, Italia, Grecia, Turquía y Egipto. Y le dio, a no dudarlo, renombre universal.

Vivió Álvaro durante un año en París, en tres estancias. La primavera de 1956 la pasó por Italia.

Tiene cuadros en los museos de Arte Moderno y Arte Contemporáneo de Madrid. Y en los de Buenos Aires, Santo Domingo y otros países.

Esta es lo que pudiéramos llamar su ficha. Pero no lo es todo. Su vida hasta ahora breve está estupendamente aprovechada. Tiene un conocimiento hondo de las cosas. Ha trabajado reciamente. Ha leído lo indecible. Está al tanto de la historia y de las últimas corrientes del arte, de la literatura y de la poesía. Con él se puede hablar de lo que se quiera. Y hay que oírlo con atención siempre. Dice cosas.

Este hombre, con las cualidades referidas, ha cogido un entrañable amor a Asturias. Afinando más, a las tierras y a los pueblos del occidente asturiano. Ya lo dije, tres veranos lleva conviviendo con nosotros. Y cada verano tiene para él tres meses y medio. Diez meses largos lleva, pues, de permanencia efectiva en Asturias. Pero residiendo siempre, con su mujer y con su hijo, en Navia.

La vida de este pintor durante el verano, no es la de un veraneante más que descansa. Es otra. Es una vida perfectamente laboriosa y fecunda. En las mañanas trabaja en su estudio. Y por las tardes, se va a un lado y a otro a pintar paisajes, marinas preferentemente. Un día a Luarca, otro a Viavélez. O a Puerto de Vega, o a Castropol, o Tapia u Ortiguera o Figueras. Todo lo ve, todo lo pinta, todo le interesa.

Algunos días, sin embargo, descansa. Esos días los aprovechamos para dar un «voleo» un grupo de amigos. Unas veces vamos a Grandas de Salime, otras a Taramundi, otras a Ribadeo… Y siempre traemos un «carro» de fotos. Álvaro, tenía que ser, es el más experto en “película».

Esta zona asturiana, tan olvidada siempre, está poniéndose de moda. Está haciéndose ver. Y nada más justo. Hay belleza, por cualquier parte, a dar con un palo. Hay, cada día, más comodidad, más refinamiento. A ojos vistas se nota que esto marcha hacia metas de lo ideal. En la ría del Eo, en tierras gallegas, se está concluyendo un parador de Turismo que será algo notable. En Tapia, sobre las alturas de la playa, se está haciendo algo parecido. En fin…

Álvaro Delgado, como veraneante de por aquí, ha sido uno de los adelantados. Y como, además, pinta… En los tres veranos habrá hecho más de ciento cincuenta obras. Acuarelas, retratos al óleo y al carbón, óleos de paisaje, bodegones, etc. Todo lo que tiene importancia, en un sentido o en otro, él lo estabiliza y lo plasma en sus lienzos. Algo de su obra queda por aquí, pero la mayor parte le sigue, concluido el verano, a Madrid. Y desde allí, por venta, se va en todas las direcciones de la rosa náutica.

En este sentido, no hay duda, Asturias se universaliza.

¡Pudiéramos decir!

Alejandro Sela, Navia, Noviembre, 1957.

Navia cuenta con un Asilo nuevo. El de Santa Rita y San Francisco

El Progreso de Asturias

Publicado en: El Progreso de Asturias. Noviembre-1957

Navia es una villa que, en los años últimos, dio un fuerte estirón en su crecimiento. En Navia se construye, se hacen casas. Los particulares, a su modo, van comprando solares y edificando lo que necesitan. Y el Estado, por otro porte, a través de organismos adecuados, da la mano a los que, si no tienen bastante dinero, cuentan con buena voluntad para crearse lo ideal, un hogar propio.

Entre lo construido, lo nuevo, se destaca sobremanera, por su belleza y por sus fines, una obra ejemplar: el Asilo.

Éste, colocado bajo la advocación de Santa Rita y San Francisco, se halla situado en un barrio de lo más sano del pueblo, de orientación al mediodía: el de San Francisco. A sus espaldas tiene las huertas más productivas. Y por su frente, los prados más jugosos.

Fue levantada esta obra a expensas de lo dejado por doña Rita Vilaret Sardó, fallecida no ha mucho, nacida en Cataluña, y viuda de don Francisco Rodríguez González, natural de Boal. Este matrimonio vivió muchos años en América, donde le fue bien. Y a la hora del descanso aquí se vinieron. Y tal cariño tomaron a esta tierra, que en sus últimos momentos le dejaron a Navia lo que se deja a quien más se quiere: su herencia.

Tiene el Asilo, que se desea sea atendido por religiosas, una capilla amplia y dependencias holgadas, para dar acogida gratuita a diez y seis desvalidos y viejos pobres del municipio de Navia y, si hubiese sitio, del concejo de Boal. Y cuatro plazas más, de pago, para quienes, teniendo algún medio económico, y faltos del calor de un hogar, quieran verse atendidos en el declinar de su existencia.

El capital fundacional excede de millón y medio de pesetas. Más adelante, si hubiera posibles, Estas admirable institución puede ser ampliada cuanto necesite. En ella está la puerta abierta para que los corazones nobles, si sus medios se lo permiten, puedan ayudar a su incremento. El artículo 8 de su reglamento dice: Ese caudal podrá aumentarse con legados, donaciones, limosnas y, en general, toda clase de adquisiciones de que la fundación se beneficiaría…

El órgano de representación del Asilo está a cargo de un patronato que preside el Sr. Cura párroco de la villa. Y la atención y cuidado de los asilados se ha encomendado a monjas Agustinas Terciarias Misioneras de Ultramar.  

Esta fundación, para que dé resultado, debe contar con el calor y lo ayuda de todo el concejo. El patronato que la rige así lo espera. El gesto de los donantes, al fin y al cabo no nacidos en Navia, y los fines que se persiguen, lo merecen.

Alejandro Sela

Un veraneante singular. Álvaro Delgado

Eco de Luarca

Publicado en: Eco de Luarca. 27-10-1957

Álvaro Delgado lleva ya tres veranos viniendo a Asturias. Precisando más, a Navia.

Este hombre es, pues, un veraneante. Pero no un veraneante como los demás, del montón. Es un veraneante singular.

El veraneante, normalmente, es un ser que viene de alguna capital del interior. Se supone que viene cansado y está dispuesto en todo momento a darse buena vida. El veraneante no hace nada. Es posible que su descanso sea muy merecido. Aceptado.

Pero Álvaro Delgado vive en Madrid. Y allí, en su estudio de la calle de Antonio Toledano, pinta largo y tendido. Y en cuanto llega a Navia, siempre en el mes de junio, vuelve a pintar. O mejor sigue pintando.

Delgado en cuanto llega a Asturias tira de la manta. Y al tirar de la manta descubre lo que estaba tapado. ¿Y qué es lo que estaba tapado? Pues, sencillamente, la belleza de nuestros tierra.

El artista, el artista que lo es de verdad, es un descubridor. Nos enseña a ver lo que a la generalidad de la gente le pasa desapercibido. Cuando él planta su caballete el algún paraje no se debe dudar: allí hay belleza. Y él con sus pinceles, la fija, en un dos por tres, en un lienzo o en una tabla. Y después lleva su obra a Madrid, a Castilla. Y entonces es cuando quedan pasmados los que ven sus paisajes de maravilla. ¿Y eso es Asturias? – preguntan. ¡Claro que es Asturias! – dice Álvaro ¡Y qué remedio!

Álvaro Delgado y yo, durante el verano, nos vemos a menudo. A él le gusta mucho hablar de la mujer. Y a mí, del amor. Como no es posible hablar de la mujer sin referirse al amor. Y como, por otra parte, no es posible hablar del amor sin referirse a la mujer, dicho se está que nuestros ideales se entrecruzan y se rozan como si fueran floretes de dos aguerridos esgrimidores.

Ahora que se va, concluido el verano, quiero hacerle unas preguntas de interés para nuestros convecinos. Es domingo. Con unos amigos estamos en la terraza de un bar, al borde de la ría de Navia. Sobre nuestras cabezas hay el emparrado de unas enredaderas. Hay en torno nuestro mujeres, muchas mujeres guapas. Pero tienen novio… En las mesas que nos rodean se habla de amor en concreto. Nosotros, como si fuéramos filósofos, tenemos que hablar del amor en abstracto. Cuando uno se tiene que dedicar a hacer filosofía… ¡Malo! Los que nos rodean viven de ilusiones. Pero los de nuestra mesa… ¡De recuerdos!

¡Hay que resignarse!

Empiezo el interrogatorio. Dime, concretamente, ¿qué pueblos o qué rincones has pintado este verano?

– Te lo diré, empezando en Luarca y acabando en el Eo. En Luarca pinté primero un paisaje bastante grande tomándolo desde la capilla de San Antonio. En él aparece la Atalaya, el cementerio y una fábrica de conservas. Este cuadro lo hice por encargo. Hoy lo tiene en su poder don Pedro Miñor, una personalidad asturiana bien conocida en Luarca. Un tema con ligeras variantes lo repetí en dos oleos más pequeños. En uno aparece el Club Náutico. Los llevo a Madrid. Pinté un óleo del muelle de la ensenada donde se ven muchas barcas amarradas. Hice otro óleo más de La Atalaya vista desde Los Cantiles. Por cierto que cuando lo estaba realizando apareció por allí, de casualidad, una fuerte personalidad luarquesa. Me refiero a Villa Pastur. Este hombre, hablándome de muchas cosas, me hizo muy amena la tarde. Hice, además, un “gouache” con la ermita de San Timoteo para una portada del “Eco de Luarca”. En fin… En el último mes de mayo estuve en Luarca con el pintor Ricardo Macarrón y con el crítico de arte del diario “Ya”, Ramón D. Faraldo. Me animaron a que pintara cosas de Luarca.

– Muy bien. De Puerto de Vega ¿qué?

– Es un  pueblo muy bonito. Pero este año no pude hacer nada. Los dos veranos anteriores le hice varios óleos y algunas acuarelas. Otro año insistiré.

– ¿Y de Navia?

– Este es el año que más pinté a Navia. En el Espín, en el puerto y en algunos otros puntos encontré temas muy gratos para llevar a los lienzos. Ten en cuenta además que hice retratos y dibujos a mujeres de lo más distinguido de Navia.

Álvaro prosigue. En Ortiguera pinté un óleo. En Viavélez tres o cuatro de rincones encantadores de marinas con aguas sombreadas. De Tapia hice también varios óleos. La luz de Tapia tiene indecibles misterios. Cambia de una forma que no te puedes dar idea. Tapia es una mina, una mina a cielo abierto.

– Hablemos un poco del Eo.

– No faltaba más. En Castropol hice un óleo. No tuve tiempo para más. Bien sabes tú que esa es una de mis predilecciones. Pero hice muchas fotografías de sus lugares. Y tú, que me acompañaste, lo sabes también. Tengo en proyecto para otro verano de esa ría un sinfín  de cosas, he de tratarla como merece. Contigo la he paseado de parte a parte. Conozco Vilavedelle, Grandallana, Seares, Presa y en fin, ese maravilloso escenario de los amores de doña Rosa Pérez Castropol y don Antonio Cuervo. Y más arriba también conozco: Vegadeo, Taramundi, Añides, Penzol, Meredo, Sestelo, Presno. Y en conclusión un mundo nuevo y siempre sorprendente para mí por la cantidad de belleza que encierra.

Pienso, un poco vanidosillo quizá, que se va haciendo justicia a nuestra tierra. A Álvaro Delgado le creo. Si él viene voluntariamente a veranear por aquí por algo será ¡Algo tendrá el agua cuando la bendicen!

– ¿Qué piensas hacer con lo pintado?

– Exponerlo en Madrid y en Barcelona. En Madrid, en la sala Biosca se abrirá una exposición de mi obra el día uno del próximo febrero. Y en Barcelona en el siguiente mes de Marzo.

Se acabaron las preguntas y las respuestas. Como les dije hablé con Álvaro en la terraza de un bar. El lugar se despuebla. Es la hora de comer. Nos levantamos. Álvaro Delgado, ahora que te vas, ¡buen viaje!

Alejandro Sela