REGIÓN. 25-5-1957. Sobre el libro «Hacia la ría del Eo»

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REGIÓN. 25-5-1957. Un libro de Alejandro Sela

Alejandro Sela nos ha remitido amablemente un librito del que es autor y que titula: «Hacia la ría del Eo». Es – como él mismo dice – un compendio de ensayos breves de amor y más cosas.

Sela, que alterna sus aficiones pictóricas con sus aficiones literarias, nos habla en su obra, del Occidente asturiano, ese occidente que tiene sus cosas bellas bajo todos los aspectos, y que, a primera vista, no parece tan mimado por escritores y artistas como otras zonas de nuestra región.

Una serie de fotografías y reproducciones de óleos de Álvaro Delgado ilustran «Hacia la ría del Eo» que tiene en el capítulo la Searila (historia de un amor pleno sublime) una parte muy destacada de sus páginas.

En fin, una simpática obrita con atinadas observaciones e indudables aciertos literarios.

Enhorabuena, pues, a Alejandro Sela.

ECO DE LUARCA. 26-5-1957. Sobre el libro «Hacia la ría del Eo»

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ECO DE LUARCA. 26-5-1957. Un libro de Alejandro Sela

Por J. Villa Pastur

Alejandro Sela acaba de publicar un libro. Se titula «Hacia la ría del Eo», y en él recoge todo su amor y todo su entusiasmo por las gentes y las cosas del litoral asturiano. A veces su prosa, tersa siempre, se repliega a poéticas evocaciones, otras se lanza gozosa al relato de las bellezas presentes. Por eso el libro es como una colección de frescos paisajes traspasados de brisas marinas, donde resplandece, a la par, en armonioso equilibrio, el mérito del modelo y la virtud del pintor: Porque Sela es de esas gentes que sienten hondo y dicen con hondura y con verdad la estremecida emoción de sus sentimientos. De ahí el innegable encanto que se desprende de todo el libro.

Los escritos recogidos se extienden en una variedad de temas festivos y encantadores. Por él desfilan, con fluencia discontinua, untados, siempre de fino y sano humor, pueblos, leyendas y costumbres asturianas. En ocasiones un trazo somero define un ambiente, o da vida a una situación. Y todo ello escrito con un estilo directo, claro, diáfano, ceñido al asunto, sin desgarrones divagatorios ni rebuscadas muletillas retóricas. La atención del lector se prende en cada página gozosa de las bellezas que allí encuentra. Por eso el libro se lee de un tirón.

Sus capítulos, prescindiendo de los dedicados a Álvaro Delgado y a La Searila, pueden clasificarse en tres grupos. En uno estarían los relativos a Luarca, Navia y Tapia, ajustados a la geografía emotiva de esos tres pueblos. En otro situaríamos aquellos que se arraigan preferentemente a los recuerdos infantiles del autor, y a las personas que transitaron por esos recuerdos, revividos siempre con singular encanto. En el tercero, más heterogéneo, colocaríamos el resto. En él predomina la estampa lírica, el breve poema en prosa, como podemos ver en los titulados «La xata pinta», o la «Salutación a un fresno».

«La pintura de Álvaro Delgado» es como un homenaje de amistad al gran pintor. Sela demuestra en él, su agudo conocimiento de los problemas pictóricos actuales. Es un estudio crítico de clara y certera visión. El trabajo se inicia con unas palabras casi desconocidas, de Ortega y Gasset, que definen magistralmente el carácter y el paisaje asturiano.

La última parte se dedica a la Searila, una de las preocupaciones constantes del autor, según el mismo nos confiesa. La historia apasionada, y la leyenda romántica de sus amores, aparece tratada con gran acopio de datos, y un análisis sobrio y riguroso de ellos. De ese modo Sela nos da un trabajo definitivo, de auténtico matiz profesoral, en torno a una de los más hermosos y patéticos episodios del romanticismo asturiano. El libro, adornado con profusión de ilustraciones, entre las que nos encontramos con la agradable sorpresa de un cuadro de don Pedro Penzol, ha sido editado primorosamente por la Imprenta Boada, de Luarca.

EL LIBRO ESPAÑOL. REVISTA MENSUAL DEL INSTITUTO DEL LIBRO ESPAÑOL. Ficha de los libros «Hacia la ría del Eo» y «De vuelta del Eo»

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EL LIBRO ESPAÑOL. REVISTA MENSUAL DEL INSTITUTO DEL LIBRO ESPAÑOL. Ferraz, 13, Madrid, 8. Tomo IV. Número 41. Mayo de 1961. Repertorio Bibliográfico. Capítulo, 8 Literatura. Página, 254. (80)

Las fichas bibliográficas y las notas informativas que se adjuntan, han sido publicadas en el “Repertorio bibliográfico” de esta Revista, en mayo de 1961.

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Sela, Alejandro. Hacia la ría del Eo. Ensayos breves de amor y más cosas.-Vilavedelle, Autor. Luarca, Imp. Boada. Distrib.: Madrid, Espasa-Calpe, 1957.-103 págs. con grabados, 16 cm.
El libro de Sela es un canto personalísimo por la forma literaria que ha adoptado a diversos lugares asturianos: Navia, la ría del Eo, y, sobre todo, a personas que vivieron o viven en la bella región asturiana. También se narran en el peculiar estilo del autor – prosa de intención poética y de humor grato – episodios como el titulado “El jabalí que mató El Tapón”. Por J. de José Prades

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Sela, AlejandroDe vuelta del Eo. Ensayos breves de amor y otras cosas. – Vilavedelle, Autor. Luarca, Imp. Boada. Distrib.. Madrid, Espasa-Calpe, 1960.-93 págs. con grabados, 16 cm.
Este nuevo libro de Sela mantiene una continuidad de temas y forma literaria con el suyo anterior titulado Hacia la ría del Eo. Continúa el autor en su prosa suavemente poética y blandamente humorista al modo asturiano. Por J. de José Prades.

EL ALDEANO. 30-5-1933. San Juan de Moldes

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EL ALDEANO. 30-5-1933. San Juan de Moldes. Pág. 3

UNA CONFERENCIA

El domingo a primera hora de la tarde, dio una conferencia en la “Unión Agrícola Ganadera” sobre “Abonos químicos” el Perito agrónomo D. Alejandro Sela siendo muy aplaudido por la numerosa concurrencia que llenaba el local y escuchaba desde fuera. 

Nuestra felicitación al querido amigo, y que persevere en esa labor, tan necesaria para nuestra agricultura. 

EL ALDEANO. 30-9-1931. Una conferencia

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EL ALDEANO. 30-9-1931. Desde Seares

Una conferencia.-

En la mañana del domingo 13 de septiembre, y a la salida de la misa, se reunió en el lugar denominado La Aldea el vecindario de este pueblo deseoso de escuchar la conferencia que organizada por la Biblioteca de Castropol iba dar D. Manuel Marinero sobre el tema “Los nombres del aldeano”. Pero el agua no cesó de caer en toda la mañana y en vista de ello la conferencia se dio en la escuela, galantemente cedida al efecto por la Sra. maestra, atención por la cual le renovamos desde estas columnas nuestro agradecimiento. 

En la escuela, pues, se acomodaron hombres, mujeres, viejos y niños, que todos acudían en masa a oír a Marinero, cuya palabra siguieron con ejemplar atención. Presidía la sala la bandera nacional, símbolo en esta ocasión, doblemente apropiado; con el conferenciante se sentaron en la plataforma D. Vicente Loriente y don Alejandro Sela

Este último inició el acto con levantadas palabras. Aludió a la Biblioteca de Castropol y a la labor cultural que está desarrollando en todo el concejo en la que deben colaborar todos; habló después del conferenciante, de su amor por esta tierra y sus problemas que estudia con cariño y conoce como pocos.

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El Aldeano 15-7-1930. Nuevo perito agrícola

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EL ALDEANO. 15-7-1930. Vilavedelle 

Por el Corresponsal

NUEVO PERITO AGRICOLA

Con gran brillantez terminó los estudios de Perito Agrícola, en la escuela de la Moncloa (Madrid) el estudioso joven D. Alejandro Sela, de conocida familia de este pueblo. 

Al felicitarle cordialmente, así como a sus familiares, nos congratulamos de contar entre nosotros con un joven de sus condiciones dedicado a esta profesión, tan necesaria para el progreso agrícola de nuestra tierra. 

Bramido de mar y desolación de playas

De vuelta del Eo, Eco de Luarca

Publicado en: Eco de Luarca. 12-1-1958, pag. 3; De vuelta del Eo (1960)

Hoy he ido a la playa. Está sola y triste. No se ve a nadie.

Yo tenía en la mente, más que nada, un concepto veraniego de la playa. Uno recordaba el escenario maravilloso donde campea la libertad y el colorido, donde ondea la vistosidad y la alegría. Faltan las mujeres con formas de Venus de Botticelli, faltan los niños que chapotean en las pozas o juegan con su balón de colores… Falta, en la playa, el bullicio; falta la vida.

A la entrada del invierno la playa está triste y sola.

Las nieblas borran la línea del horizonte y se ve, por con secuencia, un espacio más limitado y no se ven velas blancas inclinadas por el soplo de los vientos.

No hay huellas en la arena, no hay suelo arrugado. Hay una planicie bruñida, alisada por el peinado que en su ir y, venir, hacen las aguas. Las olas al llegar a la orilla, hacen subir las espumas por la ligera pendiente del arenal. Y luego se vuelven con la resaca o se sumen en el suelo movedizo y filtrador. Hay, en cualquier parte, una cáscara de almeja, viuda de otra a la que no volverá juntarse jamás. Hay algas tiradas por un lado y por otro.

El mar está hecho una fiera, ruge. Algunas olas que no se espumean en los bajos cercanos de arena llegan enterizos a los peñascos. Y, en ellos, se parten el alma.

¡Paff!

Y se deshacen en una humareda salitrosa y caladora.

El mar tiene colores poco estables. El cielo no se ve. Está celado por nubes de trapo, más o menos oscuras, que se suceden ágilmente por el empuje de los aires. Las aguas tan pronto se las ve verdosas como plateadas. O azules, o plomizas.

No se siente voz humana.

Es cierto que allá lejos, sobre una roca, se ve un hombre con una vara larga y fina en la mano. Es un pescador. Pero esto al mar no le dice nada.

Hay, sin embargo, un olor a bígaro que enamora.

El mar brama, está embravecido. ¿Cómo no ha de estarlo? No siente risas de niños que juegan, no ve mujeres hermosas.

El mar se aburre soberanamente y, claro, se desespera. Se ve desatendido, desconsiderado. Se pone al verse así, lleno de ira. Y maldice de su suerte. A mí no me extraña nada. Yo, en su caso, haría lo mismo.

No puede ver niños, no pue de ver mujeres guapas. No puede ver, realmente, lo único que vale la pena ver en el mundo.

Recordad. Hay días, en el verano, que el mar parece una seda. Está claro y riente. El por qué de estar así tiene su “miga”: Se siente feliz y contento. Se siente de verdad halagado. Se nota contemplado y acariciado.

¡Así, cualquiera! Pero no. Hoy el mar clama y ruge. La playa está triste y, además, húmeda y aterida de frío. Digamos, parodiando al poeta,

¡Dios mío, qué solas
se quedan las playas!

Algo digno de ver

Eco de Luarca

Publicado en: Eco de Luarca. 8-12-1957

Hay cosas que deben saberse y que, por tanto, deben contarse. Vale la pena…

Hace días sin saber cómo ni cómo no, me enteré de algo que llamó mucho mi atención. Supe que en Navia había un barco de guerra. Así como suena. .

Pero, bueno, un barco de guerra… en miniatura. Un barco de guerra… para tiempos de paz. Lo ideal.

Lo vi. Está muy bien. Quedé maravillado.

Y esto es lo que debe saberse, lo que yo quiero contar.

El barco de guerra se llama Navia. Es una reproducción exacta de otro Navia de verdad que pertenece a la Gloriosa Marina de Guerra Española. Y que anda por los mares, poco más o menos, cumpliendo con su deber.

Hay que poner en antecedentes. Hace dos años largos, los hizo en Septiembre, vino a Navia un dragaminas de nuestra Marina oficial, acabadito, recién construido. Y que había sido bautizado con el nombre de Navia. Al saberlo las autoridades de esta villa le ofrecieron, de regalo, la bandera de combate. Y esta es la razón de su venida. La de abanderarse.

Muy bien. El dragaminas, a pesar de su calado, por un acto de pericia de su capitán, penetró en la ría y fondeó en el muelle con gran limpieza y soltura. Como si fuera un pesquero de Puerto de Vega.

Con este motivo hubo en Navia fiestas oficiales y particulares. Y etc. etc.

Marcelino Fernández Luceño con su dragaminas «Navia»

Pues bien, un hombre joven de Navia, Marcelino Fernández Luceño, se emocionó con la venida del dragaminas y se enamoró de él. Cuando se está casado, y Marcelino lo está, uno puede permitirse ciertos lujos…

Pero no se vio correspondido. El dragaminas se fue y Marcelino para vengarse y dar satisfacción a su amor, se le ocurrió una idea feliz. Hacer un navío a imagen y semejanza del “ingrato”.

Dicho y hecho. Con una escasez de medios que asombra, trabajando en las noches de dos inviernos, Marcelino tiene hoy en su casa el dragaminas Navia. Sencillamente, se valió de una lima, un taladro de mano y un soldador. Y media docena de fotos y un simple croquis. Nada más. Todo el barco es metálico, de alambre y chapa. Y tiene un motor eléctrico que funciona con pilas.

Conviene saber, además, que Marcelino no es un técnico en construcción naval. Pero ahí está el mérito. Su profesión, de la que vive, se ocupa en asentar partidas en el Debe y el Haber de los libros de una entidad bancaria.

José Ortega y Gasset dice en uno de sus libros que la división más radical que cabe hacer en la humanidad es esta, en dos clases de criaturas: las que se exigen mucho y acumulan sobre si mismas dificultades y deberes, y las que no se exigen nada especial, sino que para ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas, boyas que van a la deriva.

Marcelino no es una boya a la deriva. Es lo otro.

Y gracias a eso tiene en casa su amor. ¡Como quien no dice nada!

Evocación marinera de la ría del Eo

De vuelta del Eo, Faro de Tapia

Publicado en: Faro de Tapia. 7-12-1957; Leído en Radio Luarca el 30-10-1957; De vuelta del Eo (1960)

La ría del Eo es, normalmente, plácida y tranquila.

En invierno, sin embargo, hay días crudos con vientos y chubascos que la azotan de lado a lado.

Los vendavales bajan de la montaña y producen fuertes oleajes que enturbian las aguas. Si coinciden con lluvias hay crecidas que arrastran lo que alcanzan a su paso: botes mal fondeados, troncos y ramas de árboles, animales muertos… Nunca, a pesar de todo, gracias a Dios, las riadas fueron de hecatombe…

Por otra parte, hay días de nordestes fuertes que vienen del mar y van hacia arriba. Como estos vientos se dan por rachas, con intermitencias, son, sin duda, más peligrosos para la navegación.

La ría del Eo, además, en el bajamar queda casi, al desnudo, descubierta. Y así, en algunas partes, exhibe lamas y lodos muy oscuros y, en otras, tesones de arenas amarillas que con la luz del sol parecen de oro…

En este estado, desde Castropol hacia arriba, queda un canalillo que permite la circulación de lanchas y botes muy malamente.

Por todas estas causas, y por otras, hay una técnica marinera de navegación. Hay que conocer las corrientes, hay que evitar las varadas. ¡Hay que saber!

Yo quiero hoy evocar, sencillamente, unos cuantos nombres de marineros que conocieron sus más recónditos secretos. A su lado nacieron, en ella vivieron, y, en sus riberas, murieron. Sus nombres sonaban mucho hace treinta años o poco más.

Todos ellos hicieron profesión sobre ella a base de remo o a base de vela. O, en algunas ocasiones, de botavara. Todavía sus nombres resuenan como un eco que no se desvanece.

A mí, especialmente, no se me olvidan. Cuando ellos eran hombres yo era un niño. Y entonces, para mí, a pesar de verlo, todo lo marinero tenía un algo de mito, de leyenda o de misterio envidiable.

A Puga, de Abres, lo recuerda, físicamente, de un modo vago. Pero oí hablar de él infinito. Los marineros de Abres eran casi todos pescadores en la ría. Bajaban con la marea en las tardes y pescaban casi siempre de noche, dando bogos con red en torno a los tesones.

Cientos y cientos de veces los vi pasar desde La Taraxe de Vilavedelle. Iban seis u ocho botes, algo separados, en línea, Sus remadores daban paladas apresuradas. Puga era uno de ellos, el de más nombre.

Los Revisos, de Vegadeo, eran tres hermanos. Los conocí. Eran fuertes y nobles. Tenían grandes lanchas que usaban para transportes. Arriaban arena de los tesones para la construcción, sal, maderas y, en fin, mercancías de todo género.

Primote era marinero de Castropol. Se dedicaba a la “barcaxe”, a pasar gente de Castropol a Ribadeo o a Figueras. Lo traté mucho. Era sencillo, servicial, sumamente atento.

De Figueras el marinero que más hondo recuerdo dejó en mi fue Lilao. Que bueno era Lilao. Este hombre llevaba gente, en su bote, desde Figueras a Castropol o a Ribadeo. Lilao usaba galochas, siempre lampas. Lilao era un hombre humilde, de lo más. Pero siempre reía, siempre…

En Ribadeo conocí un marinero, pescador típico, de poblada barba y que fumaba en pipa. Era el Altruán. Lo vi muchas veces coger su navío, era un bote de nada, y dejarse ir al son de la corriente hacia la boca de la barra, donde él pescaba. De lejos se veía como un punto negro flotando y meciéndose en las ondas que venían formadas de mar afuera. Siempre pescaba solo, como si fuera El Viejo de Hemingway.

Todos estos nombres que cito y otros más, por supuesto, se dieron en cuerpo y alma a la ría del Eo. Unas veces mojados, calados hasta los huesos, y otras, mal comidos, por la deshora.

Sus vidas se acompasaron al ritmo de las mareas. Y con ellas subían o bajaban en el bogar de su existencia.

Si la ría del Eo ha tenido héroes, esos son. Y no otros.

En las casas donde nacieron o vivieron no hay lápidas que los recuerden, no han sido todavía lapidados… Y, para su fortuna, no creo que lo sean nunca. Ni falta que hace.

Pero es preciso recordarlos. Sus vidas discurrieron libres de pasiones vanas y de ambiciones locas, justificándose en el temple de la dureza y de la honestidad.

Siempre como buenos, siempre como caballeros. Lo ideal.

Antes flotaban en sus lanchas sobre las ondas de la ría. Yo quiero que hoy floten sus nombres en las ondas de la radio que cruzan las nubes que tapan la misma ría del Eo.

¡Puga, Revisos, Primote, Lilao, Altruán…!

Un veraneante en Navia. El pintor Álvaro Delgado

El Progreso de Asturias

Publicado en: El Progreso de Asturias. Diciembre-1957 (Colaboraciones Amigas)

En el verano de 1955, al comienzo, apareció por Navia un hombre joven que se veía con frecuencia en torno al pueblo, sentado, dibujando o pintando una casa, un árbol o lo que fuera. Al poco tiempo, en un café, alguien me lo presentó.

Resultó ser Álvaro Delgado.

Desde entonces somos amigos. Mantenemos una relación cordial. En presencia y en ausencia. En presencia, durante tres veranos largos que lleva ya viniendo a Navia. Y en ausencia – él vive en Madrid – a través de frecuente correspondencia.

Delgado nació en Madrid el 9 de junio de 1923. Cuenta pues, 35 años. Pero, a pesar de su juventud, tiene ya su historia en la vida del arte español.

Veámosla. Fue primero, durante algún tiempo, discípulo de Vázquez Díaz. Y después formó parte de la escuela de Vallecas en unión de San José, Carlos Pascual de Lara y Gregorio del Olmo bajo la dirección de Benjamín Palencia. Era esta una organización en pandilla de rapazuelos totalmente ayunos de riquezas, que, a todo trance querían ser pintores. En el arrabal madrileño trabajaron dos años.

Delgado hizo exposiciones individuales en Madrid, Barcelona, Bilbao, San Sebastián. Santander, Zaragoza, Buenos Aires, Navia, Lisboa y Nueva York. Últimamente, en la primavera del año que corre, celebró exposiciones en Oviedo y Gijón. Todas con gran éxito. Tomó parte, además, en muchas colectivas.

Concurrió a las Bienales Hispanoamericanas de Cuba y Barcelona en 1954 y 1956, respectivamente. En la primera, la de Cuba, obtuvo un importante premio por un cuadro «Máscara» que hoy estará, sin duda, en algún museo de la Habana.

En 1955 ganó el Gran Premio de la Bienal de Arte Mediterráneo, en Alejandría. Consiguió esta alta distinción en competencia con los mejores pintores de Francia, Italia, Grecia, Turquía y Egipto. Y le dio, a no dudarlo, renombre universal.

Vivió Álvaro durante un año en París, en tres estancias. La primavera de 1956 la pasó por Italia.

Tiene cuadros en los museos de Arte Moderno y Arte Contemporáneo de Madrid. Y en los de Buenos Aires, Santo Domingo y otros países.

Esta es lo que pudiéramos llamar su ficha. Pero no lo es todo. Su vida hasta ahora breve está estupendamente aprovechada. Tiene un conocimiento hondo de las cosas. Ha trabajado reciamente. Ha leído lo indecible. Está al tanto de la historia y de las últimas corrientes del arte, de la literatura y de la poesía. Con él se puede hablar de lo que se quiera. Y hay que oírlo con atención siempre. Dice cosas.

Este hombre, con las cualidades referidas, ha cogido un entrañable amor a Asturias. Afinando más, a las tierras y a los pueblos del occidente asturiano. Ya lo dije, tres veranos lleva conviviendo con nosotros. Y cada verano tiene para él tres meses y medio. Diez meses largos lleva, pues, de permanencia efectiva en Asturias. Pero residiendo siempre, con su mujer y con su hijo, en Navia.

La vida de este pintor durante el verano, no es la de un veraneante más que descansa. Es otra. Es una vida perfectamente laboriosa y fecunda. En las mañanas trabaja en su estudio. Y por las tardes, se va a un lado y a otro a pintar paisajes, marinas preferentemente. Un día a Luarca, otro a Viavélez. O a Puerto de Vega, o a Castropol, o Tapia u Ortiguera o Figueras. Todo lo ve, todo lo pinta, todo le interesa.

Algunos días, sin embargo, descansa. Esos días los aprovechamos para dar un «voleo» un grupo de amigos. Unas veces vamos a Grandas de Salime, otras a Taramundi, otras a Ribadeo… Y siempre traemos un «carro» de fotos. Álvaro, tenía que ser, es el más experto en “película».

Esta zona asturiana, tan olvidada siempre, está poniéndose de moda. Está haciéndose ver. Y nada más justo. Hay belleza, por cualquier parte, a dar con un palo. Hay, cada día, más comodidad, más refinamiento. A ojos vistas se nota que esto marcha hacia metas de lo ideal. En la ría del Eo, en tierras gallegas, se está concluyendo un parador de Turismo que será algo notable. En Tapia, sobre las alturas de la playa, se está haciendo algo parecido. En fin…

Álvaro Delgado, como veraneante de por aquí, ha sido uno de los adelantados. Y como, además, pinta… En los tres veranos habrá hecho más de ciento cincuenta obras. Acuarelas, retratos al óleo y al carbón, óleos de paisaje, bodegones, etc. Todo lo que tiene importancia, en un sentido o en otro, él lo estabiliza y lo plasma en sus lienzos. Algo de su obra queda por aquí, pero la mayor parte le sigue, concluido el verano, a Madrid. Y desde allí, por venta, se va en todas las direcciones de la rosa náutica.

En este sentido, no hay duda, Asturias se universaliza.

¡Pudiéramos decir!

Alejandro Sela, Navia, Noviembre, 1957.