Los vinos españoles

Inédito

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Yo empecé a ser, por España, algo así como un turista intelectual. Visitaba catedrales, monasterios y museos. Únicamente. Pero, a la larga, esto solo, acabó por abrumarme. Las piedras de las catedrales españolas se me venían encima… Algo de esto le ocurrió a Don Pío Baroja. 

Y abrí los ojos. Y me di cuenta de que mi turismo debía ser algo más que eso. Creía y creo que para amenizar mis viajes conviene tener en cuenta no solo la historia sino, además, la vida. 

Y ésta, también, está en el campo. Me di cuenta, no sé cómo, de que en el campo español hay una «mina». Pero sin explotar turísticamente. Esa «mina» es el vino. 

Y me hice «minero». Y me lancé en «tumba abierta” por los caminos españoles para probar y conocer ese «metal precioso», el vino. 

Viajar, para mí, no es ni la felicidad ni la alegría. Es algo más complicado que todo eso. Es la vibración emotiva de conocer pueblos españoles. Y de curiosear en ellos y saborearlos. Y, en definitiva, tener que dejarlos… con pena. El turista, en cualquier caso, debe volver a su pueblo donde el deber le llama… 

Las vacaciones son una conquista de los tiempos. Pero creo que a esas vacaciones debe dárseles un contenido vital y humano. 

Turísticamente hablando yo soy un hombre de acción. Por eso no concibo las vacaciones de ese señor que se pasa un mes en una playa con la barriga al sol. O, en el mejor de los casos, cogiendo cangrejitos por las rocas costeras, y para que después nos venga con la monserga de que vivimos en la época de las prisas… 

Creo que todo ser humano debe tener, alternativamente, dos vidas. Una seria, limpia y honesta. En cuanto que somos miembros de la sociedad. Y presidida por ese Dios íntimo que nos gobierna. Y otra más flexible, elástica y humorística. La vida de las vacaciones. 

Para esta última, vida flexible, conviene tener un dios en broma al que podamos tutear. Para desempeñar este papel a las mil maravillas podemos servirnos de un dios clásico, de Baco. Pero con cuidado. De él debemos tomar lo bueno y desechar lo malo. Baco, en materia de libertades, se pasaba de la raya… 

Por los datos que tengo Baco no tenía oficio ni beneficio. Y se las «apañaba” para estar siempre presente en las fiestas pueblerinas alternando con bacantes, vestales, diosas y sacerdotisas. Lo que hoy, hablando en plata, podríamos llamar artistas de cabaret… 

Esto es demasiado. Baco era un «señorito», un hijo de «papa». Con su libreta de cheques y buena provisión de fondos. Esto, en los tiempos modernos, no sería tolerable. 

Pero Baco tenía una cosa buena. Bebía vino. Este es el buen camino. Siempre que se tenga freno «a las cuatro ruedas» para detenerse a tiempo. No. No conviene llegar al vicio aunque después pueda uno arrepentirse. 

El arrepentimiento es una idea hermosa. Pero presupone, necesariamente, la idea de pecado. Huyamos de los dos. 

El mapa que se adjunta no es un censo de pueblos vitivinícolas españoles. Hay más, muchos más. Es otra cosa. Apunta a la idea del turismo, dar de beber al sediento caminante. O, mejor, al que debiendo beber no bebe por ignorancia.  En vinos, España, como se verá, está perfectamente desarrollada… 

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