Nuestro barrio

Eco de Luarca

Publicado en: Eco de Luarca. 13-8-1961, pág. 13.

Si yo dijera que el barrio de San Roque, de Navia, es un barrio alegre, no diría la verdad. La razón de que no lo sea para mi es clara. En San Roque se ama mucho. Y el amor, nadie lo ignora, lleva aparejado mucho dolor.

Yo, hace años, en la más pura de las inocencias, di un paseo por estas alturas naviegas. No quiero entrar en detalles. Pero lo cierto es que aquí, tuve que quedarme. Y aquí vivo.

En este barrio hay un “algo”, que flota en el ambiente, que se conoce más por sus efectos que por sus causas. Y este “algo” nos obliga a vivir en permanente estado de enamoramiento. Este es el resultado de mis experiencias. No me es posible dejar de amar. Amo más cada día. Pero todo, lo que Dios da, los árboles, los pájaros, las flores, las piedras…. Y, cuando llueve, amo también las pozas que se forman en la carretera de la estación. Y en las que se mira, por la noche, la luna, como si fueran espejos para hacerse su tocado.

Hay algunas mujeres solteras en Navia, con edad de reglamento, que si vivieran en nuestro barrio, o se dieran por él una vueltecilla de vez en cuando, otro gallo les cantaría… En el supuesto, claro, de que tengan ganas de casarse. Pero esta necesidad, por cierto, a mí, no me consta. Sin embargo, el amor es un deporte en que, el que más o el que menos, quiere llegar a la meta. Aunque después haya más de cuatro que les pese… Pero la vida es así.

Ahora, como ocurrió en los últimos años, se celebra la fiesta del barrio. La de San Roque. Habrá misa, habrá orquesta, habrá de todo… Pero en definitiva, para los efectos del amor, yo quiero advertir a la gente que este barrio es de cuidado. Ya lo dije, aquí hay un “algo”.

Yo, a pesar de los pesares siento una admiración tremenda por este lugar. Pero no sé expresarla con claridad. Mis palabras son torpes. Más parecen estar hechas con rugosidades de hachazos que con, lisuras de garlopa. Y no escarmiento, no dejo de escribir. Yo no soy el “ser” que tropieza dos veces en la misma piedra. Me paso la vida tropezando. Pero ¡qué se le va a hacer!

Acabaré diciendo, como dijo un cura y poeta: Góngora

Muda, la admiración habla 
callando

Sela

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