REVUE VINICOLE INTERNATIONALE, Paris, Spt-Oct 1971. Sobre el libro «Vino, amor y literatura»

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REVUE VINICOLE INTERNATIONALE, Paris, Spt-Oct 1971, nº 503

SERVICE-LECTEURS C.L.E. NEVUE VINICOLE 40, RUE DU COLISÉE – 75 – PARIS 8º TÉL. 225-77-50

Messieurs,

Nous avons le plaisir de vous communiquer ci-joint, extraite de notre Revue, une information consacrée à votre firme. Celle-ci est parue dans notre édition de sept/oct 1971 sous le numéro 503.

Nous vous remercions dès à présent de bien vouloir faire parvenir à ceux de nos lecteurs qui vous le demanderont – soit directement, soit par le canal de notre Service-Ordinateur – tous renseignements complémentaires à ce sujet.

Pour que, dans l’avenir, vos productions puissent faire l’objet d’informations semblables, veuillez ne pas omettre de documenter régulièrement notre rédaction sur l’activité et les réalisations de votre Société.

Nous vous prions d’agréer, Messieurs, l’assurance de nos sentiments distingués.

Le Directeur du Service-Lecteurs

Vino, amor y litteratura

A une brève synthèse de la culture de la vigne et de l’élabo ration du vin, l’auteur mêle quelques considérations litté raires non dénuées d’humour. Alejandro Sela livre également des conseils pour la dégustation et évoque des souvenirs de voyages à travers toute l’Espagne viticole. Quant à l’amour dont il est question, c’est celui des belles femmes et du bon vin, certes, mais aussi, plus généralement, celui que l’auteur porte aux choses de la nature. En somme, 115 pages d’une lecture très agréable — à déguster.

Service-Lecteurs : cerclez le n° 503

Traducción.- Para una breve síntesis del cultivo de la vid y la elaboración del vino, el autor mezcla algunas consideraciones literarias no privadas de humor. Alejandro Sela también da consejos para la degustación y evoca recuerdos de viajes por toda España. En cuanto al amor en cuestión, es el de las mujeres hermosas y el buen vino, ciertamente, pero también, en general, lo que el autor aporta a las cosas de la naturaleza. En resumen, 115 páginas de una lectura muy agradable al gusto.

Servicio de lector: círculo número 503.

Vino, amor y literatura

The author intersperses a brief account of the cultivation of the vine and the production of wine with some literary considerations not devoid of humour. Alejandro Sela also gives some advice on wine tasting, and recounts anecdotes of his travels through the vineyards of Spain. As for the « amor » in question, it relates not only to fine wines and beautiful women, but also to Nature in general. Altogether, 115 pages of very pleasant reading — well worth savouring.

Reader-Service : circle number 503

Traducción.- El autor intercala un breve relato del cultivo de la vid y la producción de vino con algunas consideraciones literarias que no carecen de humor. Alejandro Sela también da algunos consejos sobre degustación de vinos y narra anécdotas de sus viajes por los viñedos de España. En cuanto al «amor» en cuestión, se relaciona no solo con los buenos vinos y las mujeres hermosas, sino también con la naturaleza en general. En total, 115 páginas de lectura muy agradable, que vale la pena saborear.

Servicio de lector: círculo número 503.

DYONISOS. Julio/Septiembre-1971. 11-7-1971. Sobre el libro «Vino, amor y literatura»

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DYONISOS. Julio/Septiembre-1971. 11-7-1971. Publicaciones recibidas

Por C. Verdú

VINO, AMOR Y LITERATURA, libro de Alejandro Sela.

No cabe la menor duda de que el Sr. Sela es un gran conocedor, casi diría enamorado, de uno de los productos que constituyen o forman parte integrante de la economía española: el Vino. Y se las sabe todas, puesto que con su humor sano, alegre y vivaz, burla burlando va desgranando todo su manantial de conocimientos sobre este líquido “sangre de la tierra” que muchos que se precian de entendidos ya quisieran para sí. En sus constantes viajes en pos de rutas del vino, va describiendo la geografía patria con una precisión tan acertada que el lector acaba por conocer toda una retahíla de pueblos y comarcas famosos por sus caldos, todo descrito al mismo tiempo con una salpicadura propia que le caracteriza a lo largo de toda la obra.

El Sr. Sela nos habla del amor. En cada población famosa por sus vinos se fija también, ¿cómo no?, con la hermosura de sus mujeres a las que dedica lisonjas y requiebros como si quisiera complementar los elogios y las cualidades intrínsecas que descubre en el vino y que por desdicha no puede aplicar directamente a este valioso líquido.

Y por último, don Alejandro nos descubre una literatura existente, clásica sobre el vino en Quevedo, la Celestina, Estebanillo González, Cervantes, Luis Vives… y una literatura propia. En la primera el autor se recrea citando párrafos impregnados de poesía, como si quisiera convencer al lector que la literatura española se ha fijado en todos los tiempos en el vino como musa de inspiración de muchas obras y con un tema inagotable de relatos amenos. En la literatura propia del autor, dejemos que él mismo se defina: “Me propongo escribir con un lenguaje ‘de paseo’. El que resuelva o se decida leer este libro, verá que mi intención es llamar al pan, pan. Y al vino, vino”. Creemos sinceramente que los objetivos se cumplieron y ésta debe ser la mejor satisfacción de un escritor que sabe lo que busca y a dónde va.

LECTURAS. 13-8-1971. Sobre el libro “Vino, amor y literatura”

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LECTURAS. 13-8-1971. “Vino, amor y literatura”. Alejandro Sela. Editorial “La Nueva España”. Oviedo

Alejandro Sela, Perito Agrícola, Licenciado en Derecho y Juez Comarcal de Castropol, que ya nos ha ofrecido obras tan interesantes como «Hacia la ría del Eo» y «De vuelta del Eo», nos presenta hoy este interesante volumen, dedicado a la mujer española.

Vino, amor y literatura”, es un libro pintoresco y original; Sela, con su estilo ágil y brillante, nos describe todos los aspectos de la vid, de su conversión en vino, las diferentes clases de vino; haciendo, también, un breve estudio de algunos escritores y poetas, como Quevedo, que dedicaron algunos de sus escritos al vino.

DÍGAME. 20-7-1971. Sobre el libro «Vino, amor y literatura»

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DÍGAME. 20-7-1971. Quince días recorriendo bodegas

Don Alejandro Sela, perito agrícola, licenciado en Derecho y juez comarcal de Castropol, ha escrito un libro en el que, tomando como pretexto, lleva al lector de excursión por todas las tierras de España, y al par que le ofrece un trago, le deleita con amenos comentarios, que van desde lo popular a lo culto.

El libro se titula “Vino, amor y literatura«, y está escrito con frases tan expresivas que hay que leerlo con una botella al lado.

Don Alejandro Sela, entre otras amenas historias que cuenta en su libro, refiere la de los quince días que dedicó a visitar las más famosas bodegas de España,

En el libro no hay caldo español que no tenga su glosa ni dicho o refrán con ello relacionado que no haya sido recogido.

Por cierto, que el libro se cierra con la siguiente nota:

«Se terminó de imprimir este libro en junio de 1971. Después de una primavera de ‘abrigo y paraguas’».

REGIÓN. 11-7-1971. Sobre el libro»Vino, amor y literatura»

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REGIÓN. 11-7-1971. Alejandro Sela

Por C.

Tercer libro del naviego Alejandro Sela. Publicó antes “Hacia la ría del Eo» (1957) y «De vuelta del Eo» (1960) y es ahora “Vino, amor y literatura” (1971). En los primeros, el lirismo de Alejandro Sela se desbordaba a través de unos «Ensayos breves de amor y más cosas»; «cosas y amor” como elementos nutricios del «amor hacia las cosas” en que es pródiga la zona occidental de Asturias, tan asendereada por el autor y éste, a su vez, tan arraigado a cuanto aquélla supone. Acorde simbiosis de topografías y tipologías que el fino espíritu captador de Alejandro Sela supo realizar, y ello solamente con permitir una parcial apertura a la perspicacia de su calador sentimentalismo.

Quizás como anticipo a una Historia del Vino que prepara, nos ofrece ahora Sela este «Vino, amor y literatura» donde relata sus visitas a distintas regiones vitícolas y vinícolas españolas. Hurga, paladea paisajes y «caldos” conocidos o sorprendentemente inaugurados: en Levante, La Mancha, Cataluña, Galicia, el sur… Cata – de vinos se trata – en los clásicos – Cervantes, La Celestina, Quevedo, Estebanillo González, Luis Vives – o escritores, más próximos – Ciro Bayo – que no podían preterir el vino, dado su vínculo a la existencia humana. Investiga Sela las influencias del vino en el amor, para proceder, en fin, a un parcelamiento del vino y su olor, o su sabor, o su cultivo, siempre a través de pesquisas entusiastas, propias de un curioso afán por descubrir cuantos aspectos puedan emocionar a un enófilo como Alejandro Sela que además es pintor – ponderado por Álvaro Delgado -, y juez, y perito agrícola, y escritor por vocación.

LA SEMANA VITIVINÍCOLA. 26-6-1971. Sobre el libro “Vino, amor y literatura”

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LA SEMANA VITIVINÍCOLA. 26-6-1971. “Vino, amor y literatura” por Alejandro Sela

Vino, amor y literatura, por Alejandro Sela, 115 páginas con ilustraciones, tamaño 20’5 por 13’5 cm. Precio, 125 pesetas. Venta y distribución: Librería Ojanguren. Plazuela de Riego, 1. Oviedo.

Breve síntesis del cultivo de la vid y elaboración del vino. Estudios literarios. El vino en Quevedo, La Celestina, Estebanillo González y Luis Vives, etc. Normas para beber “como está mandado”. Relatos de viajes por toda España probando vinos.

Tercer libro que edita Alejandro Sela, apreciado colaborador de esta Revista. De espíritu inquieto, vividor de la vida, constante investigador de textos y paisajes, su ansia de conocimientos le lleva a leer y viajar, su sed de comunicación a narrar lo que aprende en los libros o en los caminos de España.

Hombre conocedor de hombres, de fluida palabra y trato afectuoso, cuenta sin perifollos literarios lo que fue su periplo vinatero.

Ganado a la causa del vino, convencido de la verdad que encierra, pregonero de él, ágilmente, como conversación entre amigos, escribe sobre los vinos que ha bebido en recónditas bodegas y explica sus entrevistas con las gentes campesinas.

Paisajes, vides, vinos y pintorescos individuos, en descriptivo mosaico desfilan calidoscópicamente en las páginas del nuevo libro de Alejandro Sela.

Figuran también textos publicados ya en esta Revista, fruto de su labor investigadora en busca de concomitancias vitivinícolas en obras de la literatura clásica.

Alejandro Sela ha escrito un ameno libro que debe ser leído por quienes sienten inquietudes viajeras alejadas de rutas convencionales y aman el vino.

Respetuoso admirador de las mujeres, lo dedica “A la mujer española”.

LA NUEVA ESPAÑA. 23-6-1971. Sobre el libro «Vino, amor y literatura»

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LA NUEVA ESPAÑA. 23-6-1971. «Vino, amor y literatura», tercer libro de Alejandro Sela

Alejandro Sela – perito agrícola, licenciado en Derecho, juez comarcal de Castropol y escritor por vocación en las horas que le deja libres la profesión – acaba de publicar su tercera obra. Después de «Hacia, la ría del Eo» – lírica y también humorística descripción de un paisaje asturiano bien concreto -, y después de «De vuelta del Eo», Alejandro Sela da a luz el volumen «Vino, amor y literatura», un título con resonancias a vals de Strauss, y bajo el que se agrupan deliciosos artículos literarios, agudos y coloristas, en torno al vino y su circunstancia, desde una breve síntesis del cultivo de la vid – en donde no es difícil adivinar al perito agrícola – a sus andanzas por la geografía, española pródiga en buenos caldos, en la Celestina, en la historia del buscón don Pablos o de Estebanillo González,

No falta, para completar este mosaico que el autor dedica «a las mujeres hermosas solamente», unas «pepitas» a la manera de las «greguerías» ramonianas:

  • La uva no es materia madre para hacer el vino: es materia prima.
  • El vino de San Martín es un vino de bastante capa… ¡Falta le hace…!
  • Los podadores son los peluqueros del viñedo.

En esta su tercera obra titulada «Vino, amor y literatura», Alejandro Sela vuelve a evidenciar su gran sentido para la captación del paisaje, su calidad literaria y, sobre todo, ese su humor típicamente astur, al que se le puede aplicar la definición hecha del epigrama por un clásico: «agudo, dulce y punzante».

¡Qué tía marica!

Tío Pepe, Uncategorized

Publicado en: EL TÍO PEPE (2000) libro; Antoloxía de prosa periodística en galego-asturiano (1903-1954) (2025) libro.

Qué tía Marica: muito m’acordo d’ela. Condo, de neno, la conocín, xa era veya, ben arrugada, pero fresca y colorada como unha mazá qu’esqueicéu nel roupeiro. Tía os oyos vivos y boliceiros, y as maus alargadas y lixeiras.

Vivía al pé da fonte. Tía unha casía que ye deixara súa madre con algo máis d’un cuarto de terra d’horto. Esa casía taba case cuberta pol ramaxe d’un castañeiro y cerca había máis castañeiros, nogueiras y algún loureiro. Nel horto había unha figueira de San Miguel y unhos cuantos pesegueiros. Alí labraba ela patacas, berzas, cebolas y algunha cabeza d’ayo.

Desde que morira súa madre – xa había muitos anos – a tía Marica vivía sola. Nin siquiera tía parentes. Pero vivía en compañía, unde poñía os sous cariños, de dúas ou tres oveyas, un cochín y media docena de galías. Nun tía gato nin gata. Os ratos matábalos con cabezas de cerilla metidas nun faraguyo de toucín.

Era madrugadora a tía Marica. A primeira cousa que faguía, al erguerse, era ir al agua. Y despóis faguía el sou cafetín, y almorzaba. Y así, sin máis, íbase al monte, d’unde traía un garelín de leña na cabeza. Y nel mandil podas, carqueixas ou queirotas, según.

Y lougo, se taba día, íbase pral camín real coas oveyias, alindalas. Tía que valerse así porque ela nun tía prados. El herba dos camíus sempre foi probe, pequena, pero as oveyas acércanse muito á terra coa boca y rapenan todo. Y mentras tanto ela filaba lá y rezaba.

Los árabes y el vino

La Semana Vitivinícola

Publicado en: La Semana Vitivinícola. 14/21-12-1974

por ALEJANDRO SELA

ARABIA, en Asia, es una elevada meseta, en gran parte desierto. En el primer milenio de nuestra Era los árabes se hallaban divididos en tribus independientes. La Meca era su centro religioso y comercial. Cada tribu tenía sus ídolos, pero el más famoso fue la piedra negra o la kaaba.

Con la aparición de Mahoma, nacido en la Meca, y gracias a él, los árabes se unen, se cohesionan, en lo político y en lo religioso. Mahoma nació en el siglo VI. Huérfano desde niño, se dedicó al comercio con auxilio de camellos, y se casó. Le fue bien en sus asuntos y, con independencia económica, se sintió en la necesidad de predicar una religión monoteísta: “No hay más que un Dios, Alá, y Mahoma es su profeta”.

La doctrina mahometana está en el Corán, código religioso y civil. Las doctrinas de Mahoma fanatizaron a las tribus árabes y se lanzaron a la guerra santa, a la conquista de un gran Imperio. Con este fin vinieron a España al mando de Tarik y Muza. Con la batalla de La Janda (Cádiz) comenzaron su conquista a principios del siglo VIII. Su estancia en España duró unos siete siglos hasta que los Reyes Católicos acaban con ellos, los vencen, conquistando su último reducto, Granada.

Los árabes eran apasionados y, cultivaron las ciencias y las artes, en especial la poesía.

. . . . . .

Es en sus poemas donde nos hablan del vino. En los libros del ilustre académico señor García Gómez se pueden tomar las notas que se quieran (Son estos libros, Poemas arábigo-andaluces, Cinco poetas musulmanes y el Collar de la paloma).

Dice García Gómez: “El tema báquico es otro de los más frecuentes en la lírica arábigo andaluza. La ley seca del profeta Mahoma no podía tener plena aceptación en España… Los bebedores solían congregarse, bien al alba, bien por la noche… El lugar de reunión solía ser una sala, el patio de la casa o una quinta de placer en el campo. El anfitrión cursaba las invitaciones en forma poética. Así:

 ‘El día está húmedo de rocío y la mejilla de la tierra se ha cubierto del
bozo de las hierbas. Tu amigo te invita
a gozar de dos calderos que cuecen, despidiendo excelente olor; de perfumes, de un porrón de vino, de un lugar delicioso.
Y más pondría, si quisiera; pero no está bien que para un amigo se despliegue demasiada pompa.’

“Estas reuniones eran, más que orgías, tertulias poéticas y literarias – sigue diciendo García Gómez -. Circulaban, primero, las mesitas volantes, platos llenos de delicadas viandas y golosinas. Después se ponía ante cada comensal una bandeja, un pomo, una copa y un aguamanil. En el centro del corro ardían candelas, cuyo reflejo hería los búcaros de narcisos, las carnosas hojas de las plantas de lujo y las pirámides de frutos brillantes. Circulaba el esbelto copero entre los invitados, con los jarros repletos de vino blanco – grandes perlas rellenas de oro líquido – o con las ánforas de rojo néctar, colmando las copas y escuchando requiebros”.

“Cuando el pitón de la vasija dejaba escapar el chorrito de líquido, ‘como el cuello de un ánade que picara un rubí’, el burbujeo de la copa evocaba ingeniosas comparaciones. Se recitaba, se improvisaba, y, de vez en cuando, se oía el canto de una esclava, que otras acompañaban con laúdes, tambures y bandolas. Ejercían su imperio simultáneo el sueño, la embriaguez y el amor.”

“Nuestros lechos sirvieron de vestido para nuestro vino, y para cubrirnos la tiniebla rasgó sábanas de su piel.”

“De corazón a corazón se acercaba el amor; de labio a labio volaba el beso.”

La mayoría de los fragmentos líricos eran con frecuencia metáforas aisladas. El pueblo árabe fue un gran creador de metáforas, de imágenes, de tropos… en fin.

Copiemos trozos sueltos de esas figuras literarias tomadas de diversos poetas.

“Bebe el vino junto a la fragante azucena que ha florecido y forma de mañana tu tertulia cuando se abre la rosa.”

“Cuando ofreces a los circunstantes – como el copero que sirve en rueda de vasos – el vino de tus mejillas, encendidas de pudor, no me quedo atrás en beberlo.”

“Que este vino lo hacen generoso los ojos de los que, al mirarte, te hacen ruborizar mientras que al otro lo hacen generoso los pies de los vendimiadores.”

«Copero, sirve en rueda el vaso, que el céfiro ya se ha levantado y el lucero ha desviado ya las riendas del viaje nocturno.”

“Se pasaba el tiempo escanciándome el vino de su mirada, y otras veces el de su vaso, y otros el de su boca.”

“En verdad bebí vino que derramaba su resplandor, mientras la noche desplegaba el manto de la tiniebla.”

“El vaso lleno de rojo néctar era, entre sus dedos blancos, como un crepúsculo que amanecía encima de una aurora.”

“Salía el sol del vino, y era su boca el poniente, y el oriente la mano del copero, que al escanciar pronunciaba fórmulas corteses.”

Y así podríamos hacer infinitas citas del vino tan delicadamente tratado. Los árabes nos dieron la gran lección: el vino es más que nada, poesía. Poesía pura.

A. S.

Sancho Panza, filósofo de la sensatez

La Semana Vitivinícola

Publicado en: La Semana Vitivinícola. 19/26-10-1974

por ALEJANDRO SELA

HARÁ unos veinte años llegó a mis manos un libro con este título, Biografía de Sancho Panza. Su autor, Hipólito Romero Flores, profesor de Filosofía.

Este libro me entusiasmó. Y lo leo con frecuencia. La personalidad de Sancho Panza aparece estudiada y analizada con aguda y penetrante hondura. Y gran clarividencia.

Sancho, como figura literaria, siempre me interesó mucho. Y es que, en todo, la gente del campo me ha despertado las mejores simpatías. Y en todo tiempo. Sancho era un hombre del campo. Y yo su “compañero”.

En el Quijote se dice que “cada uno es como Dios lo hizo, y aún peor muchas veces”. O sea – así lo entiendo yo – que es Dios quien hace a los hombres, y no la Universidad ni las escuelas especiales.

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Antes que Romero Flores ya destacó la gran personalidad de Sancho el hispanista francés Jean Camp. Este dijo: “Su corazón es el establo de Belén, donde se apacientan las humildes virtudes de los pobres: confianza, sinceridad, rectitud, adhesión… Jamás ha traicionado a nadie… Su alma es límpida como un estanque de aguas claras. Sus ojos son los de un niño. Sus miradas no han sido mancilladas por nada”.

Romero Flores, con habilidad y conocimiento, nos lleva a la creencia de que Sancho es el filósofo de la sensatez: “Sancho por sus pensares, sus decires y sus haceres es un filósofo; un pequeño filósofo, si se quiere; mas en todo caso un hombre de pensamiento agudo que interpreta debidamente su mundo interior y el mundo que le rodea, sabiendo y adivinando que este último es su circunstancia y que, por tanto, él no es plenamente él ni puede sentirse tal sino en relación con el contorno o entidad circunstancial que le envuelve… El verdadero Sancho es un hombre de talento natural, inteligente discreción, conducta reflexiva y palabra suasoria”.

Sancho, el buen Sancho, de la paciencia y lealtad, es, por sus decires y sus haceres, el filósofo nuestro, nacional, con acentuada referencia al orden moral, que ha sido siempre el aspecto más insistente de lo que llamamos filosofía española. Es, sencillamente, el honrado e inteligente hombre del pueblo… En suma, él piensa en cada momento la cosa en orden a la circunstancia, la cual impone su dominio e impera, más que colabora, sobre el propio yo.

Don Quijote también le llama filósofo en algún momento: “Muy filósofo estás, Sancho; muy a lo discreto hablas”.

. . . . . .

Pues bien, este filósofo era un estupendo bebedor de “lo caro”. Así se llamaba al vino en la literatura del tiempo. Y, además, bebedor de bota o de zaque.

Rastreando el Quijote encontramos las diversas veces que Sancho bebía. Al iniciar el primer viaje con su amo “iba sobre su jumento como un patriarca con sus alforjas y bota…”.

Así “de cuando en cuando empinaba la bota con tanto gusto que le pudiera envidiar el más regalado bodegonero de Málaga”. E iba ”menudeando tragos”.

“Al levantarse dio un tiento a la bota, y hallóla más flaca que la noche antes y afligiosele el corazón por parecerle que no llevaban camino de remediar tan presto su falta.”

En sus andaduras Don Quijote y Sancho se encontraron unos cabreros que les obsequiaron. “Sentose Don Quijote y quedábase Sancho en pie para servirle la copa, que era hecha de cuerno”. En la tertulia que formaron “no estaba ocioso el cuerno, que andaba a la redonda tan a menudo (ya lleno, ya vacío, como arcaduz de noria) que con facilidad vació un zaque de dos que estaban de manifiesto”. Y poco después Sancho, asimismo, callaba y comía bellotas, y visitaba muy a menudo el segundo zaque que, por enfriarse el vino, le tenían colgado de un alcornoque.

Yendo y viniendo días se encontraron el caballero y el escudero con otro par de su oficio. “Resultaron ser el Caballero del Bosque y su escudero. Era de noche. Los dos escuderos aparte de sus amos dialogaban, pero por la sequedad se les pegaba la lengua. Y el escudero del Bosque dijo: “Yo traigo un despertador pendiente del arzón de mi caballo que es tal como bueno”. Y levantándose, volvió de a un poco con una gran bota de vino y una empanada de media vara.

– ¿Y esto trae vuestra merced consigo? -, dijo Sancho.

– Pues ¿qué pensaba? – respondió el otro -. ¿Soy yo por ventura algún escudero de agua y lana?

. . . . . .

Sancho se muestra experto en vinos y se da cuenta de que el de la bota del Bosque:

– ¿Es de Ciudad Real?

– ¡Bravo mojón! – contestó el del Bosque -. En verdad que no de otra parte, y que tiene algunos años de ancianidad.

– A mí con eso – dijo Sancho -. No toméis menos sino, se me fuera a mí por alto dar alcance a su conocimiento. ¿No será bueno, señor escudero, que tenga yo un instinto tan grande y tan natural en esto de conocer vinos, que dándome otro cualquiera a oler, acierto la patria, el linaje, el sabor y la dura y las vueltas que ha de dar, con todas las circunstancias al vino atañederas? Pero no hay de qué maravillarse, si tuve en mi linaje por parte de mi padre los dos más excelentes mojones que en luengos años conoció La Mancha.

Cuando Sancho llegó a ser gobernador dictó una ordenanza para que pudiese meter en ella – en la ínsula – vino de las partes que quisiesen, con aditamento que declarasen el lugar de donde era, para ponerle el precio según su estimación, bondad y fama y el que lo aguase o le mudase el nombre, perdiese la vida por ello.

Sin embargo, después de haber sido gobernador, arrepentido, Sancho dijo: “Mejor se me entiende a mí de arar y cavar, podar y ensarmentar viñas que de dar leyes ni de defender provincias ni reinos”.

Otras citas podríamos añadir. Pero para nuestro objeto basta lo dicho.

Romero Flores dice: “Hay que vivir, amigos, pues, sin vivir no se puede beber el vino agridulce de los ensueños. La alegría está embotellada y unas veces tiene color de solera pálida, y otras de rojo sangre de toro”.

A. S.