Cáceres y sus vinos

Turismo y Vida

Publicado en: Turismo y Vida. Diciembre-1971

por ALEJANDRO SELA

En los primeros días de octubre último experimenté especiales emociones. Estuve pasando unos días por la provincia de Cáceres. Solamente. ¿Les parece poco?

Vamos por partes. Yo fui a esta provincia para ver “lo que se pesca” en asunto de vinos. Pero los resortes de la emoción se me soltaron ya en el camino, en Ávila, por Mombeltrán, con su castillo, y en Arenas de San Pedro, con su vegetación variada y sus pinos.

Después, al llegar a la provincia cacereña leo, en alguna parte, sobre tabla: Pantano de Rosarito. Y, encima, una flecha. Sorpresa. Doy mi palabra de honor de que éste es el primer pantano español que conozco con nombre de señora… El destino me tenía reservado a mí este descubrimiento.

Y seguidamente, entro en la Vera, Vera de Cáceres. Y la emoción se me desata… Aquí la belleza va del brazo de la utilidad como si tal cosa. Las tierras, onduladas, parecen volantes de la falda de “bailaora” gitana. Y son, efectivamente, pero volantes de una falda de la sierra de Gredos.

Y de vinos, ¿qué? Probé vinos en Plasencia, Trujillo, Zorita, Logrosán, Alcántara, Montehermoso, Moraleja, Miajadas… Y por este último lugar, me despisté para llegar a Medellín (Badajoz) y adquirir un vino especialmente jugoso y que lleva la etiqueta de Castillo de Medellín.

Y en Montánchez -otra vez en Cáceres -, especialmente, compré una caja de botellas en la bodega Galán. Y lo siento. Siento… no haber comprado más.

¿Qué emociones o sensaciones se experimentan después de tomar esos vinos? Hablo por mí. Me entraron unas ganas terribles de ser conquistador ¿Conquistador de qué? No me es posible ser sincero. Ustedes comprenderán… Soy marido. El que quiera sacar punta a mis ideas que las afile por cuenta propia.

En Cáceres todo es de primera mano, virgen. El sol, el color, el paisaje… Las encinas, las higueras, los olivos, los viñedos…

Es curioso. Dos de los más importante reyes españoles fueron a morir a Cáceres. Carlos V, en Yuste. Y Fernando el Católico, en Madrigalejo.

En Cáceres se puede dar satisfacción al cuerpo y al espíritu. Al cuerpo con truchas del Jerte, perdices a la moda de Alcántara y jamonín de Montánchez. Por ejemplo.

Y al espíritu… Téngase en cuenta que hay tres catedrales: Dos en Plasencia y una en Coria. Y dos obispos.

Y Guadalupe. ¡Guadalupe! Desde hace años yo me siento vinculado a la Virgen de este lugar como pecador nato. La primera vez que fui de romero iba pobre de gracias y rico de pecados. Recé algo, no mucho. Y salí como nuevo. Rico de gracias y pobre de pecados.

Pero, pobre de mí, las gracias se me acabaron pronto y los pecados aumentaron desmesuradamente. Y claro, tuve que volver a Guadalupe…

Perdón. Estoy terminando esta croniquilla y no dije nada de las mujeres cacereñas. Me arrepiento. Son especialmente guapas y seductoras. Pero cuando se ponen sus trajes típicos, las pobrecillas, por su peso, tienen que soportar algo así como “una tienda de tejidos”.

Se nota ahora, sin embargo, una cierta influencia de ideales ingleses ¿Ingleses? ¿En Cáceres? Sí, se nota el influjo aligerante de los ideales de Mary Quant. ¿Cómo?

¡Si están a la vista!

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