En Navia montó su estudio (veraniego) Álvaro Delgado

La Nueva España

Publicado en: La Nueva España. 7-10-1955

(En él recibió la noticia de haber obtenido el gran premio de la Bienal del Mediterráneo)

En la calle Campoamor, barrio de San Roque de Navia hay una casa bastante vieja que perteneció a una familia de cierta alcurnia en la villa. Tiene en el primer piso, una habitación amplia rematada en galería que da a una huerta hacia el mediodía. Y por el sur, un par de ventanas desde las cuales se ve el mar, la ría, un poco de Mohías y algo de Andés.

En esta casa, concretamente en esta habitación amplia y acogedora asentó sus reales, su estudio, un pintor madrileño y, por supuesto, español, Álvaro Delgado. El local le fue cedido gentilmente por su actual dueño, Carlos Álvarez de Miñagón (Boal) y residente durante años en Buenos Aires.

En tal estudio trabajó este verano – desde el 13 de julio – este laureado pintor. Y en él además, con su esposa Mercedes y su único hijo Alvarito, recibió e hizo tertulia con muchos amigos y admiradores navienses. Mercedes, mujer vasca, sencilla y serena, tuvo siempre a punto para los amigos, el “amarretaco” que cada hora exigía.

Álvaro cayó muy bien en Navia. Supo, luego de su llegada, hacerse grato y llevarse la gente de calle. No tanto por ser artista sino por las cualidades humanas y de simpatía que le adornan. Y es muy joven, apenas treinta y tres años. Pero ya es un señor pintor.

En principio Delgado pensaba veranear, es decir, descansar, o pintar algo por pura distracción. Pero no sucedió así. En el tiempo transcurrido desde su llegada lleva hechos una media docena de oleos, ocho o diez retratos al carbón, grandes y más de cuarenta acuarelas. Y sigue pintando. No se ha ido todavía.

Desde su venida Delgado hizo muy buenas migas con don Justo Álvarez, un señor de Trelles muy picasiano. Este tiene una motocicleta en regular estado. Sobre ella, los dos, se han recorrido todo el occidente astur de ceca a la meca, buscando el paisaje sugerente que mereciera ser pintado. Rincones y vistas de Castropol, Figueras, Viavélez, Ortiguera, Puerto de Vega, Luarca, etcétera, etcétera, están recogidos en límpidas acuarelas. Navia, sin embargo, mereció sus preferencias. En lienzo y en papel quedó reflejada más en espíritu que en cuerpo. Álvaro Delgado no pinta fárragos, pinta quintaesencias.

La junta directiva de la Biblioteca Carlos Peláez, de la villa, dándose cuenta de la calidad excepcional del visitante y para que todo el pueblo pudiera conocer tan refinadas y valiosas obras de arte, invitó a Delgado a hacer una exposición en sus locales. Y él, amablemente, con gran contento accedió a ello.

Cuando la exposición estaba ya casi instalada, se recibió en Navia un telegrama de Egipto. Era del representante del Gobierno español. En él se le decía a Álvaro que en competencia con pintores de excepcional valía de otros países, había obtenido el gran premio de la Bienal de Arte Mediterráneo, que se está celebrando en Alejandría. La noticia que, por otra parte, publicó la prensa nacional, fue recibida con gran satisfacción por el vecindario. Y Álvaro con indudable emoción, pero sin perder el sentido, siguió colgando los cuadros para que los vieran las gentes de Navia y sus contornos.

El domingo día 2 del corriente, a las once y media de la mañana, se abrió la exposición, con gran asistencia de visitantes. Por la tarde, a las seis, don Pedro Penzol, muy conocido en Asturias como experto en arte, dio, en el local de la exposición, una conferencia muy documentada y amenísima sobre “Pintura moderna”. Partiendo del impresionismo nacido en La Escuela de Barbizon, estudió los dos rumbos pictóricos que allí se iniciaron. Por un lado, los preocupados por la forma: Cézanne, Picasso. Y de otro, los afanosos en resaltar el color: Renoir, Dufy. Después de extenderse en sutiles análisis, termina afirmando que Álvaro Delgado tomó de las dos direcciones lo mejor y de más calidad artística. La concurrencia, muy distinguida, de Navia, Luarca, Castropol y otros puntos, lo oyó con mucho respeto y, a su final, le premió con muchos aplausos.

Álvaro Delgado es, en el plano nacional e internacional, un pintor con una personalidad ya hecha, madura, a pesar de su juventud. No es porque, como españoles, lo creamos con pasión patriótica. Pues no. Nos lo han dicho hace un año, desde La Habana, los jurados de la Bienal Hispanoamericana al darle un premio considerable. Nos lo dicen ahora, desde Egipto, al darle el galardón tan codiciado que antes referimos. A su edad es difícil encontrar en la historia de la pintura española casos parecidos. Se pueden mencionar sin que nadie crea que acudimos a la hipérbole, Fortuny y Rosales.

Y, claro está, a Velázquez, que en plena juventud llegó a ser pintor de cámara. Lo sería ya hoy día Álvaro Delgado si hubiera reyes y princesas. Pero no hay.

A no ser que se crea lo que dijo Cervantes: Que en su casa, cada mujer puede considerarse princesa…

Así, sí. ¡Ya hace tiempo que lo es!

ALEJANDRO SELA

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *