El padre Feijoo y el vino

La Semana Vitivinícola

Publicado en: La Semana Vitivinícola. 3-7-1971

por ALEJANDRO SELA

Perito Agrónomo

El Padre Jerónimo Feijoo vivió ochenta y ocho años. Nació en Casdemiro (Orense) en 1676. Fue monje de la Orden de San Benito y, durante muchos años, catedrático de Teología de la Universidad de Oviedo.

El Padre Feijoo era fundamentalmente un hombre estudioso. Y después de estudiar, escribía de muchas cosas. Y, entre ellas, del vino.

Vamos a reproducir una de sus “Cartas Eruditas”. En ella resuelve una consulta que le fue formulada por alguien sobre la corrupción de los vinos.

Como se verá, da primero una explicación filosófica sobre el problema y, después, otra científica.

Creo que esto tiene interés, por lo menos, para la historia de la enología española.

Carta XX

Remedio preservador de los ribos fácilmente corruptibles

1º.- Muy señor mío: Las respuestas que doy con más gusto son las que pueden producir alguna utilidad sólida a los que me escriben; mucho más si el beneficio es capaz de extenderse a otros muchos. Y tal es el caso en que ahora me hallo respecto de V.md.

2º.- Pídeme V.md. algún remedio, si le alcanzo, para preservar la corrupción de los Vinos, que produce esse País (Valdeorras) cuya sustancia es de tan corta duración que nunca alcanza la de la cosecha de un año a las vendimias del año inmediata, perdiéndose enteramente a la entrada del Otoño. Duda V.md. si esto procede del influxo de el clima, que aunque oportuno para la producción, puede ser ofensivo para la conservación, u de la calidad intrínseca del Vino. Y resueltamente digo, que no es lo primero, porque lo mismo sucede al Vino de esse País, trasladado a este, aunque la traslación se haga en el Invierno, o Primavera. No sólo lo he oído muchas veces, mas yo mismo lo experimenté, que nunca se conserva esse Vino, sino hasta el mes de Septiembre; siendo assi, que otros muchos Vinos, que se conducen de varias partes, Provincias y Reinos, se conservan felizmente, exceptuando una u otra desgracia casual. Ya la verdad, pocos Países habrá en nuestra Península más conmodos, que este, para la conservación de los Vinos; porque a excepción de las Montañas altas, muy raro se hallará, en que sea tan benigno el calor del Estío. Assi es cierto, señor mío, que solo el Vino de Valdeorras se pierde en Oviedo, y se pierde al mismo tiempo, que en el País a donde nace.

3º.- Resta, pues, que esto sólo dependa de la calidad intrínseca del Vino. ¿Pero que qualidad será esta? ¿Qué nombre le daremos? Ciertamente no es alguna de aquellas que se manifiestan al examen del sentido, pues ninguna de estas se reconoce en él, en que no convenga con otros Vinos, que no están sujetos a esta desgracia. Pero sea lo que fuere de qualidades en el sentido Aristotélico; es mucho más racional atribuir este efecto a los Elementos de que consta el Vino, dosis y textura de ellos. Ciertamente en todas las obras de el Arte, su mucha o poca duración pende únicamente de los materiales de que se compone, o de su proporcionada quantidad, y de su coherencia o respectiva colocación. ¿Porque no hemos de discurrir en las obras de la Naturaleza lo mismo, siendo esto mucho más inteligible? Clamen lo que quisieren los que se llaman Philósofos Aristotélicos contra los Modernos, porque atribuyen todos los efectos sensibles, que se observan en las cosas inanimadas, al mecanismo de la materia. No se le puede negar a este modo de philosofar una gran ventaja sobre el suyo, y es, que señala por causa una cosa, que sin duda existe, pues en toda sustancia material hay evidentemente tal, o tal textura, composición, y mecanismo, quando al contrario son muchos los que niegan la existencia a las Qualidades Aristotélicas.

4.º.- Posible es, que el buen Philósofo, viendo hacer analysis de esse Vino, u otro semejante, por un hábil Chimista, llegase a conocer específicamente el principio de que proviene su breve duración. Pero ciertamente no lo es el que V.md. sospecha; esto es, que esté muy cargado de partes sulphureas. Bien lexos de esso, jugo yo, que no por la copia, sino por la inopia de ellas es tan perecedero. Lo primero, porque ninguna seña da el Vino di esse País, ni al olfato, ni al gusto de ser muy sulphureo, antes de lo contrario. Lo segundo porque apenas se hallará Vino en el mundo, que mejor, y mas tiempo se conserve, que el de la Isla de Tenerife, el cual no puede dudarse de que abunde rucho de partes sulfhureas, constando por experiencias irrefragables que el Territorio de aquella Isla tiene en sus entrañas infinito azufre, lo que demuestran los muchos terremotos, que ha padecido, y gran número de Volcanes, que se abrieron en consecuencia de ellos. No dudo, que también se conserven, quanto se quiera, los preciosos Vinos de Nápoles, que nacen al pie de aquella portentosa minera de Azufre; que esto es, el Vesuvio.

5º.- Lo tercero, porque la precaución de que se usa en Francia, para preservar de la corrupción de los Vinos muy sujetos a ella, es sahumar los toneles con candelillas de azufre. Esto he leído, no en uno solo, sino en tres libros Franceses. Y ve aquí V.md. el remedio, que yo puedo darle para conservar su Vino, sin que quede, ni en mi cabeza, ni en mi librería otra receta para esse fin. Ignoro las dosis de que se debe usar respectivamente a la capacidad del Tonel. Pero essa podrá llegar a conocerse por experiencia, tentando diferentes dosis en distintos Toneles. Lo que juzgo es, que el que las dosis sea algo crecida, no tendrá otro inconveniente, que el participar algún olor de azufre al licor.

6º.- Como V.md. logre el beneficio propuesto, discurro, que poco, o nada se le dará por saber philosoficamente, en que consiste, que este se logre por medio de azufre. Sin embargo, por que a mi me cuesta poco el escribirlo y a V md. menos el leerlo, le diré, que el azufre consta de dos sustancias diversas. Una es la oleosa, y inflamable, otra es un ácido fuerte. En esto convienen todos los Chimistas. No la primera pues, sino la segunda, es la que preserva de corrupción al Vino, introduciéndose por los poros del Tonel, como especifica el Expertisimo Chimista Monsieur Homberg, de la Real Academia de Ciencias (Historia de la Academia de el año 1705) y antes había probado lo mismo Mons. Mariotte, de la misma Academia, con una experiencia curiosa. Echó tres gotas de aceyte de tártaro en medio vaso de un bello Vino clarete. Al momento mudo este de color, se puso turbado, tirando a amarillo, como el Vino corrompido. Vertió después en él dos, o tres gotas del espíritu ácido de azufre. Sin dilación recobró el Vino su diafanidad v hermoso color.

7º.- Se me olvidó arriba otra noticia, que sirve tambien a comprobar la utilidad de el sahumerio de azufre en los Toneles; y es, que siendo yo oyente de Philosofia en el Colegio de San Benito de Lérez, distante un quarto de legua de la Villa de Pontevedra, extrahian los Ingleses mucho Vino de Galicia, que embarcaban en aquel puerto para conducirle a Inglaterra; y oí entonces, como cosa notoria, que observaban constante mente la práctica de sahumar con azufre todos los Toneles en que lo conducian; lo que no veo pudiese producir otra utilidad que la de asegurar su conservación.

Dios quiera que esta receta sea más útil a V.md. para conservar su Vino, que lo serán por lo común las de los médicos para conservar su salud: lo que yo deseo a V.md. muy feliz, & c.

A. S.