Publicado en: La Semana Vitivinícola. 29-4/6-5-1972
por ALEJANDRO SELA
Desde el 12 al 22, ambos inclusive, del pasado mes de febrero, me pareció conveniente para el cuerpo y para el espíritu dar lo que yo llamo “un voleo” vinícola. Un académico le llamaría a mi “voleo” un garbeo. Pero la verdad es que yo no tengo garbo ninguno.
Después de haber andado en coche bastante más de 1.000 km., lo cierto es que el día 14 del indicado mes amanecí en movimiento por varios pueblos del Alto Ampurdán, en Gerona. Muy a mi sabor estuve en Garriguella, Villamaniscle, Rabós, Espolla, San Clemente, Mollet… Y por último en Perelada. Aquí, en el castillo de Perelada, hay materia vinícola, bibliográfica y artística como para quedar desconcertado. Esto es el “acabose…”
Amanecer en un paisaje vitícola, salpicado de olivos, lo considero como un vivir deportivamente. Y si además, de algún modo, me hago con botellas de vinos de los pueblos, puedo después “descorchar” la deportividad cuando se me antoje. El Alto Ampurdán con su paisaje y sus vinos es algo serio.
A la hora de comer del mismo día, y gracias a las facilidades de una autopista, me fue posible almorzar en Alella, en la provincia de Barcelona. Alella es un pueblo empinado, a 15 km. de la capital, y que produce unos vinos de “alto copete”. Blanco – marfil le llaman -, clarete y tinto. Alella Vinícola – cooperativa – , con sus técnicos, marca la pauta a todos los vitivinicultores de la zona. Y así, sus vinos van de triunfo en triunfo.
Unos días en Barcelona hablando con unos y con otros me permitieron darme cuenta de cómo está el ambiente vinícola.
Otro día amanecí en San Esteban de Sesroviras. Y su paisaje es también, por sus viñedos, especialmente seductor. Aquí sólo visité la Masía Bach; su bodeguero señor Escudé me guio por bodegas y cavas, y una vez más quedé convencido de las altas calidades que se logran en los vinos catalanes. En la Masía Bach se producen espumosos y vinos de mesa.
Pasé a San Sadurní de Noya y Villa Franca del Panadés. Estos sitios me son muy familiares, los visité varias veces en otras ocasiones. Y en ellos compré lo que me gusta. Voy a tiro fijo.
En Sitges adquirí malvasías. A mí no me es posible conseguir sonrisas de mujer a cuerpo limpio y por tipo. Pero tengo un truco: las invito a una copa de malvasía. Y después, sin más, tengo las sonrisas que deseo…
Desde Sitges salté a Reus. Pero pasando antes por Vendrell y Valls. Por estos lugares los almendros, a mediados de febrero, ya estaban en flor. El paisaje, el campo todo, era algo así como una maravilla.
Reus es un centro vital. Especialmente en agricultura. En sus contornos hay avellanales, olivares. Y, por supuesto, viñedos. Los vinos de Reus son, por su composición y color, lo que yo llamaría vinos de caballero…
Y en Falset, que ya conocía, comprobé que está en la línea de ir siempre a más. Calidad, calidad y calidad. De la mano de un vecino y amigo, el señor Aguiló Bartolomé, me pude dar cuenta de que la Cooperativa Falsetense es ejemplar.
Un día, no recuerdo cuál, dejo Falset a las cinco de la mañana y paso por Alcañiz, Híjar, Belchite y Fuendetodos. Y para recalar en Cariñena a las nueve de la mañana. Y me llego en un momento a La Paniza para contemplar el “panorama”. Que es, por cierto, en torno a Cariñena, como dije otra vez, extraordinario.
En la Cooperativa San Valero, en Cariñena, hago mi acopio de vinos de todos los colores. Y con un sol espléndido bajo a La Almunia de Doña Godina para coger la carretera general…