Publicado en: Inédito
En el rigor del invierno en Navia, a altas horas de la noche, si uno sale a dar una vuelta, se puede ver por las calles a algún hombre que lleva un cedazo mangado en un palo…
Es el angulero…
Pero no lleva solo el cedazo, lleva más cosas: Una lata vacía o un caldero y un farolillo de aceite…
Esta es la impedimenta del angulero.
El escenario donde trabaja esta gente es la ría. En lugares como este que se ve con luz reflejada de un sol que se ha ido… Pero, ya dije, en horas de madrugada. Y en marea llena, cuando salen muy bien.
Son muchas las gentes de Navia que van a la angula. Como en esos días el cielo suele estar anubarrado la oscuridad es casi plena. No hay luz de luna ni luz de estrellas…
Hay, solamente, la luz del farolillo del angulero. Que es una luz mortecina. Pero como son muchos que se colocan a ambos lados de la ría y, además, como es natural, se reflejan en las aguas, se multiplican.
Navia a la luz del angulero toma una coloración especial. Adquiere una cierta lucidez. Como novia en vísperas de boda.
¡Algo así!