LA NUEVA ESPAÑA. 22-11-2005. Pág. 31. En tierras de la Searila
Por José Ignacio Gracia Noriega
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Pero el escenario más romántico de la ribera del Eo, ya encaminado hacia el mar, no está en Barres, sino en Seares, que en la primera mitad del siglo XIX pertenecía a Castropol, y ahora pertenece a Vegadeo. Seares, según escribe Alejandro Sela, “está enclavado en una hondonada que forman poblados montes de pinos, robles y castaños”. En un barrio de esta parroquia, el de río Seares, se encuentra una casa de regulares dimensiones “con traza de haber sido construida y vivida por gentes de condición social elevada – señala Alejandro Sela -. Hoy es una casa de labranza como cualquier otra, pero está muy deteriorada. A simple vista, sin embargo, se nota su ranciedad y su abolengo de origen”. Nos detenemos sobre ella, ya que se encuentra debajo del nivel de la carretera. Luis López, propone bajar por el prado, pero está lloviendo y yo repito lo que dice el filósofo de Nueva: “Andar por gusto…”. Este filósofo, en tiempos de la tejera, iba andando hasta Burgos, porque no quedaba otro remedio. Pero cuando ve a los “nuevos ciudadanos”, sudando el chándal por las “rutas del colesterol”, repite pensativamente: “Andar por gusto…” ¡Qué tontería y desperdicio de tiempo! Así que nos quedamos contemplando la “Casona” desde arriba. Esta casa perteneció a los Pérez Castropol, descendientes de un gobernador de Cuba durante la época colonial. En ella nació en 1814 Rosa Pérez Castropol, la romántica Searila, la mujer más bella de las dos riberas del Eo, famosa por sus amores con Antonio Cuervo, de Piantón, prometedor letrado que llevaba camino de hacer buena carrera política (la haría posteriormente, cuando se le hubo pasado el frenesí amatorio y necrofílico).Después del casorio entre ambos, Antonio Cuervo hubo de ausentarse. Según algunos, marchó a ocupar un cargo político en Santander, según Luis López, que prepara su biografía, perseguía por los montes a las partidas carlistas. En su ausencia murió la Searila de parto. Cuervo corrió a su lado, reventando caballos, y al saberla enterrada, la desenterró y le arrancó unos rizos; también le dedicó unos versos melancólicos y solemnes, que suenan a Poe:” Solitaria mansión del sepulcro,/ sólo en ti mi esperanza se encierra…”.
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