Publicado en: Eco de Luarca. 2-3-1958, pág. 24
Luis M. Iragorri es cartero de Navia. Hace ya unos veinticinco años que vive aquí ejerciendo su cargo a satisfacción de todos. Es un perfecto caballero. Yo lo he tratado siempre, desde hace bastantes años. Entre nosotros hay ciertas afinidades. Él, además de ejercer su profesión oficial, es pintor. Y yo soy aficionado a la pintura.
Hay, creo yo, dos clases de pintores. Los que estudian para ello, los que van a las academias, los que viajan. Que son los que viven afanosos de descubrir mundos nuevos al arte. Los que vuelan o quieren volar alto.
Y otra clase es la de aquellos que pintan porque sí, naturalmente, con humildad, muy calladamente. Por la misma razón que el prado da hierbas o el rosal rosas. Y no saben ni quieren saber nada de cubismo, surrealismo etc. etc. Mi amigo es de estos últimos.
Pinta, nunca dejó de pintar. Y para ello no fue a escuela alguna y no ha viajado. Los pinceles los tomó de la mano de su padre que también pintaba.
Luis M. Iragorri nació en Luarca. Es pues, de nuestra tierra. Y esta es razón más que sobrada para que se divulgue su nombre y se sepa de él. Por los que están aquí y los que están allá. Esta tierra nuestra, la del occidente asturiano, no da pintores. Hoy, tenemos poquísimos. Y esto es lamentable. Porque la pintura no es un vicio. Es, sin duda, una virtud…
El mérito de Luis está, realmente, en su enorme vocación de pintor. Con poco tiempo libre, con escasez de medios, ha pintado, pinta y si Dios quiere, pintará. Sus cuadros son, por lo menos, dignos, decorosos. Sus inclinaciones fueron siempre hacia el paisaje y, dentro del paisaje, las marinas. Él es un verdadero enamorado del mar.
Pero, además de esto, también se dedica a otra actividad merecedora de estima. Es constructor, en madera, de buques de vela o de vapor. Hace maquetas de unos navíos airosos, marineros…
Cito a Luis para hablar de sus cosas en un café. Y vino puntual, complacido. Tomamos sendos cortados y encendemos también sendos pitos.
– ¿Cómo fue eso, Luis, de que usted sea pintor?
– Por herencia. Mi padre era, en Luarca, carpintero y pintor de iglesias. Pero, además pintaba al óleo en lienzo o tabla, cuadritos para vender. Y retratos a lápiz. Y yo, casi sin darme cuenta, seguí sus pasos.
– ¿En qué fecha nació y qué vida hizo?
– Nací en Luarca el año 1899, donde viví hasta los 31 años. Me fui a esa edad, de cartero a Piedras Blancas, donde estuve dos años. Y después a Ribadesella y allí viví igual cantidad de tiempo. En Navia llevo unos veinticinco años. Siempre aproveché las tardes libres para pintar. La pintura, el producto de la venta de mis cuadros, me ayudó a vivir.
– ¿Cuántos habrá pintado en total?
– Unos ochocientos, más o menos.
– ¿Y a qué precios vendió?
– El cuadro más caro me dejó 1500 pts. Y el más barato 300.
¡Me quedo un poco sor prendido! Un pintor sin prensa, sin el aparato de la propaganda, ha hecho lo suyo… como quien no quiere la cosa. Ya decía yo que esto es una virtud…
– ¿Por qué sus cuadros son casi todos marinas?
– El agua me dominó, me atrae de un modo irresistible. El mar cuando está encabritado o fiero lo pinto con el mejor gusto. A veces pongo sobre el agua embarcaciones de vela, bergantines o fragatas. El agua, el mar, es siempre interesante. Cambia a menudo de color. Sus verdeazulados tienen su “miga”, son una papeleta…
– ¿Fue a alguna exposición?
– Si. En 1928, en una exposición organizada por el Ayuntamiento de Luarca, me dieron medalla de oro. En otra, organizada por el mismo, tiempo después, me dieron un premio de 500 pts.
– ¿A quién vende?
– A todo el mundo, al que desee comprar. En Navia hay pocas casas que no tengan algún cuadro mío. En Luarca habrá unos veinte. Y hay algunos que fueron o están en Nueva York, Buenos Aires, Puerto Rico, Gijón, Madrid.
– Sé, porque los vi, que usted también hace barcos. ¿Qué me dice?
– He hecho trece, solo de madera, con formón y gubia. Cada uno me llevó un año, en horas libres, claro. El mayor tiene sesenta centímetros de eslora.
– ¿A qué aspira?
– Mi ilusión es verme jubilado de cartero para tener tiempo libre. Quiero pintar todo el día, sin tregua, sin descanso, de sol a sol.
Ya está. Después de lo dicho u oído, no hace falta que yo haga comentarios. Los hace cualquiera.