Publicado en: Eco de Luarca. 1-11-1959, pág. 12; De vuelta del Eo (1960)
He aquí la figura de Cristo en admirable síntesis. Es obra, de Álvaro Delgado. La dibujó en el verano último para presidir un templo, una capilla. Y en ella está.
Es curioso. Este dibujo con evidente claridad nos explica la totalidad de la obra anterior de Álvaro. Y esta obra, a su vez, nos explica por anticipado el dibujo que se ve. No parece sino que sus paisajes y sus retratos estuvieran pidiendo esto. Y esto llegó.
Álvaro Delgado no es un pintor abstracto ni un pintor concreto. Ni clásico ni moderno. No hay manera de colgarle una etiqueta definidora.
La obra de arte auténtica, por otra parte, se nos impone por sí sola, nos penetra como una saeta agudísima. Y no nos deja tiempo para hacer el tonto ni, por consiguiente, para decir tonterías. Nos emociona, nos conmueve. Y basta.
Si esa obra, además, representa al Hijo de Dios, la emoción es de lo más limpio…
Y de lo más puro.
Sela