Bosquejo histórico de la Agricultura

Eco de Luarca

Publicado en: Eco de Luarca. 3-5-1959, pág. 7; (Cuartillas leídas por ALEJANDRO SELA a los alumnos del primer curso del Instituto Laboral de Navia con ocasión de la Fiesta del Libro)

Hagamos historia. Nada más natural que el que estudia agricultura y ganadería conozca la historia de una y de otra. ¿Cómo se llegó a los sistemas de cultivo que hoy tienen los agricultores? ¿Por qué se cuida y explota la ganadería?

Hablemos de esto un poco. Demos unas pinceladas sobre estos temas. En unos minutos, no vamos a enseñar nada. Solamente pretendemos excitar la curiosidad a pensar. Más adelante, a través de los cursos del Bachillerato Laboral, con estudio, se irán viendo las cosas más claras. Con el ejercicio de la inteligencia y con la madurez de la edad, se irá poniendo en claro la solución de estos problemas. Pero, hay que ir lentamente familiarizándose con los asuntos. Hablemos pues, de lo nuestro, de la agricultura. 

La agricultura es tan vieja como la Humanidad. En el Génesis ya se habla de que Adán y sus sucesores eran, a su modo, agricultores y pastores. En Asia está, según la historia, la cuna de la agricultura. Y en Asia salió a flote la civilización. Por un lado se extendieron los conocimientos agrícolas hacia China y el Japón. Y por otro, desde Asia, pasaron los conocimientos de la agricultura a Egipto. La feracidad de las orillas del Nilo atrajo a los labradores. Desde Egipto, como mancha de aceite, se extendieron esos conocimientos a Grecia y Roma. Grecia y Roma fueron, en la antigüedad, pueblos muy cultos. En todas las ramas del saber. De ahí pasaron los conocimientos agrícolas al resto de Europa, y claro está, a España.

El principio el cultivo casi puede decirse que no existía. El hombre se aprovechaba de los frutos que la naturaleza daba buenamente. Mejor dicho, la mujer hacía la recolección, como si dijéramos. El hombre, entretanto, cazaba y pescaba. Era preciso, allegar todos los recursos alimenticios indispensables para poder vivir.

Poco a poco, a través de los siglos, la Tierra se iba poblando. Había cada vez más gente, se comía más, aumentaban las necesidades. El ser humano tuvo que ingeniárselas para sacar de la tierra más Productos. Entonces apareció lo que verdaderamente llamaremos cultivo. Se descubrió que había unas plantas muy alimenticias, muy ricas en fuentes de energía vital, que sembrándolas daban resultado. Aparecieron los cereales, el trigo, el centeno, la avena. Se vio que esos granos machacados, molidos y cocidos, alimentaban. No hace falta que lo diga, apareció el pan. El pan ha sido y es el alimento fundamental del hombre. Pero…, ya lo sabéis, no sólo de pan vive el hombre. Había que proseguir la conquista de la naturaleza. Había que buscar más plantas aprovechables. La civilización avanzaba…

Los fenicios, lo sabemos todos, eran comerciantes. La agricultura no les interesaba. Andaban los más, embarcados por el Mediterráneo, vendiendo y cambiando los productos que otros pueblos producían.

Los cartagineses, por ejemplo, tuvieron en gran estima la agricultura. A Magón, un cartaginés, le llamó Columela, “el padre agricultura”. Magón escribió cuarenta libros sobre la ciencia agrícola. Hesíodo celebra la agricultura como “el secreto de la felicidad”. En la época de Alejandro Magno, se escribe poesía sobre la agricultura. O sea, que la agricultura era muy considerada. En Roma, Virgilio, en sus Geórgicas, poetizó también el cultivo de los campos.

Dediquemos unas palabras a Virgilio. Virgilio era de un pueblo italiano llamado Andes. Nació setenta años antes de Jesucristo y murió diecinueve antes de ese nacimiento. Vivió pues, cincuenta y un años. Virgilio era un hombre muy inteligente y estudioso. Empezó estudiando gramática y matemáticas en Milán. Siguió adquiriendo conocimientos. Su padre le dejó en herencia una granja, es decir, un caserío. Y se dedicó a cultivar la tierra. Y a observar. Hacía estudios para obtener cada año mejores cosechas. Y como sabía escribir con arte, anotó en las Geórgicas lo que aprendía. En las Geórgicas habla del cultivo de la tierra, del cuidado de los árboles, sobre todo de la vid, que era entonces, una gran riqueza, y de la agricultura y de la ganadería y, por último, de la apicultura, es decir, del cuidado de las abejas que producían la miel el azúcar de entonces. Las Geórgicas y otros libros de Virgilio, como las Bucólicas y la Eneida todavía hoy después de dos mil años se leen. Son libros hechos por un sabio poeta y agricultor.

Demos un salto a la historia. Avancemos mil quinientos años. En el siglo XV, en España, en Talavera de la Reina, nació otro escritor de agricultura, Gabriel Alonso de Herrera. Fue Sacerdote y Capellán del Cardenal Cisneros. Os dais cuenta de que estamos hablando de los tiempos de los Reyes Católicos. Ese Sacerdote, Herrera, escribió un libro muy importante titulado Agricultura General. En este libro recogió lo que se sabía de agricultura entonces en España. Fue un libro muy leído por los que querían saber cosas.

Abandonemos este terreno de los tratadistas antiguos. Hubo muchos, sin duda menos importantes.

Volvamos a recoger el hilo de la historia. Hablaba yo antes, de los primeros tiempos de la agricultura. Hablaba de cartagineses, griegos y romanos. Pues bien, en esos primeros tiempos de la agricultura, el hombre se fue dando cuenta de que necesitaba herramientas para trabajar la tierra. Primero eran herramientas hechas de piedra y de madera, y después de bronce y de hierro, según se iban descubriendo esos duros metales. Aparece el hacha, la azada, el rastrillo, el arado, y esos instrumentos sencillos que todos conocemos y que se ven hoy en todas las casas de los labradores.

Separémonos un poco. Digamos algunas palabras acerca del instrumento más importante de la agricultura. Me refiero al arado. Todavía se ve en los campos asturianos el arado romano que, como sabemos, es de madera. Tiene un palo central por el cual tira la yunta, el timón, una reja de hierro, y dos agarraderas, para llevarlo derecho en el trabajo. Este arado de madera, con pequeñas variantes, trabajó la tierra por lo menos treinta siglos. Hoy desde el siglo diez y nueve, el siglo pasado, ese arado romano se va arrinconando. Se ha inventado, después de grandes estudios, el arado de vertedera, todo de hierro. Ese arado que vemos en los campos cuando vamos de paseo, que ya tienen todos los agricultores. Recordadlo. La vertedera, esa pieza curvada que voltea la tierra hizo una revolución en los cultivos, aumentó enormemente la producción del campo. Recordadlo, repito, algún día os explicarán esto con detalle.

Otra máquina importante: La trilladora. En los tiempos antiguos, se separaba el trigo de la paja, pisando las espigas con caballerías. Después, hasta hace poco, golpeándolas con palos. Ya veis, el trabajo que hoy en una hora hace una trilladora, se tardaba antes varios días en realizarlo. Recordad la trilladora.

Tenemos que hacer un zig-zag en la historia. Volvemos a los primeros tiempos. En principio el hombre se dio cuenta de que las tierras no daban las mismas cosechas todos los años. El cultivo las empobrecía. El ser humano se dio cuenta, a su vez, de que había que alimentarla. Aparecieron los abonos. El primer conocimiento se tuvo del abono natural el estiércol. Todos sabemos lo que es. Más adelante aparecieron los guanos. Los guanos productos de excrementos de aves y las aves mismas podridas, aparecieron primero en las costas americanas del Pacífico. Islas de Chile y Perú. Muy importante. Después se descubren minas de abono, como el Nitrato de Chile, por ejemplo. Más cercano, en el siglo XIX los descubrimientos científicos dieron lugar a la aparición de los abonos químicos: Superfosfato de cal, Sulfato amónico, Potasa, etc., etc.

No olvidemos que estamos en un Instituto de Modalidad Agrícola Ganadera. En estos primeros tiempos de que tanto hablo, agricultura y ganadería se unieron. La agricultura necesitaba de la ganadería para que le diera abono, es decir, estiércoles, y animales que tiraran del arado y de los carros de transporte. Los animales se sostenían con lo que sobraba de los frutos que aprovechaba el hombre. Paja de cereales, forrajes, hierbas. Los animales daban también frutos alimenticios al hombre: Leche, carne, etc., etc.

 Mencionemos un hecho histórico notable que influyó en los destinos de la agricultura. El Descubrimiento de América. Colón y sus ayudantes españoles descubrieron un Nuevo Mundo. De allí trajeron semillas de patatas y maíz, por ejemplo. El tubérculo y ese cereal no se conocían en Europa. Piénsese por un momento nada más hasta qué punto ese hecho histórico repercutió en la economía asturiana. La patata y el maíz como todos vemos son fundamentales en nuestra agricultura. Por otra parte la cala de azúcar es la principal riqueza agrícola de la Isla de Cuba. Pues bien, la caña de azúcar se llevó de Andalucía de España, a América.

En fin, ahora situémonos en el siglo XIX. Este siglo merced al desarrollo de las ciencias aplicadas es el siglo de la verdadera revolución de la agricultura. La Química sobre todo dio un empuje enorme a la producción del campo. Y la mecánica aplicada también. Algún día os dirán con detalle vuestros maestros el porqué de esto. Paciencia.

En este siglo se empieza a estudiar la agricultura como profesión científica. Se crean los cuerpos de Ingenieros Agrónomos y Peritos Agrícolas como estudiosos del campo y de sus realizaciones prácticas. El cuerpo de Veterinarios como técnicos de la Patología y la Zootecnia. Se crea además en las Universidades la carrera de Ciencias Naturales donde se forman lo que pudiéramos llamar técnicos de laboratorio.

Bueno. Ahora estamos a mediados del siglo XIX. El Estado Español desde hace veinte años, creó docenas de Institutos Laborales en los pueblos del territorio nacional o permitió su creación a la iniciativa privada. Estoy hablando a alumnos de un Instituto. El Gobierno español prevee las necesidades de la sociedad futura. El campo español necesita producir más y el agricultor debe saber aplicar los conocimientos científicos con método y sistema. Es preciso laborar con sentido no sólo por las necesidades presentes sino también por las futuras previsibles. A vosotros estudiantes laborales se os encomienda una misión trascendente para vuestro destino individual y de la familia del campo español.

Y ahora a estudiar, señores. Suerte.

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