Publicado en: El Aldeano. 30-12-1932
Teniendo en cuenta la enorme importancia que en esta región tienen los prados como complemento de la ganadería y al misino tiempo la oportunidad de la fecha, nos decidimos a hacer hoy unas ligeras consideraciones sobre su mejora y aprovechamiento. .
Antes de nada conviene que nos cimentemos en citas de maestros del campo, de hombres que consagraron su existencia a las investigaciones agronómicas, para que nuestras aseveraciones adquieran mayor solidez. “He visto arruinarse muchos labradores por tener tierras en exceso. Todavía ninguno por disponer de muchos prados” decía Gasparín; otro autor famoso escribía: “¿Quieres trigo? Pues establece prados”; y por último un adagio dice: “La pradera es la madre de todos los campos”.
Si nosotros aprovechamos la circunstancia de encontrarnos en condiciones plenamente favorables de clima y configuración del terreno, así como fácil mercado para los ganados, que es por donde, en definitiva, se saca el producto, esas manifestaciones se refuerzan mucho más.
Además, los prados aun los atendidos perfectamente, exigen menos gasto y trabajo que cualquier otro cultivo, y esta misma economía de capital y mano de obra, permitirá cuidar más ampliamente los otros cultivos. A esto tenemos que añadır que terrenos impropios para otra clase de producciones, dan buenos rendimientos de prado, y daríanlos mejores, si se les atendiera con miras a superar.
No hace muchos años que el labrador de esta comarca se decidió a dejar tierras para cultivar prados, viéndose claramente que a medida que iban aumentando los precios del ganado las extensiones pratenses eran cada vez mayores, pero en esto, como en el resto de los cultivos, nadie pretendió intensificar la producción, es decir, en el área disponible obtener mayores rendimientos, sino que todo sigue a merced de lo que la naturaleza quiere dar. Al principio fue muy general la creencia de que los trabajos que se hacían en los prados no compensaban económicamente; hoy está fuera de duda el creer que no sólo se puede duplicar el rendimiento de un prado sino triplicarlo.
Toda mejora en ésta, como en las demás ramas de la industria agrícola, debe atender, generalizando, a los siguientes extremos: Selección de las semillas que se han de emplear, labores cuidadosas y oportunas, extirpación de malas hierbas y aumento hasta donde la economía lo permita, de la fertilidad del terreno por un abonado racional e intenso.
Los prados para dar el rendimiento debido, tienen que dejar de ser lo que en la actualidad son: tierras abandonadas con escasa o mala preparación cultural; si bien – repetimos – ocupará menos gasto y trabajo que otros cultivos que son merecedores de mayor consideración. Aparte del abonado, suele a veces ayudárseles con “agra d’herba”, residuos de paja. Esta práctica no es nada recomendable, ya que un prado nuevo, sembrado con semillas de esta procedencia, no viene a ser más que una reproducción fiel de los demás prados, si malas hierbas tienen, malas las tendrá el nuevo, cosa que es esencial eliminar, y eso no se consigue sino seleccionamos con gran escrupulosidad las semillas a emplear.
Frecuentemente se oyen quejas de que las malas hierbas invaden los prados, quizá sin darse cuenta que el procedimiento de siembra antedicho facilita mucho esas invasiones. No vamos a ocuparnos ahora de la extirpación de las malas hierbas, para no extender demasiado estas líneas, pero sí hemos de decir que en este asunto son y mucho más seguros y fáciles los procedimientos preventivos que los los curativos.
Y ahora vamos a tratar, muy ligeramente, de los abonos que en más convienen a los prados.
Todos los elementos que integran el organismo animal, y sus productos derivados se hallan contenidos en la hierba. Entre los muchos que lo forman vamos a destacar cuatro, los más importantes: la potasa, el ácido fosfórico, el nitrógeno y la cal. La potasa influye favorablemente en la formación de los nitratos de carbono (grasas, azúcares etc.). El ácido fosfórico también en estos y en las substancias albuminoides. Un alimento rico en cal contribuye a la buena formación del esqueleto, siendo, además, la cal un gran correctivo de las condiciones del terreno e indispensable para la multiplicación y actividad de los microorganismos del suelo, que tan favorablemente influyen en la fertilidad del mismo. Finalmente el nitrógeno es la clave para la formación de las proteínas, produce un aumento de la vegetación, acelera el crecimiento de las plantas y estimula un desarrollo vigoroso de las raíces, que alcanzan la mayor profundidad en el suelo, pudiendo así luchar más venturosamente contra los periodos de sequía o falta de humedad.
Para obtener hierba de buena calidad son necesarios el ácido fosfórico y la potasa, y si a la calidad ha de unirse la cantidad, finalidad perseguida en todo, por toda industria, el nitrógeno es indispensable.
El uso de la cal como abono ha estado relegado durante mucho tiempo.
Y todo ello fue motivado a que se empleaba sola y en cantidades desproporcionadas, dando efectos buenos en un principio, pero muy agotadores. Un refrán sintetizó entonces su uso: “la cal y las margas (enmiendas calizas) enriquecen al padre y empobrecen a los hijos”.
ALEJANDRO SELA
(Continuará)