Publicado en: Inédito
Navia brilla de blancura, de pureza, en la tarde soleada. Y proyecta, en las aguas verdes oscuras del río, lo inaudito, sombras claras… Las nubes, también blancas, con los campos y las montañas forman un acorde de transparencia y fluidez lumínica…
Navia, que es Asturias, no es sólo la consabida oscuridad bajo el emparrado de nubes plomizas ¡Ah, no!
Hay días, como el que se ve, donde el alma de sus residentes se expande y se eleva a regiones de lo etéreo y vuela hacia horizontes ilimitados, si fin…
En el centro de la villa, en lo alto, el campanil de la iglesia, gótico, parece un ciprés de armiño. Y que no proyecta sombras ni turbiedades. Al contrario, da luz. Por él, canalizadas, van hacia el cielo las plegarias de la gente noble y buena que pide a Dios lo que hay que pedir y Él, de buena gana, da. Resignación ante el dolor de la vida. Y la fe de que, siendo buenos, ha de alcanzarse lo que es justo que se alcance,
¡La gloria!